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jueves, 28 de abril de 2016

LA EUCARISTÍA ES LA PASCUA DEL SEÑOR



Uno solo murió por todos, el mismo que ahora en cada una de las asambleas cristianas, por el sacramento del pan y del vino, nos rehace con su inmolación, por la fe en él nos da la vida y, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio, consagra a los que ofrecen esta oblación.

Ésta es la carne y la sangre del Cordero, pues aquel pan bajado del cielo afirma: El pan que yo voy a dar es mi carne ofrecida por la vida del mundo. Y con razón su sangre es significada por el vino, ya que, al afirmar él mismo en el Evangelio: Yo soy la vid verdadera, manifiesta con suficiente claridad que el vino es su sangre ofrecida en el sacramento de su pasión; en este sentido el patriarca Jacob había profetizado de Cristo: Lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. En efecto, él lavó con su propia sangre la vestimenta de nuestro cuerpo que había tomado sobre sí como una vestidura.

El mismo Creador y Señor de la naturaleza, el que hace salir el pan de la tierra, convirtió el pan en su propio cuerpo (porque podía hacerlo y así lo había prometido); y el que había convertido el agua en vino convirtió después el vino en su sangre.

Es la Pascua del Señor, dice la Escritura, esto es, el paso del Señor; no tengas por cosa terrena lo que ha sido convertido en algo celestial por obra de aquel que pasó a esa materia y la ha convertido en su cuerpo y sangre.

Lo que recibes es el cuerpo de aquel pan bajado del cielo y la sangre de aquella vid sagrada. En efecto, al dar a sus discípulos el pan y el vino consagrados, les dijo: Esto es mi cuerpo; ésta es mi sangre. Creamos, pues, en aquel en quien hemos puesto nuestra confianza: el que es la verdad en persona no puede engañarnos.

Por esto, cuando hablaba a la multitud de comer su cuerpo y beber su sangre, y la multitud murmuraba desconcertada: ¡Duras son estas palabras! ¿Quién es capaz de aceptarlas?, queriendo Cristo purificar con fuego celestial estos pensamientos que, como antes he dicho, han de ser evitados, añadió: El espíritu es el que da vida; la carne no vale nada. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida.
 
De los Tratados de san Gaudencio de Brescia, obispo
(Tratado 2: CSEL 68, 26. 29-30)




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lunes, 14 de marzo de 2016

EVANGELIO DOMINICAL Y CATECISMO - V Domingo de Cuaresma



Evangelio según San Juan 8,1-11. 

Jesús fue al monte de los Olivos.  Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante". 

Jesús manifiesta la misericordia del Padre

430 Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión (cf. Lc 1,31). Ya que "¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"(Mc 2, 7), es él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres.

545 Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mc 2, 17; cf. 1 Tim 1, 15). Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15, 11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta" (Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida "para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).


589 Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos (cf. Mt 9, 13; Os 6, 6). Llegó incluso a dejar entender que compartiendo la mesa con los pecadores (cf. Lc 15, 1-2), los admitía al banquete mesiánico (cf. Lc 15, 22-32). Pero es especialmente, al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen, justamente asombradas, "¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Al perdonar los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse igual a Dios (cf.Jn 5, 18; 10, 33) o bien dice verdad y su persona hace presente y revela el Nombre de Dios (cf. Jn 17, 6-26).

La Misericordia y el Pecado

1846 El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia de Dios con los pecadores (cf Lc 15). El ángel anuncia a José: "Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento de la redención, Jesús dice: "Esta es mi sangre de la alianza, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26,28).

1847 "Dios nos ha creado sin nosotros, pero no ha querido salvarnos sin nosotros" (S.Agustín, serm. 169,11,13). La acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. 
"Si decimos: `no tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia" (1Jn 1,8-9).

1848 Como afirma S. Pablo, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20). Pero para hacer su obra, la gracia debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos "la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor" (Rm 5,20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla, Dios, mediante su palabra y su espíritu, proyecta una luz viva sobre el pecado: La conversión exige la convicción del pecado, y éste, siendo una verificación de la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor: "Recibid el Espíritu Santo". Así, pues, en este "convencer en lo referente al pecado" descubrimos una "doble dádiva": el don de la verdad de la conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad es el Paráclito.


