jueves, 10 de julio de 2025

Formación en el discernimiento


En este mes conocemos más sobre la formación en el discernimiento Este mes, el Papa León XIV nos invita a orar por un tema profundo y necesario: la formación en el discernimiento. Una propuesta que, lejos de ser simple, nos abre a un mundo de preguntas, búsquedas y decisiones interiores. Desde Vivamos Juntos la Fe, queremos acompañarte a descubrir qué significa discernir, y por qué este camino puede transformar nuestra forma de vivir la fe con libertad, autenticidad y sentido.

“Discernir” no es una palabra que suela formar parte de nuestro vocabulario cotidiano. Sin embargo, en la tradición espiritual cristiana, y especialmente en la espiritualidad ignaciana, tiene un peso enorme. Según la Real Academia Española, discernir es “distinguir algo de otra cosa, señalando la diferencia entre ellas. Comúnmente se refiere a operaciones del ánimo”. Aunque para los cristianos, y particularmente para quienes siguen las enseñanzas de San Ignacio de Loyola, discernir es mucho más que elegir entre opciones. El discernimiento implica escuchar, con atención y humildad, lo que Dios quiere decirnos en lo profundo del corazón. Se trata de elegir entre varias posibilidades, muchas veces todas aparentemente buenas, pero buscando siempre aquella que más nos lleva a vivir según el Evangelio, a amar más, a servir mejor y a ser más libres.

No se trata de elegir entre el bien y el mal, eso ya está claro, sino de descubrir entre varios bienes cuál es el que más se ajusta a la voluntad de Dios para mí en este momento. Por eso, discernir es mucho más que una estrategia de toma de decisiones: es una actitud espiritual, una apertura radical a Dios que actúa en nuestra historia. San Ignacio decía que Dios “trata directamente con la criatura humana”. Esto significa que Dios nos habla personal e íntimamente, nos guía y nos mueve interiormente a través de deseos, sentimientos, emociones, pensamientos, consuelos y desolaciones. En el discernimiento aprendemos a leer estos movimientos del alma, lo que él llamaba “las mociones del espíritu”, para descubrir la voz de Dios en medio de nuestras circunstancias concretas.

El discernimiento es un arte que se aprende. No es automático. Por eso hablamos de “formación en el discernimiento”. Y el camino por excelencia que la Iglesia y los jesuitas ofrecen para crecer en esta capacidad son los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Lejos de ser un simple libro, los Ejercicios son una experiencia viva. Son un proceso de oración, silencio, meditación y acompañamiento que tiene como fin ayudar a la persona a ordenar su vida según Dios. El propio San Ignacio afirmaba que los Ejercicios no se leen: se hacen, se viven, se rezan. Solo así podemos entrar en contacto con ese Dios que quiere hablarnos, guiarnos y darnos la libertad interior necesaria para elegir lo que más nos lleva a Él.

Discernir es, finalmente, aprender a elegir no solo lo que parece bueno, sino lo que es mejor según la mirada amorosa de Dios sobre nuestra vida, aquello que Dios dispuso para nuestra felicidad y libertad. Esa es la clave del discernimiento cristiano: no se trata simplemente de tomar decisiones, sino de buscar en todo la mayor gloria de Dios y el mayor bien de nuestras almas.

Al hacer los Ejercicios Espirituales, la persona aprende a afinar su sensibilidad espiritual, desarrollando una escucha interior que le permite reconocer más claramente la voz de Dios en medio de la vida cotidiana. Así como uno aprende a distinguir sonidos o sabores, también el alma se ejercita para discernir los movimientos del Espíritu. Esto exige disponibilidad, escucha, tiempo y una disposición a dejar que Dios sea el centro. En palabras de Ignacio, se trata de ser “contemplativos en la acción”, capaces de encontrar a Dios en todas las cosas y de elegir según Su querer.

Ahora que se acercan las vacaciones y quizá tengamos más tiempo libre, ¿por qué no buscar espacios para encontrarnos con Dios? Te animamos a regalarte unos días de silencio, de retiro, de oración. Si en tu parroquia o comunidad se ofrecen Ejercicios Espirituales, no lo dudes: son una oportunidad privilegiada para aprender a discernir y dejarte conducir por el Espíritu.





