Evangelio según
San Mateo 25,1-13.
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes
que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias
y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de
aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de
aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y
se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo,
salgan a su encuentro'. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus
lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de
aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero estas les respondieron: 'No
va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. Mientras
tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala
nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron:
'Señor, señor, ábrenos', pero él respondió: 'Les aseguro que no
las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Catecismo
de la Iglesia Católica
2612 En Jesús "el Reino de Dios está
próximo", llama a la conversión y a la fe pero también a la vigilancia. En
la oración, el discípulo espera atento a aquél que "es y que viene",
en el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza
de su segundo advenimiento en la gloria (cf Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión
con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la
oración es como no se cae en la tentación (cf Lc 22, 40. 46).
2818 En la oración del Señor, se trata
principalmente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de
Cristo (cf Tt 2, 13). Pero este deseo no distrae a la Iglesia de su misión en
este mundo, más bien la compromete. Porque desde Pentecostés, la venida del
Reino es obra del Espíritu del Señor "a fin de santificar todas las cosas
llevando a plenitud su obra en el mundo" (MR, plegaria eucarística IV).
2819 "El Reino de Dios es justicia y
paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rm 14, 17). Los últimos
tiempos en los que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde entonces está
entablado un combate decisivo entre "la carne" y el Espíritu (cf Ga 5,
16-25): Solo un corazón
puro puede decir con seguridad: '¡Venga a nosotros tu Reino!'. Es necesario
haber estado en la escuela de Pablo para decir: 'Que el pecado no reine ya en
nuestro cuerpo mortal' (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus
pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: '¡Venga tu Reino!' (San Cirilo
de Jerusalén, catech. myst. 5, 13).
2820 Discerniendo según el Espíritu, los
cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el
progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están
implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la
vida eterna no suprime sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías
y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a
la paz (cf GS 22; 32; 39; 45; EN 31).
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