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martes, 20 de julio de 2021

Boletín de San José N° 5: "San José, amigo de Dios"



Queridos amigos lectores de este blog y del boletín de San José, este mes esperamos un día más para publicar el boletín y celebrar junto a San José el día de los amigos. A continuación compartimos un texto de la hna. Jessica del corazón de Jesús, op, que nos ayudará a reflexionar sobre la amistad con Dios y con todos los hombres. 

    -En este mes de la amistad, qué mejor que meditar este hermoso don contemplando la persona de San José, un fiel amigo de Dios, como también un gran amigo de los hombres. Podemos suponer que José desde su corta edad cultivó una relación cercana y amorosa con Dios. Por medio de sus padres y la comunidad judía conoció las Sagradas Escrituras y poco a poco la voz de Dios fue marcando el rumbo de su vida. Seguramente fue aprendiendo y meditando cada expresión en su interior. Sin dudas en algún momento habrá resonado en su corazón el pasaje del Eclesiastés que dice: “Un amigo fiel es una protección segura; el que lo encuentra ha encontrado un tesoro.” (6,14).

Es posible a la luz de la Palabra reconocer de qué se trata este lazo de amistad con Dios, que hoy es para nosotros una invitación. San José es testimonio de amistad con Dios y en eso consiste la santidad: en ser amigo de Dios. A continuación señalaremos tres características de la amistad en San José, estas son: encuentro, vínculo y fidelidad.

Encuentro

Toda amistad presupone un encuentro, ya sea programado o inesperado. Inicia en el momento en el que dos personas se acercan, comparten, se conocen. Descubren lentamente el corazón, se abren a una relación, están disponibles, son capaces de salir de sí mismos para dar y recibir amor. En este encuentro lo central es el diálogo y la escucha.

José es amigo porque se encuentra y entra en diálogo con Dios, le cuenta lo que piensa, vive y siente, lo hace partícipe de sus proyectos y deseos. Se abre a sus designios, escucha sus palabras, reconoce el paso por la historia del pueblo de Israel y por su propia historia. José es un hombre de discernimiento capaz de “escuchar: al Señor, a los demás, a la realidad misma” (Gaudete et Exultate,172.). Y encuentra en Dios un amigo, en Él halla refugio, paz, sostén. Encuentra confianza, fortaleza y esperanza. Surge de este modo un compromiso mutuo, de guardar en secreto este encuentro sincero y profundo, descubriendo en la amistad con este Otro, el hermoso tesoro del Amor.

Cada uno de nosotros puede encontrarse con San José y contarle las propias luchas, necesidades y anhelos. Como buen amigo, él recoge en su corazón cada pedido, cada secreto, cada oración.

Vínculo

Para que la amistad crezca no basta con encontrarse sólo una vez, sino que es necesario que se dé este encuentro con cierta frecuencia, para que sea posible tejer un vínculo de cercanía y confianza. Para gestar esta relación hace falta ser sinceros, auténticos, descubrir y aceptar los propios dones y límites, pero lo más importante es amar al otro tal como es y dejarnos amar como somos.

José crece en amistad con Dios y hacer su voluntad le ocasiona problemas. Vemos en él un hombre profundamente humano, consciente de sus fragilidades, que reconoce su pequeñez ante la gran misión que Dios le confía. Para José la vida no fue fácil, como sucede en la vida de cada uno de nosotros, él también pasó por dificultades, sufrimientos y diversas pruebas, pero en medio de la confusión y el desconcierto la fe lo sostuvo y le dio sentido a lo que vivía. El Papa Francisco en Patris Corde señala que “a través de la angustia de José pasa la voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Así, José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad.”

Creer en Dios significa confiar en Él, nuestro amigo. Creer en su presencia, confiar en la Providencia, saber que no abandona, sino que continúa sosteniéndonos de la mano. San José experimenta esta confianza en las promesas de Dios y Dios también confía en él. Es tan fuerte la amistad de Dios con San José que le otorga la enorme misión de ser padre adoptivo de su Hijo, la cual sólo podía ser confiada a un fiel amigo suyo, que tuviera un corazón semejante y pudiera amar y proteger con su vida a Jesús y María.