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sábado, 5 de julio de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Pbro. Diego Olivera


Lecturas del día: Isaίas 66, 10-14 – Salmo 65 - Gálatas 6, 14-18

Evangelio según San Lucas 10, 1-12. 17-20

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’. Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad, que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad”. Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les someten. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

Homilía del Pbro Diego Olivera

En las lecturas de este domingo encontramos la alegría como una característica transversal que encontramos en la primera oración de la primera lectura y se extiende a lo largo de todas las lecturas hasta la última oración del Evangelio. Podríamos preguntarnos ¿Qué es la alegría?

El diccionario de la real academia española define a la alegría como “un sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores”. Si hablamos de sentimientos y de manifestaciones se pone en juego nuestra interioridad y nuestra exterioridad, podríamos decir que todo nuestro ser se pone en juego con este sentimiento. Cuando una persona se pasa en copas, decimos: “está alegre” porque internamente el exceso de alcohol nos desinhibe y externamente se traduce en comportamientos eufóricos.

Ahora los invito a descubrir que es la Alegría en términos bíblicos y desde una mirada de fe:

Para Isaías, la alegría es la paz en Jerusalén, la restauración después de un tiempo de luto. Después del destierro, vuelve la alegría a Jerusalén porque Dios se compromete a engendrar un nuevo pueblo donde reine la justicia y la paz: “Como niños serán llevados en el regazo y acariciados sobre sus rodillas; como un hijo a quien su madre consuela, así los consolaré yo”. Con esta afirmación de la primera lectura, el autor expresa con gestos maternos, sin lugar a dudas, su propia experiencia tan intima con Dios y nos invita a experimentar la misma “maternidad de Dios”, que brota de la santísima trinidad para con todos  nosotros, sus hijos. En este texto se repite la palabra alegría y gozo, nunca olvidemos que la voluntad misma de Dios es la felicidad de sus hijos.

El salmo nos indica cual es la gran fuente de alegría al afirmar: “Alegrémonos en él…” 

La gran fuente de Alegría es Cristo. Al finalizar la plegaría eucarística (en la doxología) los sacerdotes decimos: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente…” en italiano: “Per Cristo, con Cristo e in Cristo, a te, Dio Padre omnipotente…” esta triple mención de Cristo creo que nos puede ayudar a profundizar en la fuente de nuestra Alegría: Nos alegramos por Cristo, es decir, por su obra de salvación para con nosotros. Nos alegramos con Cristo, es decir, junto a él que camina a nuestro lado. Nos alegramos en Cristo, es decir, en una intima relación con él, que habita en nosotros.

En la segunda lectura, San Pablo expresa que la fuente de la Alegría es la cruz de Cristo: “Hermanos: No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo…” -La cruz, aquello que antes de su conversión era una vergüenza, como para cualquier judío, se convierte en el signo de identidad del verdadero mensaje cristiano. Los cristianos debemos gloriarnos en esa cruz, que no es la cruz del sacrificio sin sentido, sino el gran gesto del amor consumado. Pablo no puede permitir que se oculte o se disimule la cruz del evangelio. Es más, la cruz se hace evangelio, se hace buena noticia, se hace agradable noticia, porque en ella triunfa el amor sobre el odio, la libertad sobre las esclavitudes - Fray Miguel de Burgos Núñez

Podríamos preguntarnos: ¿Por qué a veces no nos bancamos la cruz? Pongamos la mirada en Cristo, como cristianos estamos llamados a ser como Él. Y para ser como él, es necesario bancarse la Cruz. A Jesús le hubiera gustado atravesar el momento de la cruz en cinco minutos y estuvo horas arriba de la cruz. A la Virgen María, le hubiera gustado que rápido sucediera la Resurrección y estuvo días esperándola. Entonces, hay que bancarse los momentos de cruz para gozar de la Resurrección. No solos, sino en comunidad: María, el discípulo amado, María Magdalena, María la mujer de Cleofás y muchos más se sostuvieron mutuamente.