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martes, 2 de febrero de 2016

Fiesta de la Presentación del Señor




Fiesta de la Presentación del Señor, llamada Hypapante por los griegos: cuarenta días después de Navidad, Jesús fue llevado al Templo por María y José, y lo que pudo aparecer como cumplimiento de la ley mosaica se convirtió, en realidad, en su encuentro con el pueblo creyente y gozoso. Se manifestó, así, como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo, Israel.

La fiesta del 2 de febrero se celebra desde muy antiguo: el primer testimonio que tenemos es ya del siglo IV, en Jerusalén (por supuesto, nada impide que sea aun anterior). El «Itinerarium Egeriae» (la peregrinación de la monja hispana Egeria a los lugares santos, hacia el 384) nos dice, en su capítulo XXVI:

«A los cuarenta días de la Epifanía se celebra aquí una gran solemnidad. Ese día se hace procesión en la Anástasis, todos marchan y actúan con sumo regocijo, como si fuera pascua. Predican también todos los presbíteros y el obispo, siempre sobre lo que trata el evangelio de la fiesta, de cuando a los cuarenta días José y María llevaron al templo al Señor, y lo vieron Simeón y la profetisa Ana, hija de Fanuel, de las palabras que dijeron, al ver al Señor, o de la ofrenda que hicieron sus padres. Así se realiza todo por su orden y según costumbre, se hace la ofrenda y así finaliza la misa.»

La «Anástasis» era la sección del templo de Constantino en Jerusalén, que quedaba sobre el lugar donde se había producido la resurrección (anástasis) del Señor. Notemos que la fiesta es "40 días después de Epifanía", es decir, hacia el 24 de febrero, porque aun no era práctica en Oriente celebrar la Navidad el 25 de diciembre, costumbre que recién comenzaba en Occidente, y que llegará a Oriente hacia el siglo VI, así que la fiesta de la Epifanía del 6 de enero (como sigue siendo en las iglesias ortodoxas) conmemoraba todos los hechos vinculados a la manifestación (epifanía) en carne de nuestro Señor: el nacimiento, la adoración de los magos, el bautismo y el primer signo de su poder (las bodas de Caná); sólo después se van desglosando los distintos hechos en distintas fiestas.

Para el siglo VI la celebración se hacía ya el 2 de febrero también en Oriente, sin que disminuyera la gran solemnidad que ya nos comentaba Egeria, puesto que el propio emperador Justiniano (que gobernó entre el 527 y el 565) decreta ese día como festivo para todo el imperio de Oriente.

Egeria no dice cómo se llama esa celebración que se hace "con sumo regocijo, como si fuera Pascua", pero su contenido lo podemos deducir de lo que trataban las predicaciones de los presbíteros: de la subida al templo, del encuentro con Simeón y Ana, de la ofrenda... es decir, lo que corresponde a la narración de Lucas 2,22-39, se trata sin duda de lo mismo que conmemoramos hoy.

Sin embargo, ese texto evangélico es muy amplio y complejo, y cada época, y hasta variando con los lugares, ha hecho un énfasis distinto en lo que se quiere significar con la celebración. Así, en Oriente se celebra más bien el encuentro de Jesús con el Padre a través de las palabras proféticas de Simeón, y la fiesta recibe el nombre de "hypapante", que significa "encuentro". Pero cuando esta fiesta se trajo a Roma, hacia el siglo VII, más bien se puso el acento en la purificación de la Virgen después del parto, en relación, como veremos luego, con el rito señalado en el libro del Levítico.

El papa Sergio I (687-701) instituye en esta fecha la procesión de candelas desde la iglesia de San Adrián hasta Santa María la Mayor; las candelas se pusieron en relación con la frase de Simeón «luz para alumbrar a las naciones», sin embargo, la procesión era penitencial, y no se corresponde muy bien con el sentido de ese texto, lo que hace pensar en la amalgama de alguna procesión o celebración preexistente.

San Beda, que fue contemporáneo, nos dice que esta celebración de las candelas reemplazaba a las Lupercalias romanas (una fiesta pagana por la fecundidad); sin embargo tal reemplazo se había producido ya dos siglos antes, a mediados del IV, por obra del papa Gelasio, y ocurría el 14 de febrero, fiesta del mártir san Valentín (que por ello queda asociado a las parejas de enamorados). Quizás la noticia de Beda significa que el 2 de febrero sustituye al 14 como procesión de candelas, y por tanto tiene su remoto origen en la fiesta pagana de las Lupercalias, que no se celebraban ya.