San José confía y da confianza. Nos enseña a aceptar y asumir nuestra humanidad, a confiar en la gracia que nos asiste, a discernir y estar siempre disponibles para hacer la voluntad de Dios. Su misión es acompañar, ser presencia, oculta, opacada, pero estar ahí, siempre. Su corazón es refugio, es hogar, que acoge y anima, que provee de lo necesario para el cuerpo y el alma. Es lugar de encuentro, de cercanía, de oración. A él recurrimos una y otra vez, como el amigo inoportuno, y nunca encontramos las puertas cerradas ni regresamos con las manos vacías.

Fidelidad

El vínculo de amistad se fortalece y crece cuando hay fidelidad. Perdura cuando hay cierta permanencia en el tiempo y se prueba en momentos de dificultad. Madura cuando se alimenta el vínculo con pequeños gestos, cuando es continua la presencia, la confianza, la cercanía, el amor. La amistad hace al hombre feliz, le da alegría y ensancha su corazón. La amistad con Dios santifica al hombre. “La palabra «feliz» o «bienaventurado», pasa a ser sinónimo de «santo», porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha.” (Gaudete et Exultate N° 64).

San José es testigo de la fidelidad de Dios y aprende a ser fiel a Él, se vuelve dócil a tal punto de abandonarse a sí mismo una y otra vez, por amor y para amar. La amistad acrecienta el AMOR. San José ama, con todo su ser, ama cuidando, ama trabajando, ama la vida, ama a su familia y a cada persona que se le acerca, por eso es también un gran amigo de los hombres.

Hoy necesitamos aprender a ser amigos de Dios y de los hombres, como lo hicieron los santos. Ser cercanos y humanos, construir, sostener y reparar lazos, ser hermanos, crecer en fraternidad. No hacen falta muchas palabras sino el testimonio de una vida entregada, feliz, llena de amor y alegría. Ese es el modelo que descubrimos en San José, que alcanza tantos corazones con su vida sencilla en la casita de Nazaret y en su humilde taller.

Ahora te invito a recordar a tus amigos, a veces no tenemos muchos, incluso si los pensamos desde el encuentro, el vínculo y la fidelidad puede que no sean tantos. Te propongo dar gracias por él, ella o ellos, por cada uno y lo que significan en tu vida. Podés escribir sus nombres en un papel y colocarlos debajo de una imagen de San José o una estampita para que él custodie esta amistad.

San José, amigo de encuentro, de vínculo profundo y fiel, ruega por nosotros y por nuestros amigos. Amén.

Hna. Jessica del corazón de Jesús, op

Hermanas Dominica de San José



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Boletines anteriores:

Leer Boletín N° 1: "Amar al modo de José"

Leer Boletín N° 2: "José supo guardar lo que se le había encomendado"

Leer Boletín N° 3: "Modelo de los trabajadores, ruega por nosotros"

Leer Boletín N° 4: "El Magníficat de José. Participar del gozo del Señor"


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sábado, 19 de junio de 2021

Boletín de San José N° 4 : "EL MAGNÍFICAT DE JOSÉ. PARTICIPAR DEL GOZO DEL SEÑOR"





Como todos los días 19, hoy recordamos a San José con el boletín de las hermanas dominicas de San José de Argentina:

- Te propongo pensar en San José como un hombre feliz cuya felicidad … está en la lógica del don de sí mismo” como lo dice el Papa Francisco en su carta Patris Corde.

¿En qué lógica estaría la felicidad de José? Sin duda estuvo en ese acoger lo que Dios le pedía: que reciba a María en su casa, que le dé un nombre al Niño, que vayan a Egipto, que regresen… Esa lógica, para él y para cualquiera de nosotros, entraría dentro de lo que llamamos “Voluntad de Dios”. Allí en esa dinámica, José descubrió la manera de plenificar su vida en la tierra donándose por entero a Jesús y a María.

En esta lógica, estuvo sin duda el motivo de la felicidad de José y porque supo donarse a sí mismo al Don mayor que era el Hijo, sin dudas, el Padre le dijo “Servidor bueno y fiel, entra a participar del gozo de tu Señor” (Mt. 25,23). Entrar “en el cielo” pero porque a la vez vivió ese cielo en la tierra, el cielo que era la vida cotidiana del Hogar de Nazaret…

Sabemos que un canto de alabanza, de felicidad y de gran gozo en la Biblia fue el Magníficat de la Virgen. Pero: ¿Y si no fue la única que en la escena de la inminente llegada del Mesías y del tan esperado cumplimiento de la promesa que desbordó de gozo entonado también un Magníficat? Tal vez también José, el hombre del silencio, movido por tal conciencia de pequeñez, por pura alegría, cantó en su corazón, desde lo más hondo de su alma, alabando a su Señor!

