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domingo, 25 de febrero de 2024

Meditamos el Evangelio del 2° Domingo de Cuaresma con Fray Javier Aguilera Fierro OP


Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18 Salmo 115, 10 y 15. 16-17. 18-19 R./ la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 31b-34 


Evangelio según san Marcos 9, 2-10


En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»

Estaban asustados, y no sabía lo que decía.

Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».


Homilía de Fray Javier Aguilera Fierro OP


Seguimos caminando por la cuaresma y lo hacemos acompañados por Marcos y por el relato de la transfiguración del Señor. Quien haya podido visitar Tierra Santa y haya podido acercarse al monte Tabor, se habrá encontrado con un paraje que invita al encuentro con Dios y con una basílica en la que están muy presentes esas dos figuras que son centrales en este relato, me refiero a Moisés y Elías.


El encuentro de Jesús con Elías y Moisés, en este segundo domingo de cuaresma, nos invita a mirar a Jesús como el Hijo de Dios, como aquel que trae la ley definitiva y es lugar de encuentro de Dios con el ser humano. Nos invita, igualmente, a hacer presente a Dios con nuestra vida, denunciando todo los que nos separa de Él y de los demás y anunciando caminos de vida y dignidad.


Por este motivo, como Pedro, Santiago y Juan, nosotros tampoco podemos quedarnos arriba en el monte. Estamos llamados a bajar del mismo, y a comprometernos en el mundo en el que estamos y en la sociedad en la que vivimos por medio del anuncio del Evangelio y del compromiso por la justicia y la paz, tanto con la palabra como con la vida.



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sábado, 24 de febrero de 2024

Silencio.





Al empezar a escribir este artículo, me encuentro en un departamento de la provincia de Catamarca llamado Tinogasta. Me gusta describirlo como aquel lugar donde el tiempo se detiene y se escucha el silencio. Sus montañas celestes e inmensas en el horizonte, las tardes anaranjadas en el patio de mi casa, la brisa que trae la frescura de la noche, esas noches plagadas de pacíficas estrellas. Parece una invitación a un viaje interior.  A medida que empecé a viajar, supe que aquello es una característica de los pueblos alejados de las capitales o de los grandes centros urbanos. Al salir de Tinogasta aprendí a extrañar el silencio. 


Es curioso que en estos tiempos donde buscamos conexión de wi-fi en cada momento, también buscamos al menos ratitos de silencio, ya que estamos sumergidos, o más bien ahogados y aturdidos, por las redes sociales, compromisos sociales, familiares y laborales. Por ejemplo, ¿Quién no busca unos minutos de silencio para sí mismo? ¿para relajarse y calmar la mente? ¿sentimos que vivimos en piloto automático? ¿Qué hacemos las cosas por hacer nomas? Como se dice en el lenguaje futbolero argentino, llega un momento donde queremos y necesitamos parar la pelota, por un rato al menos. Y esto es importante, buscar un momento y un lugar tranquilo, hacer una pausa. En fin, tenemos la necesidad de bajar el ritmo cotidiano de nuestra jornada. 


La mayoría damos por entendido que el silencio es la ausencia de sonidos, ruidos, voces, e incluso de la palabra escrita, para otros el silencio es sinónimo de vacío. Sin embargo, en nuestra búsqueda de silencio podemos interpretar que no estamos buscando ausencias, más bien buscamos presencia. En conclusión, cuando buscamos silencio queremos ser parte de un encuentro. Aunque eso signifique un encuentro con nosotros mismos.


Para lograr que nuestra búsqueda sea positiva debemos tener en cuenta al menos dos factores esenciales, el tiempo y el lugar. Siempre que emprendo esta búsqueda del silencio me viene a la memoria un cuento, por desgracia no recuerdo donde lo leí. Un hombre santo buscaba ansiosamente un lugar para poder rezar en silencio, pero en todo lugar que visitaba cuando se ponía a rezar el ruido lo ensordece. Por ejemplo, iba a la ciudad y los bocinazos de los vehículos, motos, y demás, no le permitían su anhelado silencio. Entonces se fue al campo, cuando se disponía a rezar, los animales, del más grande al más chico, hacían tanto barullo que tampoco le permitió rezar. Cansado y enojado dijo: Por favor, ¡Dios, que hagan silencio! Y en ese instante todo se enmudeció. Al querer rezar se dio cuenta, algo faltaba en su oración. Entonces entendió y dijo: Señor, que recen conmigo. Y los animales del campo volvieron a hacer “ruido”. Evidentemente es difícil conseguir hacer silencio, tanto interno como externo, sin embargo, el ruido también es parte de nuestra oración.