En el evangelio de hoy se relata la misión de los discípulos, como camino de arduo trabajo, de desprendimiento de las seguridades materiales, de riesgos y rechazos (cruces); un camino donde triunfa la Alegría, no por meritos o éxitos humanos sino porque el Reino de Dios se hace presente entre los hombres.

“Pónganse en camino; yo los envío…” Cabe destacar que Jesús es el que designa y envía a los discípulos misioneros, pero aquí no se menciona solo a los 12, se menciona un número que expresa plenitud, la intencionalidad es poner de manifiesto que toda la comunidad, todos los cristianos deben ser evangelizadores.

Y qué lindo fruto surge de la misión: “Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría…” Quienes han tenido la experiencia de misionar anunciando la Buena Nueva de Jesús, seguramente han experimentado gran gozo al regresar, por ser testigos de la fuerza liberadora del Evangelio.

Estos discípulos le expresan a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Con esta expresión se afirma que el mal del mundo se vence con la bondad radical del evangelio. Cuando se anuncia el evangelio liberador del Señor siempre se percibe gran alegría, porque son muchos los hombres y mujeres que son liberados de sus esclavitudes, angustias y heridas. Son sanados por el amor que brota del anuncio del Evangelio.

Pero Jesús les dice que no se contenten solo por eso: “Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”. Pues Jesús se entregó por todos, pero en el pleno uso de la libertad cada uno debe elegir seguir a Cristo para gozar de la promesa del Reino de Dios, promesa que se tiene que compartir anunciándola a quienes todavía no la conocen.

El papa Francisco expresó: “La misión de la Iglesia se caracterizará por la alegría. ¿Y cómo termina este paso? «Regresaron los setenta y dos alegres» (v. 17). No se trata de una alegría efímera que viene del éxito de la misión; por el contrario, es un gozo arraigado en la promesa de que ―dice Jesús― «vuestros nombres están escritos en el cielo» (v. 20). Con esta expresión, él se refiere a la alegría interior, la alegría indestructible que proviene de la conciencia de ser llamados por Dios a seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos”.

Hace unos días una joven me dijo: "Padre, mis amigas no me entienden, me dicen: no podes andar todos los días así de alegre y yo les digo que desde que conocí a Jesús vivo así, hace 3 años comencé este camino de fe y este es mi testimonio, compartir la alegría del encuentro con Jesús"

Queridos hermanos, abramos el corazón a la gran Alegría que brota del encuentro con Jesús y salgamos a compartir esa alegría con los demás. Salgamos a sembrar la semilla del Evangelio con mucha alegría y con la Esperanza de que Jesús la hará germinar

Feliz y bendecido Domingo!

 


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jueves, 3 de julio de 2025

Descansa en Dios alma mía


Se avecina un tiempo privilegiado para apartarnos del mundanal ruido y volver a respirar la paz del descanso. Son días favorables para recuperar las fuerzas desgastadas en el trabajo de la jornada o en el estudio asiduo. Las vacaciones ayudan a reinventarnos para volver a empezar. Nuestra batería social también se agota y necesita ser enchufada por el Espíritu paráclito que nos da la Paz. 

Se nos proponen una variedad de ofertas para el descanso: dormir más de ocho horas al día, caer en el ocio de estar en la cama o en el sillón para ver series infinitas, pasar los días y las noches enredados en hacer nada detrás de una pantalla. Estas ofertas para descansar hay que desecharlas porque lo único que conseguimos es agotarnos más. Lo que realmente demanda el cuerpo y el alma es un verdadero descanso reparador, que restaure mí vitalidad.

El rey David, su hijo Salomón, y los salmistas nos dan algunas pistas para encontrar ese anhelado descanso del alma. Después de los combates en la vida diaria, es bueno recordar que el Señor ha sido nuestro refugio y nuestra salvación, que si no fuera por Él ya habríamos perecido en el abismo de nuestros errores. Entonces lo que pide el corazón humano en este tiempo favorable es buscar al Señor para darle gracias y dejarnos encontrar por Él.

“Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor ha sido bueno contigo:
arrancó mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída” (Salmo 114)

“El Señor te colma de gracia y de ternura;
Él sacia de bienes tus anhelos,
y como un águila se renueva tu juventud” (Salmo 102)

En éste año jubilar dedicado a la virtud teologal de la Esperanza, la Iglesia nos invita a peregrinar con el corazón rebosante de alegría, colmados de Esperanza. Aquí encontramos entonces un buen consejo para descansar: caminar. La peregrinación es la oración más perfecta porque simulamos a la Iglesia que peregrina hacia el Cielo, y también es la oración más sencilla porque lo único que tienes que hacer es mover tus dos piernas hacia adelante. Se puede aprovechar el día para tomar un poco de sol, respirar aire puro, y mientras se camina se puede rezar un misterio del Rosario, o repetir alguna jaculatoria sencilla como “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí”. 

“Descansa sólo en Dios alma mía,
porque Él es mi Esperanza;
solo Él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré” (Salmo 61)

Por supuesto, también el descanso supone entrar en sintonía con la propia vida, contemplar la belleza de estar vivo, dedicar el tiempo a actividades que quizás tenías postergadas. Leer ese buen libro que tenías pendiente, desempolvar esos talentos que están arrinconados en alguna parte de tu alma. Puedes sacar a relucir lo mejor de tu personalidad. No tengas miedo a descansar bien, a descansar en Él, a dejar que tu corazón encuentre sosiego. Seamos conscientes de la importancia del buen descanso, porque como decía en sus Confesiones el siempre joven San Agustín: “Nos has hecho Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”.    


 Autor: Fray Ronald Andrade OP


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sábado, 28 de junio de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Emiliano Vanoli OP


Lecturas del día: Libro de los Hechos de los Apóstoles 12,1-11. Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9. Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 4,6-8.17-18.


Evangelio según San Mateo 16,13-19.


Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".

Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".

"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".

Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.

Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.

Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".


Homilía por Fray Emiliano Vanoli OP


La mediación humana: gracia y escándalo

¿Por qué confesar mis pecados a un hombre? ¿Por qué ir a misa si puedo entenderme directamente con Dios? ¿Por qué “creerle” a la Iglesia? En última instancia: ¿por qué Dios ha puesto mediaciones humanas, frágiles y que comenten errores, entre Él y nosotros? Y esto no sólo es así, sino que, para mayor escándalo o admiración, llegamos hasta celebrar las maravillas que Dios ha querido obrar a través de estos mediadores humanos.


Precisamente hoy celebramos la solemnidad de San Pedro y San Pablo apóstoles, y de ambos al mismo tiempo. Cada uno por su lado tiene su fiesta particular: de San Pedro celebramos en febrero su cátedra, es decir su autoridad en la Iglesia, y de San Pablo en enero recordamos su conversión, cuando pasó de ser perseguidor a perseguido a causa de Cristo. Entonces ¿qué celebramos hoy? Nada menos que el acto definitivo de entrega total por amor a Dios, el testimonio rubricado con su sangre de que Cristo es el Señor y ellos dignos instrumentos personales y dóciles en sus manos. Hoy celebramos el martirio de San Pedro y San Pablo en la ciudad de Roma; el primero crucificado boca abajo, el segundo decapitado por la espada.


Y la pregunta permanece: ¿por qué? ¿Por qué quiso nuestro Señor Jesucristo fundar la Iglesia sobre la confesión de fe de San Pedro? Así suena hoy la Palabra de Dios en el Evangelio: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". “…Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…” ¿Por qué el Señor quiso ejercer su mediación única entre Dios y los hombres valiéndose de otras mediaciones humanas?


