domingo, 23 de marzo de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Pbro. Diego Olivera



Lecturas del día:
Libro del Éxodo 3,1-8a.13-15. Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8.11.Carta I de San Pablo a los Corintios 10,1-6.10-12.


Evangelio según San Lucas 13,1-9.


En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato se mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios.

Él les respondió: "¿Creen ustedes que galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén?

Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera".

Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.

Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'.

Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; Yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré.

Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".


Homilía por el Pbro. Diego Olivera

Queridos hermanos llegamos al 3° domingo de la cuaresma, un tiempo propicio para la conversión como lo expresan las lecturas del día de hoy.

En la lectura del éxodo, Dios se dirige a Moisés diciendo: "Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios ya hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil…”.

Por lo tanto vemos que Dios no está lejos de su pueblo sufriente, él quiere acompañarlos y liberarlos, hoy somos nosotros ese pueblo elegido, quiere acompañarnos en nuestros momentos de dolor y quiere liberarnos porque la opresión y los sufrimientos, nos convierten en infértiles, vamos perdiendo el sabor por la vida cuando el dolor ocupa más y más lugar en nuestros corazones. A veces nuestro propio pecado nos lleva al sufrimiento y a la infertilidad, por eso tenemos que reconocer nuestra fragilidad y decidirnos por la conversión de corazón y no solo de palabra, confiando como dice el salmista: “El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia”. Si nos acercamos a Dios con un corazón arrepentido vamos a experimentar esa bondad y compasión que brotan de su gran amor por toda la humanidad.

San Pablo en la segunda lectura nos brinda dos advertencias, en primer lugar nos dice: “No nos rebelemos contra Dios” , es decir, nos invita a alejarnos de todo pecado porque si pecamos ya nos estamos rebelando contra la voluntad de Dios que quiere que vivamos un camino de gracia y santidad. En segundo lugar afirma: “Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!”.   Este consejo es para todos aquellos que dicen: “Yo no tengo pecados, yo estoy libre de toda culpa, mi conciencia no me reclama nada”, cuidado, no tenemos que creérnosla, es ahí donde aparece el enemigo, nos pegaba tal sacudón y nos hace caer en el pecado. Nunca confiemos únicamente en nuestras propias fuerzas porque vamos a perder, siempre con Cristo que es nuestra fortaleza.

Y la vida del buen cristiano no se trata solo de no hacer el mal sino también de hacer el bien, por eso en el Evangelio, Jesús nos propone esta parábola de la higuera estéril: Dios Padre es el dueño de la higuera, aquel que pide los frutos, Jesús el viñador que intercede pidiendo una prórroga por la higuera y nosotros somos esa higuera.

El tiempo concedido a la higuera es para un hoy y un ahora de gracia y salvación, ese tiempo es para vos y es para mí, este es el tiempo para todos nosotros para convertirnos de corazón y dar muchos frutos.

El Papa Francisco en un comentario de este evangelio, afirmó: "Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y avanzar por el camino del bien. Pero la prórroga implorada y concedida mientras se espera que el árbol finalmente fructifique, también indica la urgencia de la conversión. El viñador le dice al dueño: «Déjala por este año todavía» (v. 8). La posibilidad de conversión no es ilimitada; por eso hay que tomarla de inmediato. De lo contrario se perdería para siempre".  (Francisco, Ángelus, 24 de marzo de 2019)

Llegando a la mitad de la Cuaresma podríamos preguntarnos: ¿Estamos viviendo aquella frase que escuchamos el miércoles de cenizas? “Conviértete y cree en el Evangelio” ¿Está presente en mi vida el deseo de conversión para vivir según las enseñanzas de Jesús? ¿Tengo conciencia clara y plena de mis pecados y deseo confesarlos? ¿Qué debo hacer para acercarme al Señor, para convertirme y para cortar las cosas que no van bien?  

Pidamos al Espíritu Santo que renueve en nosotros el deseo de una conversión sincera para prepararnos de corazón para celebrar la Pascua, la Resurrección en nuestra propia vida.


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jueves, 20 de marzo de 2025

Jubileo y Voluntariado



El 8 y 9 de marzo se llevó a cabo el Jubileo del Voluntariado  en Roma. Quizás sea uno de los conceptos de moda actualmente, pero ¿sabemos qué significan estas palabras?