Lo cierto es que en Occidente el nombre de la fiesta fue doble: uno popular en alusión a la procesión con velas, "Candelaria", y otro el nombre litúrgico, "Purificación de la Virgen María"; a su vez "Candelaria" -que en principio sólo indicaba que en esta celebración tenían un papel destacado las velas- devino, con el tiempo, una advocación de la Virgen: Nuestra Señora de las Candelas, o de la Candelaria.

Con esto se perdió para la iglesia latina uno de los sentidos de la celebración, el más cristológico, centrado en el Hijo, más que en la Madre. La reforma litúrgica del Vaticano II quiso volver a centrar la fiesta en su aspecto cristológico, y le puso el nombre de «Presentación del Señor», relacionándola, a través de la explicación de la fiesta que hace el Martirologio, con la fiesta de Hypapante de la liturgia griega, poniendo explícitamente por encima de todo la proclamación de la profecía de Simeón, antes incluso que el "cumplimiento total de la ley", que es otro de los aspectos de esta fiesta.

Pero en definitiva, ¿por qué se produjo tanto cambio y embrollo? Porque el texto mismo de Lucas en el que se basa esta fiesta es complejo y tiene diversos matices y direcciones de lectura; sea cual sea el acento que cada época y lugar desea hacer, todos ellos están presentes en la celebración. Veámoslos en detalle:



Primero y segundo aspectos: purificación después del parto



«Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: 'Todo varón primogénito será consagrado al Señor' y para ofrecer en sacrificio 'un par de tórtolas o dos pichones', conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.» (vv 22-24)

Este pasaje hace relación a dos leyes distintas del Antiguo Testamento, pero ninguna de ellas se corresponde con una celebración del templo que conozcamos por otros testimonios. De allí que la referencia sea vacilante y confusa, incluso en la transmisión posterior del texto. Efectivamente, vemos que dice "la purificación de ellos", que es la lectura más correcta, aunque no faltan manuscritos (Siríaco) que dicen "el tiempo de la purificación de ella" (es decir: la madre), o (Vetus Latina) "el tiempo de la purificación de él" (es decir, del hijo). La vacilación en los manuscritos suele ser indicio de una semejante vacilación en las tradiciones interpretativas, que no aciertan a dar con el centro de significado de una narración. De hecho, Lucas alude a dos ritos no relacionados entre sí: el del referido a la Madre ("un par de tórtolas", etc) y el del referido al Hijo ("todo varón primogénito", etc).



Purificación de la Madre



Posiblemente sea éste el aspecto más difícil de entender de la fiesta, pero eso se debe más a una cuestión de mentalidad nuestra, que a lo que surge de la lectura del texto de Lucas en sí mismo. Sabemos que la frase "ofrecer en sacrificio 'un par de tórtolas o dos pichones'" se refiere a la purificación de María, porque reproduce literalmente una ley del libro del Levítico, capítulo 12, que habla de la purificación de la madre cuando ha dado a luz.

Cuando vamos al texto de Lv 12, vemos que una de las tórtolas que se ofrecen es "en expiación por el pecado" (v 6 y 8), para que la madre quede de nuevo pura. Cuesta aplicar esta idea a la figura de la Virgen; de por sí el parto no implica, de hecho, ningún pecado, pero además, ¿qué clase de pecado podría expiar la Virgen? La confusión proviene de nuestra execrable moralización de la noción religiosa de pureza (y por tanto de pecado), que la hemos reducido a su relación con la ley, así sea la ley de Dios.

Para la Biblia -como en general para la mentalidad religiosa natural- la "pureza" o "impureza" es algo que se relaciona con la interacción entre la esfera profana, en la que vive el hombre, y la esfera sagrada, en la que vive Dios. Cuando un hombre viola la ley de Dios comete pecado, y por tanto queda impuro, pero no tanto por la violación en sí, sino por haber abajado a Dios hasta lo profano. Similarmente, cuando un hombre pone en contacto su mundo profano con el sagrado, incluso para una obra buena, incluso involuntariamente, también queda impuro: no puede volver a su ámbito cotidiano, profano, hasta que no haya sido "purificado". El parto es uno de esos momentos en los que la mujer quedó en contacto con lo más sagrado de Dios, porque tocó su acto creador, en ella ha obrado la mano de Dios creando una nueva vida, entonces, aunque el hecho no viola ninguna ley, incluso al contrario, y es festivo (¡cómo no lo sería, si la fecundidad es, para Israel, la mayor bendición!), sin embargo la mujer no puede volver sin más a la profanidad, debe "purificarse", debe "expiar" esta especie de convivencia con lo sagrado de Dios. Para el mundo bíblico, también la menstruación era un acontecimiento que hacía "impura" a la mujer, no porque implicara ninguna clase de violación de una ley moral, sino porque ponía su cuerpo en contacto con el manantial de la vida, identificada -como es habitual- con la sangre. También después de ello debía realizar un sacrificio de purificación para poder volver a su vida corriente.