San Pablo dice que el mensaje del Evangelio es necedad para la sabiduría humana, y que Dios ha querido usar esta necedad de la predicación para propagar la fe, para hacer crecer a la Iglesia. Yace aquí el misterio de la fuerza de Dios que anida en la debilidad humana. Esta es la manera en que Dios en su sabiduría eterna ha dispuesto salvar a los hombres. No con la elocuencia y la persuasión humana, no con un poder incontestable, sino a través de la libertad de seres humanos frágiles y débiles que se ponen en total disponibilidad para que la fuerza de Dios obre en ellos, incluso al punto de gloriarse en las propias debilidades.


¿Por qué las mediaciones? De alguna manera providencial la mediación de otra persona, para acceder a la Iglesia y a los sacramentos, actúa como un remedio, como una medida curativa contra nuestro orgullo. Nadie puede alcanzar la salvación por sí solo, la necesidad de recurrir a alguien más ataca de raíz esta fantasía de auto salvación. Todos necesitamos alguien que nos bautice, alguien que nos transmita la fe, que nos perdone los pecados y nos alimente con la Eucaristía, entre otras cosas. Y tal vez esta sea la forma más sabia para lograr abrir camino en nosotros a la gracia que Dios nos quiere dar. Pareciera que sólo nos allanamos profunda y realmente frente a Dios cuando aceptamos la dependencia en que vivimos respecto a los demás, no sólo en la vida cotidiana, sino también en nuestra vida espiritual y de relación con Dios. 


San Pablo y San Pedro son modelos de estos medios dispuestos por Dios para fundar y extender su Iglesia por todo el mundo. Ambos experimentaron su pobreza frente a Dios y comprendieron que no se trataba de lo que ellos podían hacer, sino de lo que Dios podía y quería obrar en ellos y a través de ellos, incluso con la gracia de dar testimonio de su fe a costa de la propia vida. Comprendieron claramente que su vida entera estaba dedicada al servicio de los demás en la transmisión de la fe. Pidamos al Señor en este día la gracia de imitar a estos modelos y pilares de la Iglesia.



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viernes, 13 de junio de 2025

Se abrió la causa de canonización de un joven argentino


El pasado 9 de junio, Mons. Marcelo (Maxi) Margni, Obispo de Avellaneda-Lanús anunció la apertura de la causa de beatificación y canonización de Jorge Cristian Perez, solicitando información relativa a su vida y testimonio cristiano.

Para brindar información dirigirse al Obispado de Avellaneda-Lanús, calle Ameghino 907, Avellaneda (1870), Provincia de Buenos Aires o comunicarse: info@obispadoavelan.com /WhatsApp: (11) 2878 8412


Biografía de Jorge Cristian Pérez

Nació el 28 de septiembre de 1977 en Buenos Aires, Argentina. Recibió el sacramento del bautismo en la parroquia San José de Villa Domínico el 7 de enero del 1978.


Aproximadamente a los 16 años, se acercó a la parroquia Lujan de Sarandí, invitado por sus amigos y compañeros del colegio. En ese tiempo se fue integrando con los jóvenes de la Acción Católica. Pasó por los grupos de prejuveniles y juveniles. En ese mismo tiempo integró una banda de rock y blues en la que tocaba el bajo con algunos jóvenes de la parroquia.


En el año 1996, movido por una gran generosidad, se traslada a la Parroquia Santa Catalina de Dock Sud, para ayudar a conformar los nuevos grupos de Jóvenes de Acción Católica. Empieza un crecimiento interior muy notable. Descubre las riquezas del Acompañamiento Espiritual con un sacerdote y profundiza un camino de amistad con Jesús que le abre nuevos horizontes en la oración y el apostolado. Empieza a frecuentar el sacramento de la Reconciliación, recibió la primera comunión y el sacramento de la confirmación.  

Comienza a asomar en Jorge su capacidad de liderazgo. Con su animación y cuidado acompañaba a los jóvenes de su edad o más pequeños no solo desde el lugar de delegado sino desde una profunda amistad y hermandad para con ellos. Jorge para muchos era como un hermano mayor y aquel que les mostró el camino hacia Jesús. Tenía un modo apasionado de explicar las cosas que más le gustaban

Le gustaba jugar al futbol, tenis y andar en bicicleta. Le encantaba la música, especialmente el Rock. Era hincha del Club Atlético Independiente.