Desde aquí trataremos de darte una buena idea de lo que ello representa. Empecemos por “jubileo”, este término tiene dos procedencias, una hebrea y otra latina. Por un lado, su raíz hebrea es yobel que hace referencia al cuerno del cordero utilizado como instrumento sonoro que servía para anunciar un año excepcional dedicado a Dios que se iniciaba con el sonido del yobel o cuerno. Por otro lado, su raíz latina: iubilum que describía los gritos de alegría de los pastores y que terminó por significar alegría, gozo o alabanza. En nuestros días, los jubileos son tiempos de reconciliación, renovación y compromiso. En estos tiempos podemos obtener Indulgencias Plenarias: "Es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en lo referente a la culpa que gana el fiel, convenientemente preparado" (Indulgentiarum doctrina - Pablo VI) 

Por lo tanto, la conmemoración de un jubileo va más allá de la celebración litúrgica, tiene profundas connotaciones personales y sociales. En lo que nos toca a cada uno, es un llamado al arrepentimiento y conversión de corazón, de renovación y compromiso en la construcción de una sociedad más solidaria y justa. En cuanto a sus implicaciones sociales, el jubileo es una ocasión para fomentar la paz, la justicia y la solidaridad en todo el mundo. 

Ambos, el jubileo y el voluntariado, comparten un mismo espíritu: el de la solidaridad y el compromiso hacia los demás. Mientras que el jubileo es un espacio y tiempo de gracia para la reconciliación y la renovación personal, el voluntariado se convierte en el medio y la oportunidad para vivir ese llamado, haciendo que la Buena Noticia sea un servicio concreto y desinteresado.

Aunque el término ‘voluntariado’ es común en nuestros días, su definición exacta puede variar según el contexto. Sin embargo, en todos los casos, el voluntariado implica un compromiso desinteresado al servicio de los demás, basado en las necesidades ajenas y motivado por el amor y la solidaridad. Por eso me gustaría saber ¿qué es para vos un voluntariado? ¿Eres voluntario en alguna organización? Te invito a compartir tus comentarios en nuestras redes. 

Hay una variedad interesante de definiciones y conceptos, todas ellas dependientes del diverso contexto donde las encuentres. Sin embargo, en todas ellas podemos encontrar algunas características en común: es un servicio concreto (o trabajo, aunque no remunerado), un hacer por otros, en base a las necesidades ajenas y un compromiso férreo que nace del dolor ante el sufrimiento o fragilidad de otros. Esto último es compartido por autores como Adela Cortina (Ética y voluntariado: una solidaridad sin fronteras, coescrito con Agustín Moratalla) y Luis A Aranguren (Lo esencial del Voluntariado).

El voluntariado no sólo transforma a quienes reciben ayuda, sino también a quienes lo practican. Como muchos voluntarios afirman, “recibo más de lo que doy”, ya que, además de ayudar a los demás, el voluntariado desafía nuestra propia vida, invitándonos a una transformación personal. Si no encuentras este crecimiento en tu servicio, tal vez sea momento de reconsiderar tu motivación y discernir si realmente estás siendo fiel a la misión de ayudar.

Tanto el jubileo como el voluntariado son manifestaciones concretas de una misión universal: la solidaridad. El Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, subraya que la solidaridad es un deber que nos llama a actuar en favor de los más necesitados y a construir una comunidad más justa. Allí enfatiza la importancia de la solidaridad y la misión de la Iglesia de ser una comunidad que se preocupa por los pobres y los marginados. También se refiere a la enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales, destacando la necesidad de una mayor justicia y solidaridad en el mundo. En este sentido, la solidaridad no es solo una opción, sino un deber y una misión para todos los seres humanos. 

Para terminar, el voluntariado es una forma concreta de vivir el mandato de Jesús, de llevar el Evangelio a todo el mundo. Donde “llevar el Evangelio” no solo se trata de transmitir la doctrina o la catequesis, sino también de demostrar el amor y la compasión de Dios a través de obras de caridad y servicio a los demás. El voluntariado también puede ser una forma de "evangelización" en sí misma, ya que muestra el amor y la preocupación de Dios 

En Bahía Blanca, Argentina, se produjo una inundación, dejó grandes pérdidas en casas y vidas humanas. En medio de esta tragedia se destacó la respuesta voluntaria de  ciudadanos de todo el país que se unieron para ayudar a los hermanos más afectados. Esta muestra de solidaridad es un reflejo fiel de lo que el voluntariado y el jubileo quieren promover: compromiso hacia el prójimo, el esfuerzo personal para mejorar la vida de los demás, y la esperanza de construir un mundo mejor.