Nos cuesta mucho a nosotros, con una mentalidad por un lado enteramente profana y por el otro sumamente legalista, entender esta categoría de "pureza" (y su correlato de "pecado") que va mucho más allá del cumplimiento o incumplimiento de ninguna ley, y de cualquier transgresión de tipo moral. Lo cierto es que la Virgen debe purificarse, como cualquier mujer que ha estado en contacto con las manos creadoras de Dios, y hasta, si lo miramos desde ese punto de vista, más todavía, porque no sólo la mano creadora de Dios ha obrado en su vientre, sino que ha obrado llenándolo todo de Dios.



Presentación del Hijo



La segunda parte de este aspecto de la purificación proviene de las prescripciones del Éxodo 13 (vv 2 y 12-15): se trata del "rescate del primogénito", que afectaba a todos los primeros nacidos ("lo que abre el vientre"), sea de hombres o de animales. Éxodo pone este antiquísimo rito religioso (posiblemente preexistente a Israel) en relación con la matanza de los primogénitos egipcios: Israel debía "comprarle" a Yaveh sus primogénitos rescatándolos con una ofrenda, en recuerdo de que Dios perdonó la vida de sus primogénitos, pero no los de Egipto. El libro de los Números (18,15-16) prescribe la cantidad que debía ser pagada en rescate (redención) por los primogénitos.

Sin embargo Lucas, aunque menciona la presentación del primogénito, no menciona que se pagara por Jesús ningún precio de rescate. posiblemente porque Lucas quiere acentuar desde el principio que Jesús propiamente no debe ser rescatado, ya que toda su vida no es sino la marcha hacia el Sacrificio de la Cruz.

Entonces, aunque se hable del tema del cumplimiento de la Ley, y de que Jesús cumple, con esta presentación en el templo, la Ley entera, no debería hacerse mucho énfasis en ese tema, que no es el central, tal como lo señala la noticia del Martirologio:
«...lo que podía aparecer como cumplimiento de la ley mosaica era realmente su encuentro con el pueblo creyente y gozoso...»

Podríamos decir que el centro de todos estos versículos están más bien puestos en Jerusalén, que es la gran protagonista: como "Madre de los pueblos" recibe a quien habrá de abrir el templo a todos. Quizás poniendo el centro allí, en la ida al templo más que en la purificación en sí, se entienda mejor por qué este capítulo 2 de Lucas termina con la ida de Jesús al templo de Jerusalén al finalizar la infancia, a hablar "de las cosas del Padre".



Tercer aspecto: Júbilo de Simeón



Relacionado con este encuentro entre Jesús y la Ciudad Santa debemos ubicar el tercer aspecto que emerge en esta fiesta, la figura de Simeón:

«Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel."» (vv 25-32)

Lo que era un cierre del Antiguo Testamento se convierte, por inspiración del Espíritu Santo, como se encarga de resaltar (¡3 veces seguidas!), en manifestación de Jesús a todos los pueblos. Tenemos que tener en cuenta que san Lucas no tiene un relato de Epifanía a los gentiles como lo tiene Mateo con sus "magos de Oriente" (los pastores de Lucas no son gentiles sino "pobres de Dios", anawim), sin embargo, la tal epifanía no puede faltar, porque forma parte del mensaje central del Evangelio, así que acentuará en el encuentro con Simeón ese mismo aspecto que ya conocemos por Mateo: Jesús acaba con la división de Israel y los gentiles, y se constituye en el lugar donde se manifiesta el designio de Dios para todos los hombres, sin excepción.