Podemos sacar brevísimas, pero profundas moralejas de este cuento. Como pueden leer hace referencia a la importancia del silencio en la oración, y no sólo acerca del silencio externo, el silencio interno también es complicado. A pesar de ello quiero resaltar otro elemento esencial del cuento. Me refiero al encuentro.


Estos tres elementos, silencio-oración-encuentro, nos llevan directamente a hablar de una experiencia con aquel que nos espera en el silencio. Es bien sabido, que desde el momento de la concepción se establece una relación con Él, es de suponer que la misma irá madurando a través de nuestras etapas vitales, donde el silencio y la oración son siempre aconsejadas y recomendadas para todo creyente que aspire a tener una relación con aquello que cree, es un proceso que se adquiere con esfuerzo y perseverancia. Pero más que un proceso, o relación, quisiera definirlo como una experiencia de encuentro con Cristo y con los demás. Aspiremos a una experiencia de encuentro en la oración y en el silencio. No es un encuentro conmigo mismo en mi soledad, todo lo contrario. Es un encuentro con la Palabra y la Iglesia misma. 


Habíamos hablado de la importancia del tiempo y el lugar necesarios para que nuestra experiencia sea realmente fructífera, consciente de ello nuestra madre iglesia fue capaz de brindarnos un tiempo y espacio especial para que nuestra experiencia sea realmente profunda y comunitaria, a través de retiros espirituales, como los que ofrecía la recientemente beatificada Mama Antula, o bien el Tiempo de Cuaresma que ahora transitamos. Durante este tiempo cuaresmal podremos escuchar a través de las distintas lecturas y salmos de qué manera podemos tener una experiencia de encuentro con Cristo y recomenzar con él nuestra historia de salvación. 


Para terminar, te animo a buscar una auténtica experiencia de encuentro con quien te ama profundamente durante este tiempo cuaresmal, para ello el silencio, la oración y el encuentro son parte de una disposición de apertura, de escucha activa, hacia un camino de maduración y consciencia.



                                                    Autor: Víctor Ramírez

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sábado, 17 de febrero de 2024

Meditamos el Evangelio del 1° Domingo de Cuaresma con Fray Emiliano Vanoli OP


Génesis 9, 8-15 Salmo 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9 R/ Primera carta del apóstol san Pedro 3,18-22


Evangelio según san Marcos 1, 12-15


En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.

Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían.

Después de que Juan, fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».

Homilía de Fray Emiliano Vanoli OP:

Comenzar algo siempre implica un desafío, y embarcarse en algo nuevo amplifica ese desafío. Superar la inercia, dejar atrás prejuicios e inseguridades, explicarse a uno mismo y a los demás; todas estas son experiencias inherentes a la vida. A veces se siente como si tuviéramos que liberarnos de una fuerza de gravedad que nos mantiene arraigados, impidiéndonos elevarnos hacia nuestro destino.

En este proceso de empezar algo nuevo, podemos encontrar inspiración en la vida de Jesús. Él también tuvo que dar inicio a su vida pública, encaminándose por el camino que su Padre le señalaba: la misión de proclamar la Buena Noticia de que Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera ser como Dios. Para ello, el Espíritu lo lleva al desierto (Mc. 1, 12-13), un lugar bíblicamente asociado con discernimiento, preparación y prueba.

A diferencia de Adán y Eva, tentados por Satanás y seducidos por el deseo de ser como Dios sin Dios, Jesús rechaza la tentación. En su caso, la tentación consistía en seguir un camino de salvación basado en la fuerza y el poder político (Marcos lo explicitará más adelante). Jesús triunfa, aceptando la voluntad de su Padre de padecer por nosotros para nuestra salvación. Un signo de ello es la armonía restaurada con la creación, indicando que "estaba entre los animales del campo y los ángeles lo servían", según lo describe Marcos.

Preparado de esta manera, Jesús inicia su mensaje: "conviértanse y crean" (Mc. 1, 14-15). Estas son las mismas palabras que se nos dirigieron al recibir las cenizas el miércoles pasado, marcando el comienzo de la Cuaresma. Ahora, también para nosotros, se inicia un período de 40 días, al igual que el Señor, para discernir, prepararnos y someternos a prueba.