Victor Ramirez




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sábado, 15 de marzo de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Monseñor Angelelli.


Lecturas del día: Libro de Génesis 15,5-12.17-18. Salmo 27(26),1.7-8.9abc.13-14.Carta de San Pablo a los Filipenses 3,17-21.4,1.


Evangelio según San Lucas 9,28b-36.


Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.


Homilía de Monseñor Angelelli, 2° Domingo de Cuaresma, 1974:


El domingo pasado, invitaba a toda la diócesis a la Cuaresma, con el espíritu y sentido que le da y quiere la Iglesia. Tiempo de revisión de vida privada y pública -decíamos- tiempo de grandes decisiones, tiempo que nos lleva a celebrar la Pascua, más allá de los ritos litúrgicos, vale decir, en la vida, porque ella es plenitud de vida y para cada uno de nosotros se constituye en tarea personal y comunitaria. La Pascua es la gran respuesta de nuestro Padre Dios al hombre, a cada uno de nosotros, en la persona de Cristo que nos hace velar la Cruz en un viernes santo y la Vida resucitada, liberada de la muerte, en el ALELUYA de la Pascua. La Pascua es la gran respuesta para la felicidad de los pueblos.


Pero la Pascua es conquista, es trabajo, es esfuerzo, es renuncia, es conversión, es muerte a todo lo que es egoísmo y mentira en el corazón nuestro. A esta Pascua nos preparamos con la cuaresma. A esta Pascua se encamina la Diócesis de La Rioja y la Iglesia Universal. Hacia esto estamos invitados los cristianos, especialmente, como una exigencia de Fe, como una condición de   peregrinos en la vida; como una obligación de Confirmados en la Fe, por el Espíritu Santo en el Sacramento que hemos recibido, porque fuimos hecho, Testigos del Hombre Nuevo en Cristo. A esta Pascua vivida se encamina el paso privilegiado de Dios, en este Año Santo. Pascua es reconciliación en la verdad, no en la mentira; en la vida, no en la muerte; en el amor, no en el egoísmo; en la búsqueda en común, no en la desconfianza mutua. Repito, la Cuaresma es la gran preparación; la gran gimnasia; el entrenamiento, que todos debemos hacer para que la Pascua de Cristo, se haga cada vez, más realidad en la vida de cada riojano y de toda La Rioja.


Por eso, hoy, las lecturas que hemos escuchado, se resumen en la frase que trae el Evangelio que hemos leído: (Lc. 9, 28-36) “Este es mi Hijo muy amado, Escúchenlo...”. Era la voz de Dios Padre que se hizo oír entre las nubes, cuando Jesús se trasfiguraba con la blancura de la nieve, Moisés y Elías, junto a Él, y los Apóstoles: PEDRO, JUAN y SANTIAGO como los chicos decían: “qué lindo es estar aquí, ¿nos quedamos?”. Pero una nube cubrió esa estupenda realidad de Cristo transfigurado, y solo se encontraron con Jesús, que les dijo: Bajen, vayan y guarden silencio hasta que resucite, hasta la Pascua. La Trasfiguración se convirtió en esperanza para ellos y para nosotros, en meta a alcanzar en la vida; y, al mismo tiempo, en la gran tarea de conquistarla, bajando a la realidad de la vida, la de todos los días; la que está mezclada de sufrimientos y alegrías; la que se hace dura, a veces, y que nos tienta de cansancio de seguir luchando para solucionar tantos problemas.


Y sigue resonando en nuestros oídos y en nuestras conciencias: lo que dijo Dios Padre: ESCÚCHENLO. ¿A quién?... a Cristo, el Hijo de Dios Vivo, el que nace en un Pesebre, el que muere en la Cruz, el que resucita al tercer día, el que está presente en la Eucaristía, el que convoca a vivir una comunidad nueva en la Iglesia.