No esperaba que los jóvenes se acercaran a la parroquia. Los iba a buscar y usaba el fútbol como excusa para atraerlos. Participaba no sólo de la misa dominical, sino que cuando podía iba entre semana a escuchar la Palabra de Dios y recibir la Sagrada Comunión. Amaba rezar y cantar junto al Sagrario e invitaba a otros jóvenes para que lo acompañaran.

En el año 1997, participó de un retiro vocacional de tres días, en el seminario mayor de Villa Mercedes, provincia de Buenos Aires. Esa experiencia le ayudó a afirmar más su vocación como joven cristiano laico en la parroquia; con sus amigos, la familia y el estudio. Al terminar el secundario decidió estudiar el profesorado de geografía, en el Instituto Superior Dr. Joaquin V. Gonzalez.

En enero de 1998 fue parte del grupo misionero de la parroquia que en ese verano fueron al paraje Los Rosales, del departamento de Anta, provincia de Salta, dónde ayudó y se dejó ayudar por las buenas personas de ese lugar. En 1999 compartió con la comunidad de la parroquia Ntra. Sra. Del Rosario, en la localidad de 9 de Julio en la provincia de San Juan, una Semana Santa entera, ayudando al párroco de allí y compartiendo experiencias de vida con los jóvenes. Quedó tan vinculado, que meses después, volvió allí, adelantándose unos días a la Asamblea Federal de la Acción Católica Argentina, cuya sede iba a ser en la misma ciudad de San Juan. Se lo recuerda, entre otras cosas, como organizador de una noche heroica ante el Santísimo, con su guitarra, el canto y la oración. En esta provincia se lo recuerda muy bien hasta el día de hoy, particularmente en la localidad de 9 de Julio.

También se recuerda que ayudaba brindando apoyo escolar a aquellos muchachos que no llegaban muy bien con sus materias a fin de año. Y por el testimonio de algunos de ellos, los resultados eran bastante buenos. Tenía tiempo para todos. Para trabajar, estudiar, para su novia, para su familia, para la parroquia.

En el mes de agosto del año 2000 se realizaba la Jornada Mundial de la Juventud en Roma, un acontecimiento tan esperado por muchos y especialmente por Jorge, quien pudo inscribirse y pagar algunas cuotas para participar de la misma. El dinero lo obtenía como fruto de su esfuerzo y trabajo.

En su último fin de semana de vida, trabajó esa mañana del sábado en el colegio Santo Tomas; participó de las actividades parroquiales con los jóvenes como todos los sábados en Dock Sud; asistió de la misa de 19hs en la Iglesia Jubilar de Luján de Sarandí, que era una de las tres designadas para ganar indulgencias por el año jubilar. Indulgencia que evidente buscó alcanzar, como lo afirmó su director espiritual.

En la noche del domingo 5 de marzo llego a su casa y pudo encontrase con su mamá. Doña Mercedes, trabajaba toda la semana con cama adentro, cuyo horario comenzaba en la noche del domingo. La acompañó a la parada del colectivo para despedirse de ella y es allí, que recibió una bala en su cuerpo que lo hirió mortalmente. Fue una bala perdida que surgió de un hecho confuso a varios metros de allí. Falleció en el hospital de Wilde unas horas después. Cuando lo trasladaban al hospital un amigo de su hermano le prometió venganza para quienes lo habían lastimado. Jorge expresó “déjalos, yo ya los perdoné”. 

Sus restos mortales descansan en el cementerio de Avellaneda.






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domingo, 25 de mayo de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Emiliano Vanoli OP


Lecturas del día: Libro de los Hechos de los Apóstoles 15,1-2.22-29. Salmo 67(66),2-3.5.6.8.Apocalipsis 21,10-14.22-23.


Evangelio según San Juan 14,23-29.:


Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.

El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.

Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»

Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !

Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.