El v 28 -que se suele traducir un poco neutramente como "tomó en brazos"- tiene en griego un singular énfasis: se nos dice que Simeón "recibió en sus brazos" (edéxato) a Jesús; el gesto es sacerdotal, no se trata de un viejito que pasaba por allí, pidió tener al niño y se lo dieron, sino que es a él a quien le es entregado como presentación a Dios. Toda la escena la dirige el Espíritu, moviendo a los distintos actores para que obren en dirección al designio de Dios de manifestar a su Hijo.

Se nos dice, precisamente, que Simeón "esperaba la consolación de Israel", es decir, el momento en que se cumplirían todas las promesas, con lo cual, para el mensaje que nos quiere transmitir san Lucas, nada más lógico que acabara aquí definitivamente el Antiguo Testamento, y Simeón pudiera "irse en paz".



Cuarto aspecto: profecías vinculadas al Hijo



«Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
"Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción
-¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.» (vv 33-40)

Se nos cuenta una única profecía: Jesús, signo de contradicción. Sin embargo, la mención de la profetisa Ana hace pensar en oráculos vinculados a la manifestación del Hijo, que posiblemente deban resumirse en esa única profecía que se nos comenta. La sección anterior podía dar la idea de que con la manifestación del Hijo, y la finalización del tiempo de espera en Israel ya está todo terminado, y el Hijo sólo debe implantar el Reino. La sección de profecías nos viene a mostrar que esta manifestación del Hijo, aunque implica el fin de toda la economía antigua, no hace sino poner la primera piedra, y nada más que eso, a la verdadera construcción del Reino que, como es lógico, no puede precindir de la cruz. Al igual que se aludía a ella, sin mencionarla, omitiendo el rescate del primogénito, así también ahora, sin nombrar la cruz, se alude a ella al profetizar sobre María que no han terminado con el parto sus dolores por el Hijo, sino que esos dolores continuarán, con más profundidad si cabe. Si Jerusalén es una de las protagonistas -como he mencionado- de toda esta secuencia, la mención de la Madre y sus dolores para implantar el Reino adquiere una resonancia todavía mayor, por la asociación simbólica entre la Madre y la Ciudad Santa.

Podemos entender por qué nos contaba Egeria que esta fiesta recibía tanta solemnidad y júbilo como la mismísima Pascua: es que en ella no se celebra sólo ni principalmente el recuerdo de alguna anécdota de la infancia de Jesús, sino un auténtico anticipo de su muerte redentora: el momento en el cual ya no hay vuelta atrás y la economía antigua, de la ley, la espera y la vacilación, ha terminado, y se ha instaurado una nueva economía, la economía del Hijo que, aun en medio de dolores y contradicciones, es el lugar cierto de la salvación.


Fuente: ©Evangelizo.org 2001-2016

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sábado, 27 de diciembre de 2014

"EL EJEMPLO DE NAZARET" - PABLO VI


Este Domingo 28 celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia. Les comparto un texto del Papa Pablo VI para reflexionar y preparar nuestro corazón para esta celebración.





Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio.

Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida.

Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, de todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.



jueves, 22 de noviembre de 2012

Reflexión sobre la Misa



En esta nota quiero comentarles una reflexión sobre la misa y la importancia de nuestra participación en la misma.

Ayer 21 de noviembre fui a misa para recordar el octavo mes de fallecimiento de mi padre, al momento de ingresar al templo sentí mucha tristeza y preocupación porque vi que tan solo la mitad del templo estaba ocupada por fieles, mas allá de eso me predispuse a vivir la celebración, luego también note que apenas se escuchaba a los fieles en el momento de responder alguna oración o cantar, llego el momento del Evangelio, preste mucha atención al mismo y luego escuche la homilía que sinceramente me gusto mucho, fue una homilía muy clara y muy directa, donde  me hizo reflexionar mucho sobre el verdadero rol de cristiano y sobre nuestro compromiso como verdaderos cristianos.


En la homilía Mons. Roberto Rodríguez comenzó brindando algunas enseñanzas sobre el libro de Apocalipsis teniendo en cuenta que la primera lectura del día correspondía a este libro, comenzó diciendo que Apocalipsis significa “Revelación”, luego destaco la riqueza que tiene el libro en cuanto a la cantidad de signos y símbolos que presenta y explico los símbolos que caracterizan a los 4 evangelistas: Mateo-Hombre con alas/Ángel, Marcos-El León, Lucas-Un toro y Juan-El Águila.