Por eso, la Iglesia, jamás podrá renunciar a cumplir la misión que Jesús le encomendó. Ella sabe, que si es fiel a Cristo, el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio, que es anunciar la Pascua de Cristo y todo lo que supone prepararse para esa Pascua en la vida de los hombres y de los pueblos, deberá sufrir, también, como su Divino Maestro. “El discípulo no es mayor que el maestro”, nos dice Jesús. La Iglesia debe seguir repitiendo a los hombres: ESCÚCHENLO, hermanos hombres, porque en Él encontraremos la respuesta a todos esos interrogantes que no sabemos como eliminarlos de la vida. Si somos cristianos, estamos obligados de escuchar a este Cristo para que, quienes se acerquen a nosotros, descubran que el hombre nuevo ya comenzó en nosotros por el bautismo, y que deberá ir creciendo, como crecen las plantitas que plantamos. ESCÚCHENLO, nos dice Dios Padre. Para que podamos ayudarnos a reflexionar y vivir la cuaresma. El nos dice en su Evangelio:

-“el que quiere ser mi discípulo, que tome la cruz de cada día y me siga” -“no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos...” -“felices los pobres, los misericordiosos, los justos, los de corazón limpio, los que padecen persecución por la justicia, los pacíficos” -“sin mí nada podéis hacer...”-“el que escandaliza a los pequeños más le vale que se ate una piedra de molino en el cuello y se eche al mar...” -“he venido para que tengan vida y en abundancia...” -“yo soy la vid, ustedes son los sarmientos...” -“lo que sale del corazón, mancha al hombre, no lo que sale de la boca...” -“mujer, si nadie te condena, tampoco yo te condeno, vete en paz y no peques más...” -“cuando oren, digan, Padre nuestro que estás en los cielos...” -“el publicano salió justificado y no el fariseo...” -“vayan (a los apóstoles), prediquen a todas las gentes y bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...” -“a quienes a ustedes oigan, a mí me oyen, a quienes a ustedes los desechen, a mí me desechan...” -“reciban el Espíritu Santo... a quienes le perdonen los pecados le serán perdonados y a quienes se lo retengan, le serán retenidos...” -“Más fácil es que un camello entre por el agujero de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos...” -“Felices, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve sin hogar y ustedes me recibieron, estuve desnudo y me vistieron, estuve enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y me fueron a ver...” “cuando lo hacían con estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacían...” -“No todo el que dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre...” -“atiendan, lo que les digo en las parábolas: del ‘samaritano’, del ‘hijo pródigo’, el ‘rico Epulón’, ‘de la oveja perdida’, Dios, Único y Verdadero” -“en esto consiste la Vida Eterna, en que te conozcan a Ti, Padre, y a quien Tú enviaste, Jesús, el Cristo... que todos sean uno, que no los saques del mundo pero presérvalos del mundo...” -“Padre: perdónalos, porque no saben lo que hacen...”

Todos estos textos del Evangelio nos ayudan a saber escuchar a Jesús que nos habla a cada uno de nosotros y habla a su pueblo, que somos nosotros, pueblo riojano. Todo esto dice Jesús.


ESCÚCHENLO... seguirá siendo la tarea de nuestra vida diaria... porque nos habla, también:

-por su Iglesia que es el Cuerpo Total (místico) de Cristo -en cada sacramento que recibimos, en cada misa que participamos, en cada lectura que hacemos de la Biblia, en cada dolor de nuestros hermanos, en el corazón de cada hogar, en la inocencia de los niños, en el silencio de tanta gente que no tiene voz, en cada pecado que hacemos con el grito de nuestra conciencia, en la vida de nuestras comunidades, en el esfuerzo de cada hombre cuando alivia un dolor o soluciona un problema de su hermano, en los acontecimientos grandes o pequeños que vivimos como riojanos y como argentinos... en el ministerio sacerdotal de cada hermano sacerdote, en la religiosa junto al enfermo, al anciano, al pueblo que acompaña, en cada laico que es fiel a su bautismo y a la confirmación que recibió, y procura ser testigo fiel de Cristo en donde se encuentre. Nos habla en la sangre de los mártires, en los ideales limpios y nobles de nuestra juventud; nos habla en el esfuerzo de cada padre y madre para que su hogar sea una escuela de paz y de felicidad. Escúchenlo, nos sigue diciendo nuestro Padre Dios. Nos habla cuando nuestros hermanos que tienen la responsabilidad de gobernar ayudan al pueblo para que sea más feliz, más viva más fraternalmente, procuran que la justicia se haga realidad en todo el pueblo; que los ciudadanos se sientan protagonistas de su propio destino, porque la autoridad que tiene el hombre le es dada por Dios para el servicio de todos sus hermanos.