Homilía por Fray Emiliano Vanoli OP 


Escuchar al Espíritu Santo

En la última Cena, Jesús promete a sus discípulos el envío del Espíritu Santo. Les asegura que este Espíritu no solo estará con ellos, sino que les enseñará todo y les recordará lo que Él les ha enseñado (cf. Jn 14,26). No los dejará huérfanos. Es el gran consuelo que deja a su Iglesia: una presencia viva, interior, que guiará sus pasos y le permitirá mantenerse fiel al Evangelio en medio de las dificultades y los cambios de la historia.


La primera lectura de este domingo (Hch 15,1-2.22-29) nos muestra cómo esa promesa comienza a cumplirse. La comunidad cristiana primitiva se enfrenta a un problema muy concreto: ¿deben los paganos convertirse al judaísmo y cumplir sus leyes para poder ser parte de la Iglesia? Es una cuestión delicada, que toca la identidad misma del pueblo de Dios. Para resolverlo, los apóstoles, junto con los presbíteros y toda la comunidad, se reúnen en Jerusalén: allí nace lo que después conoceremos como el primer Concilio de la Iglesia.


Pero lo más importante es que esa asamblea no fue un debate de ideas, ni una lucha de influencias, ni una mera votación para ver quién imponía su visión. Fue un verdadero ejercicio de escucha. Escucha de los testimonios, de la experiencia vivida por Pablo y Bernabé, y sobre todo, escucha del Espíritu Santo. Por eso la decisión tomada puede expresarse con estas palabras tan elocuentes: “El Espíritu Santo y nosotros mismos hemos decidido...”. Esta frase encierra el misterio de una Iglesia que discierne, que no se mueve por estratagemas humanas, sino por docilidad al Espíritu.


Ese mismo Espíritu sigue hoy enseñando y recordando a la Iglesia las enseñanzas de Jesús. Pero para reconocer su voz, es necesario aprender a escucharlo. Esa escucha comienza en lo personal: en la oración de cada día, en el silencio interior, en la lectura de la Palabra. Solo quien cultiva esa intimidad con Dios puede luego ser instrumento de discernimiento en su familia, en la sociedad y en la misma Iglesia.


Cuando hoy hablamos de una Iglesia sinodal, nos referimos precisamente a esto: a una Iglesia que camina unida porque se detiene a escuchar, discier juntos los caminos, se deja guiar por el Espíritu Santo que le fue prometido, cada quien según su oficio y carisma. No es una estrategia humana, ni una moda pasajera, sino el estilo mismo que Jesús quiso para su comunidad.


Pidamos hoy a Dios este don: la capacidad de escuchar al Espíritu Santo en nuestra vida. Que no vivamos una fe superficial o ruidosa, sino una fe atenta, humilde y disponible a lo que Dios quiere mostrarnos. Que podamos decir, como los primeros cristianos: "el Espíritu Santo y nosotros mismos hemos decidido...", porque primero hemos sabido escuchar su voz.




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sábado, 10 de mayo de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Josué González Rivera OP


Lecturas del día: Libro de los Hechos de los Apóstoles 13,14.43-52. Salmo 100(99),2.3.5. Apocalipsis 7,9.14b-17.


Evangelio según San Juan 10,27-30.


Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.

Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.

Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre.

El Padre y yo somos una sola cosa".


Homilía por Fray Josué González Rivera OP 


Este domingo, llamado tradicionalmente Domingo del Buen Pastor, la liturgia nos invita a contemplar el misterio de Cristo que nos llama, nos conoce y nos conduce hacia la vida eterna. Las lecturas de hoy no solo nos ofrecen consuelo, sino también una fuerte llamada a la escucha, al discernimiento y al testimonio.


Jesús nos dice en el Evangelio de san Juan: “Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna”. Esta afirmación de Cristo es profundamente personal y a la vez universal. Nos sitúa ante una relación que no es simplemente religiosa o ritual, sino vital y existencial. Somos conocidos por el Buen Pastor, no de manera superficial, sino en lo profundo de nuestro ser. Él conoce nuestras luchas, nuestras heridas, nuestras búsquedas. Pero también espera de nosotros una respuesta: la escucha atenta de su voz.