Haciendo referencia propiamente al Evangelio del día y relacionándolo con el Año de la Fe, hablo sobre la Fe homenaje y la Fe predicada y vivida.

Para hacer referencia a la Fe Homenaje menciono las fiestas de los santos y de la Virgen donde homenajeamos a los mismos, solo vamos a la iglesia en estos días de festividad, también  menciono como fe homenaje cuando vamos a una misa por un cumpleaños, por un casamiento, incluso para recordar a nuestros seres queridos difuntos pero eso queda solo en este momento litúrgico y luego no predicamos ni vivimos la fe, mientras que para lograr una FE predicada y vivida, debemos tomar como ejemplo aquellos dos servidos del Evangelio que multiplicaron lo que recibieron, es decir lo fructificaron, tengamos en cuenta que esas monedas que Dios nos entrega es su propia palabra y nosotros debemos fructificarla, debemos compartirla, es decir debemos predicarla y no guardarla para nosotros, no debemos ser como aquel servidor que guardo las monedas por miedo, no debemos tener miedo de predicar y de vivir nuestra Fe.
Mencionando la lectura que nos relata la construcción de la torre de Babel dijo que debemos edificar nuestros proyectos teniendo en cuenta a Dios, no como aquellos hombres que construyeron sin Dios pretendiendo querer llegar a Dios e incluso superarlo. En esto también podemos observar una Fe homenaje donde solo cumplimos con la misa pero luego nuestros proyectos los construimos sin Dios, el rol del verdadero cristiano es construir con Dios.
Necesitamos de personas que prediquen y vivan su FE. En este Año de la Fe estamos llamados como iglesia riojana ha fortalecer nuestra Fe.

Que mas puedo decir de esta Homilía, esta muy clara, quienes nos decimos Cristianos no podemos mirar para otro lado, es un mensaje muy directo, si somos cristianos debemos trabajar por Cristo, no seamos vagos en el ámbito de la Fe y nos animemos a predicarla y vivirla.

Algo que también me llamo la atención fue que en el momento de la fracción del Pan (posterior al rito de la paz), el celebrante comenzó este momento pero sin embargo algunos fieles todavía seguían compartiendo el saludo de la paz alrededor de una persona que cumplía años. 
Este momento es de gran importancia, en la antigüedad este momento no pasaba desapercibido ante los fieles como vemos que ahora sucede, por algo también en la antigüedad se denominaba la misa como la Fracción del Pan, comparto el siguiente párrafo que nos ayudara a comprender la importancia de este momento:

“El gesto de la fracción del pan, realizado por Cristo en la última Cena, y que en los tiempos apostólicos fue el que sirvió para denominar la íntegra acción eucarística, significa que los fieles, siendo muchos, en la Comunión de un solo pan de vida, que es Cristo muerto y resucitado para la vida del mundo, se hacen un solo cuerpo (1 Co 10,17). La fracción se inicia tras el intercambio del signo de la paz y se realiza con la debida reverencia, sin alargarla de modo innecesario ni que parezca de una importancia inmoderada. Este rito está reservado al sacerdote y al diácono. El sacerdote realiza la fracción del pan y deposita una partícula de la hostia en el cáliz, para significar la unidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor en la obra salvadora, es decir, del Cuerpo de Cristo Jesús viviente y glorioso.

También cabe destacar el canto final que generalmente se dedica a nuestra madre la Virgen María pero sin embargo para muchos fieles este momento también pasa desapercibido o incluso se retiran antes de este canto.

Al Salir del templo sentía que algo me faltaba, y si me faltaba lo más importante la Eucaristía, lo más importante de la celebración pero como yo no estaba preparado, es decir, no había limpiado mis pecados con el sacramento de la confesión no pude recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Es por eso que recomiendo que se preparen previamente con la confesión para que puedan recibir a Cristo y no pasen por el mismo sentimiento que yo, sentir que algo te falta.

Queridos hermanos ahora nos queda reflexionar sobre nuestra participación en la misa y la importancia que la misma tiene en nuestras vidas. Sin lugar a duda hay mucho mas para profundizar sobre la misa, en futuras entradas lo haré  en particular dedicare una nota al momento de la Consagración y a la importancia de la Eucaristía.

Sitio Oficial del Año de la Fe: http://www.annusfidei.va/content/novaevangelizatio/es.html


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