Hermanos: Estas reflexiones no llevan otra finalidad que ayudarnos a vivir una cuaresma a fondo para que como pueblo seamos felices. Dios lo quiere y no podemos renunciar a esta tarea difícil y estupenda de trabajar por lograrlo. Eliminemos de nuestra vida riojana, si lo hubiere, todo lo que siembra la desconfianza entre hermanos; todo lo que mata la creatividad, todo lo que posibilite que nuestro pueblo pueda apartarse de la fuente de la vida cristiana de la Iglesia, todo lo que signifique apartar al hijo de la madre, como sería apartar al pueblo de la Madre Iglesia. Pensemos que no somos dueños de las vidas de nuestros hermanos, sino servidores, y, de la nuestra, administradores solamente. 


Escúchenlo... sea para todos nosotros la tarea para nuestra reflexión semanal.



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lunes, 10 de marzo de 2025

Intención del Papa de Marzo


Queridos lectores, ¿Sabían que el santo padre Francisco encomienda una intención de oración por mes?

Estas intenciones son una convocatoria mundial a la acción y oración. El Papa las confía a su Red Mundial de Oración, que las difunde a través del “Video del Papa”. 

Hoy te invitamos a leer esta reflexión inspirada en el vídeo del mes de Marzo

Orar por las familias en Crisis

Durante este mes de marzo el Papa Francisco nos invita a contemplar en oración a las familias, de manera especial a aquellas que están en crisis y se encuentran divididas. Sabiendo que no existen las familias perfectas estamos llamados a colaborar con la tarea de que en nuestras familias reine la paz y haya siempre lugar para la reconciliación.


En este sentido, el Papa nos señala la importancia del perdón como aquel gesto de misericordia que nos permite “dar una nueva oportunidad”. Así como el Señor hace nuevas todas las cosas en nuestra vida cuando nos acercamos a Él también nosotros con su ayuda podemos entrenar desde el corazón nuestra capacidad de perdonar a quienes nos hirieron por alguna u otra razón. 


Contemplando nuestras familias podemos pensar en, ¿cuáles son las heridas que nos separan y no nos permiten convivir en armonía?, ¿somos capaces de perdonar a quienes nos ofenden?, ¿estamos abiertos a generar encuentros que promuevan la reconciliación? Estas son tan sólo algunas de las preguntas que nos pueden ayudar a redescubrir el valor de nuestros vínculos a la luz del amor que nos enseña Jesús con su propio testimonio de entrega por cada uno de nosotros. El que nos amó primero nos invita a secundarlo en el camino y así también ser capaces de amar a “todos, todos, todos”.


La familia es una escuela de humanidad que nos interpela a ser cada día más humildes para reconocer el valor del otro, la riqueza de su existencia y el aporte que puede ser para mi propia vida compartir con quienes son distintos, en el fondo, esos es la Iglesia, eso es la familia. Respetar y dar lugar a que cada uno pueda ser auténtico sin juzgar es una práctica que nos puede ayudar a vivir de una manera diferente promoviendo así la comunión en nuestras familias. 


Finalmente, en este camino, el Papa no marca que tengamos cuidado con el rencor que tantas veces aparece como un obstáculo en la invitación a tener un corazón misericordioso capaz de superar las diferencias. Pidamos a María que en este tiempo nos ayude a redescubrir el valor de cada una de nuestras familias y fortalezcamos nuestras oraciones por aquellas que están pasando un momento de dificultad para que encuentren consuelo y paz. 

Amén 


María Claudia Enríquez @clauchitaaaa



Y NO NOS OLIVEMOS DE REZAR POR LA SALUD DEL PAPA FRANCISCO 🙏🏻🙏🏻


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sábado, 8 de marzo de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Josué González Rivera OP



Lecturas del día Deuteronomio 26,4-10. Salmo 91(90),1-2.10-11.12-13.14-15.Carta de San Pablo a los Romanos 10,8-13. 


Evangelio según San Lucas 4,1-13.


Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,

donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.

El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan".

Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan".

Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra

y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero.

Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá".

Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto".

Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,

porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden.

Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra".

Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios".

Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.


Homilía por Fray Josué González Rivera OP


Fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado


Queridos hermanos, nos encontramos ya en el tiempo de la Cuaresma, un periodo especial en el que la Iglesia nos invita, a través de la liturgia, a contemplar un camino de preparación que nos dirige hacia la Pascua. Este tiempo sagrado es una oportunidad para profundizar en nuestra propia conversión, apoyándonos en las prácticas que el Miércoles de Ceniza nos ha señalado: el ayuno, la oración y la limosna. Son estos algunos de los medios privilegiados para recorrer este camino espiritual.