Iniciar cualquier actividad conlleva su dificultad, pero emprender un camino de conversión hacia Dios es aún más desafiante, especialmente después de las vacaciones y el carnaval. Por eso, es crucial aprovechar los signos que nos ayudan a ser conscientes y sumergirnos en este tiempo, desde la imposición de cenizas hasta los actos que se nos insta a profundizar en esta etapa: ayuno, limosna y oración.

Estas prácticas cuaresmales no son simples gestos externos de devoción; son medios para reiniciar nuestros corazones, contraponiéndonos a la fuerza de gravedad de la rutina diaria que muchas veces nos atrapa y nos impide salir de nosotros mismos y dirigirnos hacia el amor a Dios y al prójimo. El ayuno, la limosna y la oración no son meros esfuerzos para obtener algo, sino caminos para amar más y mejor. En este proceso radica la salvación que nos trae el Señor, ya que, al amar, nos asemejamos a Él, que es amor.

En medio de la vorágine de nuestras ocupaciones y las numerosas distracciones que suelen generarnos ansiedad, la Cuaresma y sus prácticas deben ayudarnos a parar, simplificar nuestras vidas y escuchar en el corazón el llamado del Señor. Hoy nos dice, una vez más: "Conviértete y cree en el Evangelio", es decir, "vuélvete a mí y confía".


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https://www.vivamosjuntoslafe.com.ar/2024/02/madurar-en-el-camino.html

viernes, 16 de febrero de 2024

Madurar en el Camino.


Empezamos la cuaresma tal vez con la conocida intención de que “no sea una cuaresma más”. Nos proponemos cosas que en definitiva tienen que ver con preparar el corazón para estar más cerca de Jesús. Eso solemos pensar o decir.

Aprovechemos, desde este miércoles de ceniza, este tiempo para orar, para celebrar el sabernos en camino, para permanecer cuarenta días cerca de Jesús, compañero nuestro hacia las 

En medio de propósitos como éstos, si tenemos ya un tiempo en la vida de fe, tratamos tal vez de mantener, diría Don Bosco, los pies en la tierra con la mirada puesta en el Cielo. 

Comienza entonces nuestro camino de cuaresma 2024 desde lo concreto de un año distinto como pueblo argentino: cambios, problemas económicos teñidos de esperanza a veces y de incertidumbre otras, conflictos … Mucho para poner en la oración.


La propuesta de estas líneas es reflexionar un poco desde el Mensaje de Cuaresma del  Papa Francisco, en el cual son fuertes las imágenes del desierto y del camino, de la esclavitud y  la libertad. 

Dice el Santo Padre que cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Pero esa libertad no es algo que se conquista de un día para el otro, el mismo Pueblo en el desierto tiene anhelos de libertad y vuelve a pensar en Egipto una y otra vez, por eso la libertad aparece más bien como un regalo dado por Dios a su Pueblo que va a madurarse en el camino: en el desierto.


Esto parece un contrasentido: ¿cómo es esto de madurar en el camino?, ¿no es que los pasos, las personas los damos cuando están  “maduras”?. ¿No te recibís de una profesión cuando ya estás preparado, o te casas o tenés un hijo u optas por una opción de vida consagrada cuando estás preparado y maduro?; ¿no abrazas proyectos grandes cuando estás suficientemente preparado?. Sí, pero no. Como siempre Dios nos desacomoda. Dios nos impulsa a cosas grandes, coloca anhelos en el corazón o grandes ideales que nos motivan a dar pasos no porque nos sepa maduros, sino porque confía tanto en nosotros que nos sabe capaces de “madurar en el camino”.


Herramientas y recursos Él nos va a dar cientos, miles. Imagínate que así nos mira Dios: capaces de madurar en el camino, de crecer, de mejorarnos, de intentarlo una y otra vez, de aprender de los errores. Nos mira como un padre o una madre que nos ve crecer y apuesta a nosotros. Esto forma parte, en palabras de Adrienne von Speyr (discípula de Von Balthazar), del “no ser nunca adulto del cristiano” (el Reino de los cielos pertenece al que es como niño, ¿no?). Y eso es genial, nos da paz saber que no se trata de estar ya “maduro del todo”, sino de poner lo nuestro y seguir siempre en camino, siempre creciendo, siempre confiando. 


