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sábado, 27 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 5° Domingo de Pascua con Fray Paul OP



Hechos de los Apóstoles 9,26-31. Salmo 22(21),26b-27.28.30.31-32. Epístola I de San Juan 3,18-24.


Evangelio según San Juan 15,1-8.


Jesús dijo a sus discípulos:

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.

El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.

Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»


Homilía por Fray Paul OP 


La imagen de la viña es una parábola que Jesús usa en los evangelios sinópticos para enseñar cómo es el Reino de los Cielos, el fruto de la vid es la Eucaristía. Sin embargo, en el evangelio de Juan vemos que Jesús mismo es la Vid Verdadera, es uno de los tantos "Yo soy" que emplea para desvelar el misterio de su nombre divino y de su persona. Jesús es la Vid de verdad y el Padre el viñador. El Padre es el encargado de purificar los sarmientos, es decir, a Él le compete la tarea de cortar, podar y limpiarnos para poder dar más fruto. Si creemos que ya somos fructíferos por nuestras buenas obras, Dios nos invita a ser más fecundos todavía. 


La Palabra de Dios es la que ayuda a purificarnos. Esta palabra "purificar" en griego es "katarsis". Se trata de una poda, de cortar y extirpar todo aquello que nos hace daño y contamina el alma. Hay que dejar que la fuerza de la Palabra divina haga éste efecto sanador en nosotros. 


El Evangelio debe cumplir la tarea de una podadora para embellecer nuestro corazón. De este modo permaneceremos en Él, así como Él permanece en nosotros. La permanencia, el estar arraigados y firmes en la fe cristiana, es la garantía para dar cada vez más frutos, porque sin Él nada podremos hacer. Si alguno se aleja de su presencia, Él mismo se encargará de podarnos  y avivarnos con su fuego purificador. Lo fascinante de todo esto es que nosotros podemos colaborar con el Viñador en ésta tarea. Estamos llamados a consolar a los que se han alejado de la Viña del Señor para restablecerlos a la fe. Esto podemos pedirlo al Señor. Ser sus instrumentos, así como el Viñador necesita de herramientas para recoger los frutos, así mismo Dios quiere necesitar de obreros y operarios para deleitarse de lo dulce de la Vid. 


San Ireneo decía que "la gloria de Dios es que el hombre viva". Pienso que lo decía inspirado en éstas palabras de Juan "la gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto". Porque ciertamente una vida estéril e infecunda no es vida. La vida nos ha sido dada para fructificarla, para multiplicar los dones que el Señor nos ha regalado, en el estilo de vida que vivamos, en la vocación particular que fuera, estamos llamado a dar frutos en abundancia, porque al final de todo, "por sus frutos los reconoceréis" (Mt 7,20).


¿Sabias que el papa Francisco nos invitó a vivir el año de la Oración? Más información aquí



Homilías de Pascua:






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sábado, 20 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 4° Domingo de Pascua con Pbro. Pablo Montaño


Hechos de los Apóstoles 4, 8-12. / Salmo 118(117), 1.8-9.21-23.26.28.29. / Epístola I de San Juan 3, 1-2.


Evangelio según San Juan 10, 11-18.


Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.

El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.

Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.

Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".


Homilía por el Pbro. Pablo Montaño:


Estamos celebrando hoy el cuarto Domingo de Pascua, rezando especialmente hoy junto a toda la Iglesia en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.


Como todos los años, la figura que nos acompaña y habla es la de Jesús Buen Pastor, y qué bonito dejar que el pastoreo de Jesús nos hable a todos, no sólo a los sacerdotes o consagrados, sino a todos! Porque en definitiva, todos de un modo u otro, pero muy concretamente, hacemos eco y realidad en la Iglesia y en el mundo el pastoreo de Jesús.


Si pudiésemos resumir la liturgia de la Palabra de este fin de semana, creo que podríamos usar una palabra: COMPROMETERSE.


Vamos a ir de atrás para adelante…

¿Por qué el Buen Pastor es capaz de dar su vida por las ovejas? ¿Por qué las conoce?. Porque se comprometió apasionadamente por cada una, por cada uno de nosotros. Y justamente el compromiso es eso, con la propia vida, actitudes, decisiones, saber decirle al otro "sos importante para mi" "doy la vida por vos". Y es justamente lo que Jesús hizo, y nos repite a cada rato. Él, como Buen Pastor no se deja llevar por la "aparente multitud" del rebaño; tiene la delicadeza, la grandeza de saber comprometerse con la vida, la historia y la realidad de cada una.


Es justamente lo que los Apóstoles aprendieron, y de lo que nos habla la primera lectura. El testimonio de quienes supieron comprometerse con el que estaba al borde del camino, hasta olvidado…


Si leemos un poco antes de esta parte de los Hechos, encontramos una frase de Pedro que nos puede ayudar mucho a entrar en lo que celebramos este fin de semana; dice así: “No tengo ni plata ni oro, pero te doy lo que tengo” (Hch. 3,6). No dieron algo ajeno, no dieron lo que sobraba, se dieron ellos mismos, como lo hizo Jesús. Qué bonito poder imaginar que en el corazón de los Apóstoles resonaban las palabras de Jesús: “Tomen, coman, esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”... Tomen, esto soy yo, me entregó totalmente por ustedes, sin guardar ni reservar nada.


Y ése es el desafío de vivir la vocación al modo de Jesús; hoy él nos invita a vivir nuestra vocación al modo de su pastoreo: nos llama a comprometernos, a jugárnosla, a darnos del todo por el otro que tiene un nombre y un rostro concreto. Por eso hablamos de vocación, porque nos compromete toda nuestra existencia para que seamos don para los demás.


Así nos pastorea Jesús, y así nos quiere pastoreando. No de un modo "déspota" u opresor, encerrando a las ovejas en el corral de mis propias lógicas, sino aprendiendo mirar con corazón de pastor tanto a las que están, cómo a las que deciden dejar el corral; y tanto para unas y otras, aprender a gastar la vida. Un calzado gastado, con la suela finita es signo que se ha usado mucho, que tiene mucho caminado… Qué lindo que nuestra vida también se vea así, no prolija, no extremadamente cuidada… Gastada. Por cada uno, porque Jesús me envía, me confía tantas personas, y porque gastar la vida por los demás nos puede hacer sumamente felices y plenos!!


Para esto qué necesario es detener la marcha del camino, aunque sea por este fin de semana, y desde aquí contemplar al Pastor, y pedirle sólo una gracia: poder comprometernos como Él se compromete con nosotros.


Qué lindo que hoy podamos rezar especialmente por los jóvenes, y comprometernos con ellos para que puedan descubrir lo que Dios sueña para sus vidas, la vocación que ha pensado desde siempre para ellos. Por eso les regalo está pequeña parte del mensaje de Francisco para este fin de semana:

“Por todo esto les digo una vez más, como durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “Rise up! – ¡Levántense!”. Despertémonos del sueño, salgamos de la indiferencia, abramos las rejas de la prisión en la que tantas veces nos encerramos, para que cada uno de nosotros pueda descubrir la propia vocación en la Iglesia y en el mundo y se convierta en peregrino de esperanza y artífice de paz. Apasionémonos por la vida y comprometámonos en el cuidado amoroso de aquellos que están a nuestro lado y del ambiente donde vivimos.


Se los repito: ¡tengan la valentía de involucrarse! Don Oreste Benzi, un infatigable apóstol de la caridad, siempre en favor de los últimos y de los indefensos, solía repetir que no hay nadie tan pobre que no tenga nada que dar, ni hay nadie tan rico que no tenga necesidad de algo que recibir.



Homilías de Pascua:





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