Hoy, en este primer domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta la escena de Jesús en el desierto, donde es tentado por el demonio. Durante cuarenta días, Jesús se dedica a la preparación de lo que más adelante será su ministerio público. Sin lugar a duda, esto nos lleva a hacer una analogía con nuestros propios cuarenta días cuaresmales, en los que nos preparamos para celebrar la Pascua.


El desierto es un espacio con un profundo significado en la historia de la salvación. En el Antiguo Testamento, fue allí donde Moisés y el pueblo de Israel afianzaron su alianza con Dios, lo conocieron mejor y experimentaron su presencia de una manera especial. Sin embargo, el desierto es un lugar ambivalente: por un lado, representa la experiencia del encuentro con Dios, pero, por otro, es un espacio de prueba, exigencia e incluso tentación, donde las fuerzas del mal intentan apartarnos del camino del Señor.


Es importante notar que Jesús no llega al desierto por casualidad: el Espíritu Santo lo conduce allí. Dios está presente en ese lugar árido y desafiante. La tentación no sucede en un abandono absoluto, sino en la compañía del Espíritu. Del mismo modo, cuando nosotros atravesamos los desiertos de la vida, cuando enfrentamos dificultades y pruebas, no estamos solos, sino que contamos con la presencia del Espíritu de Dios.


El desierto es un espacio de vulnerabilidad, un lugar donde los recursos son escasos y donde se revelan nuestras fragilidades. Jesús, siendo verdadero Dios y verdadero hombre, experimenta esta vulnerabilidad, padeciendo el hambre, la sed y la tentación. Sin embargo, nos muestra que es posible atravesar el desierto y salir victorioso.


Las tentaciones que enfrenta Jesús tienen un significado profundo: Transformar una piedra en pan representa la búsqueda de la satisfacción personal, la tentación de reducir la vida a lo material. Inclinarse ante el maligno para obtener poder es la tentación de la corrupción, de buscar el dominio y el éxito sin importar los medios. Arrojarse desde el pináculo del templo para provocar un milagro es la tentación de manipular a Dios, de buscar la fe basada en lo espectacular y no en la confianza. Jesús rechaza estas falsas promesas porque tiene a Dios como su verdadera fuente de satisfacción, fuerza y misión. Su vida va más allá de lo material, se mantiene fiel al Reino de Dios y no busca que la fe dependa de espectáculos llamativos.


Jesús enfrenta la tentación respondiendo con la Palabra de Dios, citando en particular el Deuteronomio. Este libro no es solo un compendio de leyes, sino un testimonio del llamado a la fidelidad, a la confianza en Dios y a la conversión. En Él encontramos la enseñanza de que la fe no es una cuestión de comodidad o de privilegios, sino un camino de entrega y fidelidad. Al comenzar nuestro camino cuaresmal, pidamos al Señor que nos lleve al desierto, al lugar del encuentro con Él. Un encuentro que nos impulse a fortalecer nuestra vida espiritual, no solo con oraciones y sacrificios, sino también con una vida más generosa y comprometida.


A lo largo de la historia de la espiritualidad cristiana, el desierto ha representado un espacio privilegiado de conversión. Es el lugar donde se hace una pausa en la cotidianidad para buscar a Dios con mayor intensidad. En esta Cuaresma, cada uno de nosotros está llamado a encontrar su propio desierto: un momento de silencio, de reflexión, de desapego de las distracciones que nos alejan del Señor. También podríamos sentir que hay situaciones de especial angustia y tristeza que son como desiertos donde somos llevados, sin ver una salida clara. Pero debemos recordar que el desierto no es nuestro destino final. El pueblo de Dios no se quedó en el desierto, sino que lo atravesó y salió fortalecido para entrar en la tierra prometida. Jesús no se quedó en el desierto, sino que, venciendo la tentación, salió para anunciar el Reino de Dios.


También nosotros, cuando realicemos nuestras prácticas cuaresmales, debemos recordar que la Cuaresma no es un fin en sí misma, sino una preparación para la Pascua. Nuestro objetivo no es solo renunciar a ciertos placeres o costumbres, sino convertirnos realmente al Evangelio y caminar hacia la vida nueva que Cristo nos ofrece. Que el Espíritu Santo nos conduzca en este camino, y que la Pascua nos espere al final de nuestro desierto.




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