sábado, 6 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 2° Domingo de Pascua con Pbro. Renzo Gallo


Hechos de los Apóstoles 4,32-35. Salmo 118(117),2-4.16-18.22-24. Epístola I de San Juan 5,1-6.


Evangelio según San Juan 20,19-31.


Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.

Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.


Homilía por el Pbro. Renzo Gallo. 


Seguimos caminando este tiempo de Pascua, y los textos de este segundo Domingo nos invitan a seguir profundizando en el seguimiento de este Cristo que está vivo y nos invita a resucitar con Él.


En esta oportunidad los textos nos invitan a poner la mirada sobre nuestra fe. Sabemos que la fe es un don, es un regalo que nos viene de Dios, por lo que necesitamos pedir que se mantenga ardiendo en nuestro corazón y estar atentos para poder custodiarlo. 


Por un lado, los textos del libro de los Hechos como del cuarto Evangelio, nos sitúan en un contexto de persecución, donde los personajes experimentan el ser rechazados y amenazados. En el libro de Hechos, podemos verlo en los versículos anteriores (Hech. 4, 1-31), y en el caso del Evangelio de Juan lo encontramos en la expresión “…estando cerradas las puertas del lugar… por temor a los judíos…” (Jn. 20, 19). Sin embargo, estas situaciones que experimentan no es impedimento para que el encuentro con Jesús resucitado se dé, como así también se observan los frutos de ese encuentro. 


Nuestra fe está llamada a aferrarse y a crecer en contextos sociales, pero por sobre todo personales, en los que los problemas están presentes. No es extraño que Jesús, al presentarse a los discípulos, les regale su paz. El fruto de la paz que el Señor regala a aquellos que se dejan encontrar por Él, no es ausencia de dificultades, sino un regalo que posibilita hacer frente y encarar lo que se va suscitando en nuestras vidas y en nuestros entornos.


Debemos evitar la tentación de querer vivir nuestra fe como un modo de huir o de evitar hacer frente a las realidades que están presentes en nuestras vidas. Antes que eso, nuestro encuentro con el Señor nos puede ofrecer nuevos modos de encarar nuestra vida concreta.


Por otro lado, nos encontramos en el Evangelio de Juan a un discípulo que en la primera aparición no se encontraba en ese lugar: Tomás. Es este discípulo, quien nos deja otra enseñanza, la de querer que Dios obre como nosotros lo esperamos de Él. 


La fe de Tomás está en maduración, como la de cada uno de nosotros. Pero en nuestra experiencia de encuentro con el Señor, podemos caer en la dinámica de querer controlar a Dios o incluso de intentar manipularlo. Podemos poner ante Él nuestras expectativas y deseos personales, buscando que sea Él quien los cumpla. Otra tentación en nuestra vida de fe, puede ser la de intercambiar roles, donde es Dios quien ocupa el lugar de quien obedece o hace caso, y nosotros del que propone el camino. 


De cualquier modo, como se encuentre nuestro seguimiento del Señor, estamos llamados a no dejar que nuestra relación con Él decaiga, o se enfríe. Es Dios quien nos ha regalado su Espíritu Santo, y quien nos ha hecho sus templos, y miembros de su cuerpo por medio del Bautismo.


Que este tiempo de gracia, que es la Pascua, el Señor nos regale el seguir madurando y creciendo en nuestra fe, en el encuentro con Él. Ojalá podamos hacer nuestra, la expresión del salmista: “¡es eterno su amor!”. 


Nuestra experiencia del amor del Señor nos permitirá afrontar nuestra vida desde nuevos lugares, con una mirada renovada que solo Él nos puede regalar. Que este tiempo sea de paz y gozo en el Señor, y que en nuestras vidas podamos experimentar el gozo de anunciar al Señor, su resurrección y su amor por todos. 


Homilías de Pascua:


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