Volvemos a lo del principio: Cómo no iba a ser feliz quien se había donado a sí mismo a la voluntad de Padre, quién sabiéndose pequeño tomó por esposa a la mujer más pura de todas y luego de oír la voz del ángel guardó al Niño en su casa, lo defendió en los momentos de adversidad y lo ayudó a crecer en la fe y el trabajo.  Sí, todo eso sacó a la vista el temple de José: hombre feliz, capaz de cantar las bondades de Dios por saberse amado. Y porque se sabía amado aprendió a dar con alegría porque “Dios ama al que da con alegría” (2 Cor. 9, 7). Pero, ¿será que ama al que da con alegría o el que da con alegría puede dar porque se sabe amado por Dios? Ambas cosas, lo uno y lo otro.

Sí, José al igual que María “cantó las grandezas del Señor” … Vos y yo en lo más íntimo de nuestro corazón ¿qué cantamos?. Qué hemos dado, qué estamos dando con tal alegría que nos hace andar seguros, confiados en la certeza de que todo, absolutamente todo lo que nos pasa y transcurre alrededor cuelga y se desprende de un plan más alto.

¿Qué letras resuenan en tu corazón, qué palabras no podes callar? No sabes callar. El hombre no sabe alegrarse en solitario sino que quiere compartir su alegría, dice Jan Dobraczyński en su clásico libro "La Sombra del Padre"  -Y el Hijo, Jesús que crecía a su lado aprendió de él esa capacidad interior de vivir en la alegría. De la alegría que trae como premio el donarse. ¡Mirando a su padre en la tierra, Jesús tal vez, “amasó” dentro suyo ese concepto de Bienaventurados, que utilizó luego en el sermón del monte… ¡Bienaventurado, feliz José! (feliz mi padre José diría Jesús).-

De nuevo la pregunta… ¿qué nos alegra? ¿Qué canta nuestro corazón? ¿Cuál es nuestro magníficat? ¿Qué proclamamos con fuerza? Pidamos a Dios cantar algo de todo lo que Él hizo en nuestras vidas. Que eso nos alegre el corazón, que lo ensanche para ser como José, creyentes alegres y padres, madres y hermanos de acogida. Qué como José esperemos con alegría en la promesa de Dios y mientras tanto cantemos…

José, padre bueno y alegre, enséñanos junto a tu esposa María a cantar silenciosamente las grandezas del Señor. Aquí estamos con los pobres corazones que a veces cantan otros cantos o que temerosos no se animan a cantar su propio canto. Intercede para que un día entremos en el gozo del Señor, pero también para que hoy podamos vivir en el gozo del Señor y que crezca en nosotros la confianza de dar con alegría porque nos sabemos amados. Como José amados y llamados a custodiar a Jesús en los demás… amados y alegres.

¿Cómo habrá sido el Magníficat de San José, qué palabras habría tenido? Podes pensarlo y escribirlo…

En Internet aparece este posible Magníficat de San José, podemos hacer con él una oración:

“Mis manos son salmos

en cada golpe de herramienta,

y todo mi ser rebosa de alegría

en Dios, hecho viga de nuestra madera,

porque ha mirado con agrado

la inocencia de mi querida María

y la pobreza de un carpintero.

Desde ahora y por todos los siglos

a ella le dirán Madre de Dios

y a mí, me tendrán por Patriarca

todas las generaciones,

porque el Señor poderoso,

el del perdón, la misericordia y la ternura,

ha hecho una obra bella en nosotros.

Su brazo hace palanca para cambiar el mundo,

colma la mesa de los pobres

y deja vacía la de los ricos.

A mi esposa, convertida en Madre,

ha hecho umbral de Dios

y a mí, portal de Jerusalén,

aunque, sin duda, sólo soy

un poco de esperanza al lado de una virgen.

