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domingo, 10 de marzo de 2024

Meditamos el Evangelio del 4° Domingo de Cuaresma con Pbro Mauricio Giménez




Crónicas 36,14-16.19-23. / Salmo 137(136),1-2.3.4-5.6 / Efesios 2,4-10

Evangelio según San Juan 3,14-21.

Dijo Jesús: De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.

Homilía del Pbro Mauricio Giménez

Nos encontramos en este domingo de cuaresma que la Iglesia a denominado laetare “de la alegría”, es un oasis dentro de la austeridad cuaresmal, el color propio es el rosado: la aurora de la salvación. En este contexto de alegría, los textos litúrgicos transmiten justamente una experiencia de liberación inesperada, gratuita y cuya primacía está dada por la intervención directa y prácticamente exclusiva de Dios, son una invitación a la confianza en un Dios que libera, cuya “misericordia se extiende de generación en generación”. En la primera lectura podemos ver una especie de diagnóstico de la situación del Pueblo de Dios, primero la denuncia profética contra el pueblo: por un lado, la idolatría los ha llevado a profanar el templo, el lugar de la presencia de Dios, por otro lado, Dios se compadece y envía mensajeros (los profetas) que son despreciados. El pueblo sufre las consecuencias de su mal comportamiento: La destrucción de la ciudad, del templo y la deportación. No cabría esperar ya nada más, todo ha sido destruido, Israel ha sido humillado hasta el extremo. La historia del Pueblo de Israel podría haber terminado ahí. Pero, inexplicablemente, surge un rey pagano bondadoso con el pueblo, Dios hace llegar la salvación de una manera inaudita para el Pueblo de Dios, sin mérito alguno de su parte, se les da la repatriación y un nuevo templo. Dios no se olvida de su promesa, Dios se “ha acordado de Jerusalén y la ha puesto por encima de todas sus alegrías”. Una enseñanza hermosa nos deja este texto: Nunca desesperar de la salvación de Dios: “el Señor se acuerda eternamente de su Alianza”.

En la segunda lectura san Pablo nos recuerda la gratuidad de la salvación, verdaderamente no pusimos ni podremos poner nunca algo que amerite delante del Padre una “retribución”, el comercio espiritual, el “tome y traiga” espiritual no nos sirve delante del Padre, porque Jesús asumió nuestra deuda y ya nos salvó. La actitud que nos sirve es la de la humilde acción de gracias y la disponibilidad diligente para la acción del Espíritu Santo que es Amor: con esa libertad nueva con la cual fuimos nuevamente creados podemos discernir qué “buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.”

Desde la perspectiva de la gratuidad y la alegría podemos también mirar hoy el evangelio, Jesús nos recuerda la acción liberadora de Dios con su pueblo que había pecado, perdiendo la paciencia y renegando de Moisés y de Dios, la consecuencia del pecado es la mordedura de la serpiente (¿una alusión velada al primer pecado?), el pueblo reconoce su error pero, paradójicamente, esta vez la liberación surge de una prohibición: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.” (Ex 20, 4 – 24), la liberación del
pecado (parece sugerir el texto) tiene que darse mirando la causa, pero como Dios quiere que se vea. En definitiva, es Dios que sana y libera a su pueblo. Cuando miramos a Jesús elevado en la cruz, vemos la causa de nuestros males: hemos despreciado el mensaje de amor de Dios por la humanidad, nuestra plenitud ha sido maltratada en extremo por nosotros mismos, creímos que, rechazando al Hijo, destruyendo su mensaje, podríamos vivir más felices. Pero el Dios Trinitario ha usado este error de discernimiento de la humanidad para mostrar que nos ama gratuitamente, que nos ama con nuestro rechazo, que nos ama sin esperar nada, a cambio de parte nuestra, que nos ama por amor y nos ofrece su amor gratuito por si quisiéramos aceptarlo: ¿Estamos dispuestos? ¿Estás dispuesto? 

Pidamos la gracia de la disponibilidad a su Amor por intercesión de la Virgen María y de san José. La experiencia de la gratuidad nos hará vivir en la verdadera alegría

Homilías de Cuaresma:





Otras publicaciones de Cuaresma:





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viernes, 1 de marzo de 2024

¿Cómo sobrevivir a la cuaresma y no perdernos en el intento?