De ahí que cuaresma según el Mensaje del Papa es análogamente más que un tiempo, un desierto, el lugar donde Dios educa y nos conduce para abandonar esclavitudes y experimentar el paso de la muerte a la vida.


Podemos ver cómo el Mensaje del Papa nos deja con el foco puesto en los acontecimientos del Éxodo. Te invitamos a mirar para rezar con grupos de verbos y palabras que marcan distintas posiciones y maneras de “madurar en el camino”: 


𑇐En Éx. 3 Dios dice a Moisés que ha visto los sufrimientos del pueblo, que los conoce muy bien, que se ha acercado para librarlos y que va a darles una tierra fértil. Finalmente lo envía ante el Faraón. Los verbos para hacer una lectura orante son: ver, conocer, acercarse, liberar, dar y enviar. Todas palabras llenas de significado, de impulso, de dinamismo y vida.


𑇐En Éx. 5 el Faraón dice que no conoce al Dios de Israel y que no lo dejará partir, los castiga haciéndolos trabajar más duramente y luego de las plagas asustado los deja partir y después cambia de idea. Las palabras fuertes para una lectura orante podrán ser: desconocer, impedir, castigar, asustarse, cambiar.


𑇐En Éx 14 el Pueblo: escucha, obedece y celebra la Pascua, emprende la marcha pero al verse antes de cruzar el Mar Rojo perseguido por el Faraón se llena de temor, aunque vuelven a confiar y restablecen la marcha. Podemos rezar con los verbos: escuchar, obedecer, celebrar, emprender/ marchar, temor, confiar, restablecer libertades que anhelamos.


“Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). “Es tiempo de conversión, tiempo de libertad.” (Mensaje del Santo Papa Francisco para la Cuaresma 2024)


¡Bendecida cuaresma 2024!


                                                                          Autor: Hna. Fernanda de Maria OP

                                                                                        

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miércoles, 14 de febrero de 2024

Meditamos el Evangelio de Miércoles de ceniza con Pbro. Emmanuel Varas.


Joel 2, 12-18 / Salmo 50, 3-4. 5-6ab. 12-13. 14 y 17 R /  Segunda carta a los Corintios 5, 20 – 6, 2

Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.

Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.


Homilía de Pbro. Emmanuel Varas


Estimadas Familias:
Hoy nos reuniremos para celebrar el Miércoles de Ceniza en nuestras comunidades, marcando así, el inicio de la sagrada Cuaresma. Este tiempo de cuarenta días nos invita a sumergirnos en la reflexión, la oración y la preparación espiritual mientras nos dirigimos hacia la celebración de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo en la Pascua.

En este tiempo de gracia, se nos llama a practicar tres pilares fundamentales: el ayuno, la oración y la limosna. Estos actos nos ayudan a crecer en nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes, guiándonos hacia una vida más plena en el amor y la compasión.
El ayuno es una disciplina que nos permite apartarnos de las distracciones del mundo y centrarnos en lo esencial. No se trata solo de abstenernos de alimentos, sino de liberarnos de aquellas cosas, actos y comportamientos que nos alejan de Dios. Al negarnos a nosotros mismos, abrimos espacio para que Dios entre en nuestras vidas de manera más profunda, creando la circunstancia perfecta para continuar nuestro peregrinar hacia el cielo. 

La oración es el medio por el cual nos unimos con la Trinidad. En este tiempo de Cuaresma, invitarlos a cada uno de ustedes a dedicar momentos especiales para la oración diaria. No solo pidamos, sino también escuchemos la voz de Dios en el silencio de nuestros corazones y en la meditación de la Palabra. Que la oración sea un puente que nos una más estrechamente a nuestro Señor y hermanos.

La limosna, por último, nos llama a ser generosos con aquellos que tienen menos. Al dar de lo que tenemos, imitamos el amor desinteresado de Dios. En esta Cuaresma, busquemos oportunidades para compartir con los necesitados, recordando las palabras de Jesús: "Lo que hagan con el más pequeño de mis hermanos, lo hacen conmigo" (Mateo 25:40).

Al comprometernos con estas prácticas cuaresmales, abrimos nuestros corazones a la transformación que Dios desea para nosotros. Que este tiempo fuerte de conversión nos ayude a despojarnos de lo superfluo, a fortalecer nuestra conexión con Dios y a extendernos en amor hacia nuestros hermanos.


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