A ambos y al mismo tiempo,

nos ha dado albergue

y nos ha hecho albergue de Israel

mostrando su misericordia en aquel vientre

y en estas manos,

hechas espera de un recién nacido

que no es mío,

pero que es mío para siempre.”

 Autor: Hermanas Hijas de San José (Madrid)

 

Hna. Fernanda de María Martinelli, op

                                                                                    Hermanas Dominica de San José





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miércoles, 19 de mayo de 2021

Boletín de San José N° 3 : "Modelo de los trabajadores, ruega por nosotros"


Recientemente hemos celebrado la fiesta de San José Obrero, patrono de los trabajadores. A raíz de esto, queremos centrarnos en el valor del trabajo. Poder preguntarnos ¿Cómo vivo mi trabajo? ¿Es para mí lugar de encuentro con Dios? ¿Sirvo por medio de él a los demás? Los invito a contemplar a José, que él nos enseñe a redescubrir y vivir la dimensión espiritual del trabajo.

Nos dice el Papa Francisco en el punto 6 de su carta Patris Corde: “San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.”

San José se ganaba la vida con la habilidad de sus manos. Y seguramente su taller fue testigo de muchas horas de trabajo, de oración, de las conversaciones compartidas con Jesús y María, de las veces que recibía y escuchaba con mucha atención las dificultades o preocupaciones de algunos de sus clientes.

Me gusta imaginar el taller de San José como un lugar cálido y de acogida, en el que no sólo entra el que necesita algo material sino también el que busca consuelo, palabras de aliento, compartir sus alegrías, acercarse a Dios. Eso es lo que José brindaba en su taller, esto es lo que aún nos sigue brindando hoy. Y es lo que estamos llamados a descubrir y a vivir en cada uno de nuestros trabajos, en ese lugar en el que Dios nos ha puesto, con las personas con las que nos ha confiado. Especialmente en este tiempo donde pareciera que el trabajo es sólo sacrificio, que su finalidad es sólo material y que es incompatible con el disfrute, el gusto, el placer.


Estamos llamados a asumir el compromiso de que, mientras ganamos con el trabajo el sustento para cada día, debemos realizarlo de modo que resulte provechoso para la sociedad, que sirva al bien de nuestros hermanos y contribuya a que se cumplan los designios de Dios en la historia. 
De esta manera El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia”.  (Patris Corde 6)

Le pidamos a nuestro querido san José, patrono de los trabajadores, que interceda por los que han perdido su fuente laboral y que nos ayude vivir el trabajo con vocación de servicio, como el escenario en el cual podemos santificarnos.

 

Hna. Mercedes Vega, op

Hermanas Dominicas de San José


Para terminar te invitamos a escuchar este himno a San José (recomendación de la Hna. Mercedes)







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lunes, 19 de abril de 2021

Boletín de San José N° 2 : "José supo guardar lo que se le había encomendado"



A lo largo de la historia hemos oído habla de San José siempre de la mano de Jesús y de María. La humidad que lo caracteriza es tan grande que ha brillado por esta virtud a pesar de haber pasado su vida en lo escondido, en segundo plano como nos dice el Papa Francisco, pues ni en las Sagradas Escrituras se lo escuchó pronunciar palabra alguna.

En este año tan particular, en el que celebramos los 150 años de su declaración como “Patrono de la Iglesia” por el Papa Pio IX, quiero mostrar una de las tantas imágenes y facetas con la que se conoce a San José, el padre de la Sagrada Familia. En esta oportunidad quiero presentar a San José, como Depósito.

Hacemos un paréntesis aquí para explicar este término, Depósito. Esta palabra comúnmente la utilizamos para hacer referencia a un lugar de nuestra casa o de algunas construcciones, a ese sitio donde guardamos lo que ya no se usa, lo que está roto, lo que tiene que ser reparado o algo que no cabe en el lugar donde vivimos y creemos que en algún momento puede llegar a tener utilidad. Pero veamos ahora el sentido bíblico que tiene esta palabra y porque decimos que San José fue el depósito de Jesús y de María.

Leemos en la Historia Sagrada que, el Augusto Templo de Jerusalén era el lugar del depósito de los judíos; lugar en el que depositaban sus tesoros confiándolos al cuidado sus sacerdotes. Esta referencia nos quiere enseñar el sentido religioso que tenía para ellos la acción de depositar en ese lugar lo valioso, sus tesoros no podían estar mejor colocados que en el lugar donde se honra a la Divinidad y en las manos de los consagrados por Dios.