Un nuevo año, una nueva cuaresma que ya está con nosotros, un tiempo litúrgico especial que nos invita a prepararnos para algo grande. Para quienes no creen, una parte más del año. Para los cristianos, una nueva oportunidad de hacer las cosas de manera diferente. 

Cuaresma, una nueva oportunidad… ¿desperdiciada?

Puede que al iniciar esta cuaresma hayas planteado objetivos a cumplir antes de la pascua. O tal vez seas de los cristianos que se dejan llevar por el tiempo a ver cómo avanza. Quizás seas de aquellos que ni se enteraron que la cuaresma ya estaba sobre nosotros. No te preocupes, no hablaremos aquí de cómo te tomó esta cuaresma, sino de cómo la terminarás. 

Normalmente, si nos preocupamos de nuestra vida espiritual, en algún momento de la cuaresma (a veces es más de un momento), comenzaremos a plantearnos objetivos a cumplir antes de que la cuaresma termine. Tal vez rezar más, asistir a misa con más devoción, ayudar más a la gente… Pero, extrañamente, solemos terminar la cuaresma preguntándonos dónde quedaron esos objetivos. Parece que cada año, sin importar cuanto lo intentemos, terminamos reprochándonos por no cumplir aquello que prometimos.

No te asustes, no quiero criticar tus objetivos. Plantearnos objetivos para crecer en nuestra vida espiritual es sumamente importante. Debemos tener siempre una sed de grandeza, de buscar cosas grandes, necesitamos la locura de la santidad. Siempre plantearnos el ir más allá es parte del camino. Tenemos que animarnos a soñar en grande.

Pero la pregunta sigue en pie, ¿por qué siempre terminamos fallando la mayoría de los objetivos que nos planteamos en este tiempo? Voy a arriesgar una respuesta: porque la mayoría de los objetivos que nos proponemos miran a lo que YO QUIERO para este tiempo y raramente miran a AQUEL al que debería QUERER ENCONTRAR en este tiempo.

Nos olvidamos que la cuaresma es un camino de encuentro con Aquel que me ama. Mi vida espiritual no es un trabajo que hago en soledad, es un camino con el amado. ¿Por qué no comienzo con preguntar que es lo que él me pide para este tiempo?


El tiempo y tu tiempo

Seamos sinceros, no nos sobra el tiempo. Te diré algo, no importa si trabajas, si estudias o si tienes todo día libre, no tendrás tiempo para las cosas espirituales si no luchas por ellas. Aunque tengas muchas horas libres en tu día, si te descuidas, ni siquiera tendrás esas horas, porque pasarán cuando tu no estas prestando atención. Por eso no perdamos el tiempo pensando en la mansión espiritual que vas a construir esta cuaresma, sino que comencemos preparando los cimientos. Para eso nos plantearemos la primera pregunta: ¿qué me pide la santa madre iglesia en este tiempo? La oración colecta de la misa de miércoles de ceniza puede ayudarnos:


“Dios nuestro, acompaña con tu benevolencia

los comienzos de nuestro camino penitencial

para que nuestras prácticas exteriores

expresen la sinceridad de nuestro corazón…”


La respuesta está en las “prácticas exteriores” que son el ayuno, la limosna y la oración. Practicas que deben estar siempre en la vida del cristiano, pero que en este tiempo deben acrecentarse.


Las practicas exteriores: Oración, ayuno y limosna

SI estas avanzado en tu vida espiritual, tal vez las claves que te daré a continuación te parezcan poca cosa. Recuerda que la vida cristiana tiene un piso (un mínimo) pero no tiene un techo. No te conformes con lo poco si puedes alcanzar lo mucho. Pero tampoco busques lo mucho si no puedes alcanzar este mínimo.


La oración

Nuestra vida siempre es un combate, ya nos lo afirmaba el libro de Job “¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra...?” (Jb 7,1) Y los cristianos tenemos la certeza de que ese combate se gana con la oración. Este tiempo de cuaresma es para que la oración que tengas, poca o mucha, se intensifique. La oración es nuestra fuerza en la debilidad, es dialogo de amor, es encuentro reparador. ¿Por qué le escapas a ese momento?


Algunas claves de ayuda para la oración:

¿No tienes tiempo? ¡Prográmalo! Y luego respeta esa palabra que te diste. ¿Cómo?:

Como mínimo:  Siempre una palabra al Señor a la mañana. 