Vivimos inmersos en un mundo saturado de voces, mensajes e imágenes que pugnan por captar nuestra atención. Voces que a menudo prometen felicidad, seguridad, reconocimiento... pero que, en realidad, nos desorientan y nos dispersan. Es por ello que urge afinar el oído del corazón para discernir la voz del único Pastor que no nos engaña: aquel que da la vida por sus ovejas. Su voz no grita, no impone, pero resuena con fuerza en la conciencia del que la acoge con fe. Escuchar su voz significa dejarse encontrar, dejarse conducir, y también dejarse transformar.


Jesús añade: “Yo les doy vida eterna”. No dice “les daré”, sino les doy. La vida eterna, entonces, no es simplemente un premio futuro para después de la muerte; es una realidad que comienza a anticiparse ya, aquí y ahora, en el corazón de los creyentes que viven unidos a Cristo. Desde el bautismo hemos sido sumergidos en su vida, y por tanto vivimos ya la vida divina, aunque todavía en camino, entre luces y sombras. La gran cuestión es si acogemos o no ese don, si vivimos como ovejas que escuchan y siguen, o si preferimos dispersarnos en nuestras propias sendas.


La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos presenta el coraje apostólico de Pablo y Bernabé, que no se dejan vencer por el rechazo ni por la persecución. En ellos actúa la fuerza de la Palabra de Dios, una Palabra viva, convocante, universal, gozosa y expansiva. Es notable cómo se repite en el texto la centralidad de la Palabra del Señor: es ella la protagonista verdadera de la misión eclesial. Ellos prestan su voz, pero es el Buen Pastor quien habla a través de sus enviados. Aquel pueblo que escuchó a Pablo y Bernabé tuvo la lucidez espiritual de reconocer la voz de Cristo en medio de ellos. Así también nosotros, hoy, debemos preguntarnos: ¿sabemos distinguir su voz entre tantas otras? ¿Nos tomamos el tiempo para silenciar el ruido exterior e interior y escuchar lo que Dios quiere decirnos en su Palabra?

La visión del Apocalipsis nos muestra el desenlace glorioso de esta historia de escucha y fidelidad: una multitud incontable, de toda lengua y nación, que ha lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero. Es una imagen de esperanza y de plenitud. Ellos ya no padecen ni hambre ni sed, ni llanto ni dolor, porque el Cordero-Pastor los ha conducido a las fuentes de agua viva. Esta visión no es evasiva; es el horizonte que da sentido a nuestro esfuerzo presente. Saber que estamos en manos del Resucitado, y que nadie puede arrebatarnos de allí, es una fuente inagotable de alegría.


Como la Iglesia primitiva, nosotros también estamos llamados a colaborar con Cristo en la extensión de su voz. Como aquellos primeros discípulos, no podemos guardar para nosotros el tesoro del Evangelio. La misión brota de la alegría de sabernos salvados. Ser cristiano no es simplemente un consuelo personal, sino una vocación a ser testigo, a que otros también escuchen y se dejen alcanzar por la voz del Pastor.


Y, añadiendo algo sobre la elección del nuevo Papa, León XIV, este hecho que ha generado esperanza y expectación en tantos fieles, también debe entenderse desde esta perspectiva: el sucesor de Pedro no es un mero administrador o figura pública, sino ante todo un pastor según el corazón de Cristo. Como tal, su primera tarea es escuchar la voz del Buen Pastor para luego transmitirla con autenticidad al Pueblo de Dios, buscando ser el también un “buen pastor” a imagen de “El Buen Pastor”. Que su inicio de pontificado coincida con esta conmemoración es providencial y va más allá de cualquier coincidencia. El Papa es, por vocación, un garante de la unidad, un testigo de la Palabra y un servidor de la comunión universal.


Que este domingo nos renueve en la certeza de que pertenecemos a Cristo, escuchando su voy y descubriendo que hemos sido conocidos por Él, invitados a participar de su vida eterna. Que podamos también ser instrumentos de su voz, cada uno en su vocación especial, para que todos escuchen, todos crean, y nadie se quede fuera del banquete del Reino.



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