Así, en su providencia infinita, Dios Padre confía en las manos de San José el depósito de María y Jesús, tal es este depósito que la casa de José se convierte en un templo, donde el mismo Dios se digna habitar. José debió ser consagrado para guardar ese Sagrado Tesoro. En efecto, él lo fue, en su cuerpo por la continencia y en su alma por medio de todos los dones de la gracia.


Rescatamos de una Homilia de Jacobo Bossuet:

“El primero de todos los depósitos que ha sido confiado a su fe (entiendo el primero en el orden del tiempo) es la santa virginidad de María, que él debe conservar intacta bajo el velo sagrado de su matrimonio, y que él siempre cuidó santamente como un depósito sagrado que no le estaba permitido tocar. Éste es el primer depósito. El segundo es el más augusto, es la persona de Jesucristo, al cual el Padre celestial deja en sus manos, para que sirva de padre a este Santo Niño que no puede no tener uno en la tierra. Cristianos, ya veis dos grandes y dos ilustres depósitos confiados al cuidado de José. Pero yo señalo todavía un tercero, que encontraréis admirable, si puedo explicároslo claramente. Para entenderlo, es necesario señalar que el secreto es como un depósito. Traicionar el secreto de un amigo es violar la santidad del depósito; y las leyes nos enseñan, que si divulgáis el secreto del testamento que os confío, puedo luego obrar contra vosotros, como por haber faltado al depósito: Depositi actione tecum agí posse, como hablan los jurisconsultos. La razón es evidente, porque el secreto es como un depósito. Por donde podéis comprender fácilmente que José es depositario del Padre eterno, porque Él le ha dicho su secreto. ¿Qué secreto? El secreto admirable es la encarnación de su Hijo. Porque, fieles, no ignoráis, que ésa era la voluntad de Dios, no manifestar a Jesucristo al mundo antes de que llegase la hora; y San José fue escogido no solamente para conservarlo, sino también para ocultarlo.” (Jacobo Boeeut, Sermones sobre San José, 1657)

Reflexionando sobre esta imagen y admirable virtud de nuestro Patrono San José, animémonos a depositar en él todas nuestras alegrías y tristezas, nuestros deseos y anhelos más profundos, nuestros mayores tesoros, sabiendo que él los custodiará con gran amor y dedicación como lo hizo con María y Jesús.

Que San José, quien supo guardar lo que se le había confiado, guarde nuestras vidas y las preserve de todo mal, nos enseñe su modo delicado y silencioso de ser depósito de los tesoros que se nos confían: nuestras familias, amigos, compañeros, alumnos, pacientes, hermanos, pueblo fiel.

Que en este año, San José nos regale la gracia de caminar junto a su Hijo Jesús, que podamos experimentar también nosotros el ser depósito de ese gran tesoro y conservarlo en nuestro corazón.  


Hna. Gabriela V. García, op

Hnas. Dominicas de San José





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viernes, 19 de marzo de 2021

Boletín de San José N° 1: "Amar al modo de José"


Queridos lectores, en el año de San José queremos ofrecer un boletín en homenaje a San José para profundizar en el conocimiento de la vida de este gran santo, se publicará el día 19 de cada mes. A continuación les compartimos el boletín N° 1:

Estamos celebrando el año de San José desde el 8 de diciembre de 2020 al 8 de diciembre de 2021, recordando los 150 años desde que fue declarado Patrono de la Iglesia. El papa nos invita a conocer más a este hombre de pocas palabras, pero mucha acción, a quien Dios confió su casa y su más grande tesoro: su Hijo amado.

Sabemos de José que es hijo de David, el carpintero de Nazaret, esposo de María, padre en la tierra del Hijo de Dios, el hombre de los sueños, a quien Dios habla a través de sus ángeles, el que no encontraba posada, el del pesebre, el que le puso al Verbo hecho carne el nombre de Jesús, el extranjero en Egipto, el providente para la familia de Nazaret, el que la sostenía con su trabajo, y hoy sigue sosteniendo espiritualmente y materialmente a la Iglesia. De allí el conocido “Ite ad Ioseph”, Id a José, como el pueblo de Egipto acudió a José, hijo de Jacob y salvó la vida del hambre, Id a José, porque quien va a él no vuelve con las manos vacías, y aún más Id a José porque quien va a él se encuentra con Jesús y María.

Podemos decir muchas cosas de San José y a su vez parece que no lo conociéramos del todo, pues bien solemos decir que a alguien se lo conoce por lo que ama, lo que le apasiona, de lo que habla a los demás, aquello por lo cual su corazón late; si nos encontramos con una madre lo más probable es que nos hable de sus hijos, si nos encontramos con un docente de sus alumnos y las clases, con un científico tal vez de su último descubrimiento, y ¿si no encontramos con José? Seguro nos habla de Jesús y María.
Y de este amor, de esta forma de amar es lo que queremos reflexionar hoy.

José ante todo es el hombre que supo amar, con profundidad, hasta el último latido, hasta el último aliento, de una forma creativa protegiendo, rezando, trabajando, en lo que Dios le pidiese y como Dios se lo pidiese. José amó sin reservas, con una afectividad sana pero también en medio de confusiones y debilidades, tuvo que ejercitarse en el amor para llegar a amar de una forma libre y no posesiva.
En medio de un mundo tan herido por la violencia, el desamor, la traición, la falta de vínculos sanos, y el deseo de posesión de los demás José aparece para nosotros como ejemplo. Podemos dirigirnos directamente a Él, con confianza para que nos ayude a nosotros a aprender a amar…
Tu modo José es siempre un ejemplo…cuando supiste del embarazo de María tu corazón se desgarró porque la amabas, pero ese mismo amor te llevó a vencerte a vos mismo para no acusarla, porque querías su bien. Sentiste en tu corazón el amargo sabor de la traición, lloraste y la desesperanza y el desconcierto te hicieron dormir, pero Dios se apiadó de tu dolor y tuvo en cuenta tu justicia y fidelidad.
Te despertó en sueños y te contó la verdad, la Verdad que te hizo libre… pero ¡que dilema era esa Verdad! Una Madre Virgen, y un Padre que no era sino la sombra del verdadero, tu esposa no era tu esposa y tu Hijo no era tu hijo, entonces ¿quién eras? Te habrá sido difícil a vos mismo saberlo, pero la Esperanza en Dios y sus promesas, la misma de tu padre David, estaba en tu corazón. 

El Ángel te dijo que no te fueras, y no te fuiste, y te alegraste de no tener que alejarte para siempre de María, no la tenías como habías pensado, pero ¡sí la tenías! La tenías en el Amor verdadero, que no es poseer sino estar, estar siempre al lado buscando el bien del otro. Te pusiste al servicio con todo lo que tenías y eras, y te convertiste querido José en el más fiel de los servidores de tu Señor.
Las dudas ciertamente no te dejaron, Dios nunca te habló sino sólo en sueños, aún así ¡tuviste fe!, aquella certeza de lo que no se ve.

Aunque más bien ¡Dios sí te habló de frente! Cuando te pedía que lo alces, que lo abraces, que le des agua, que le enseñaras a trabajar con esas manos que habían creado el mundo. José viviste con las personas que más amaron en el mundo, y estuviste a la altura de esa casa y de ese amor.

José rezaste mucho y ¡le enseñaste al mismo Dios a decir Shemá Israel!
José fuiste fiel al más puro de los amores, con todas las potencias y fragilidades de tu humanidad. El hombre más íntegro de la historia, probado con el yugo del pecado original pero siempre firme en el bien. José el soñador, como el de Egipto, el carpintero, el justo, el padre de Dios, su custodio valiente, y el castísimo esposo de la Virgen María, enséñame a ser fiel aunque no entienda, a tener fe aunque no vea claro, a escuchar con obediencia la voz de Dios, y a amar sin poseer aunque duela.

Acompáñame José cada día con tu modo, y cuando despierte del sueño como vos, pero no ya acá sino en la eternidad abrázame como verdadero Padre mío que sos y amigo, abrazo que aprendiste de Jesús y María. Amén

Que de un modo especial en este mes que lo recordamos, san José nos alcance de Dios esta gracia de saber amar y las intenciones que quedan en los latidos de nuestro corazón.

Hna. Antonella Maciel, op

Hnas. Dominicas de San José


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