Siempre un agradecimiento al Señor en la noche.

Siempre darle gracias por el alimento. ¡Bendice tu comida! 


Me es difícil o no puedo dar gracias en mi trabajo o bendecir la comida porque hay gente que no comparte mi fe. No importa, usa tus pensamientos para dar gracias y pedir la bendición del Señor. 

Alguno podrá decirme: “¡Tenemos que demostrar que somos cristianos ante todos! No podemos ocultar que somos cristianos.” Si tú puedes hacerlo, Bendito sea el Señor. Si no puedes o no lo haces, hazlo al menos mentalmente.

Si sueles “olvidarte” de rezar a la mañana y a la noche, pon en tu mesa de luz un papel pegado con una frase: “Bendito seas Señor…” y completa con una palabra o frase como, por ejemplo: Bendito seas Señor por este día. Te aseguro que harás el hábito de rezar cada vez que entres a tu cuarto.

Toma una hoja de papel y escribe en ella, varias veces, el inicio del Ave María (Dios te salve María…). Corta cada trozo y ponlos en lugares o cosas que frecuentas (si estudias, ponlo en las hojas de tu libro o cuaderno). Cada vez que lo veas sigue la oración. 

La misa del domingo no es una opción, es una necesidad. Este domingo el Señor te espera.

Tal vez la oración cueste al principio, tal vez te distraigas mucho. Tu haz oración, aunque tu mente no esté donde tú estás. La oración es un dialogo que puede ser muy imperfecto de nuestra parte, pero siempre es perfecto de parte de Aquel que te ama, te escucha y te habla. Persevera y veras que la oración te transforma y que toda tu vida puede (y debe) convertirse en oración. 


El ayuno (y la abstinencia)

El ayuno tiene la doble función de poder ofrecer algo al Señor, hacer un sacrificio (sacrificio, sacrum-facere, hacer sagrado) y la de aprender a dominar las pasiones. Se nos pide un mínimo. Ofrece algo, prívate de algo por amor. La abstinencia implica privarnos de carne en ciertos días.

Recordemos que el cristiano no es un masoquista. No ayunamos para hacernos sufrir, sino por amor. El ayuno no es un fin en sí mismo, sino que es un camino de encuentro.

La Madre Iglesia nos pide que ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, y la abstinencia de carne también los otros viernes de cuaresma. (Cf. CIC 1251)

“La ley de la abstinencia obliga a los que han cumplido catorce años; la del ayuno, a todos los mayores de edad, hasta que hayan cumplido cincuenta y nueve años.” (CIC 1252)

Ayuno implica mucho más que privar al cuerpo de alimentos, implica aprender a apartar nuestra mirada de las cosas terrenas y dirigirlas más hacia el Cielo. No basta con privarnos de alimentos si no somos capaces de refrenar nuestras pasiones, nuestra crítica destructiva, nuestros enojos… 


Algunas claves de ayuda para el ayuno

Recuerda los días de ayuno y abstinencia.

Recuerda que el ayuno no es el objetivo en sí mismo, sino que es para acercarte más al Señor. 

“Me cuesta mucho ayunar”

-Comienza con privarte de algo por amor. Y hazlo conscientemente.

-¡Hazlo oración! Esa factura, ese dulce que está sobre la mesa, ese pedacito de pizza que querías comer… déjalo ahí y dile al Señor: “Por ti Señor y por aquellos que sufren necesidad.”

Los viernes nada de carne. Ese asadito, puede esperar al sábado.

“Padre, yo ayuno los cuarenta días de cuaresma”

-El ayuno implica penitencia y los domingos son festivos… ¡no se ayuna en domingo!

-La caridad empieza por uno mismo, ¿qué fuerza tendrás para trabajar o para orar si no comes?


La limosna

Para el cristiano la limosna es esencial. Nace del corazón que se conmueve por la necesidad de los demás. Toda nuestra vida debe ser vista como don y debe ser ofrecida como don. No es dar las cosas que me sobran, sino aprender a privarme de algo por amor y ofrecerlo a alguien que lo necesite.

La limosna está estrechamente vinculada con la oración y el ayuno. La oración ablanda mi corazón y me hace ver las cosas desde una nueva perspectiva. Me hace consciente de mis hermanos, especialmente aquellos que más lo necesitan. El ayuno me ayuda a privarme de cosas por amor. La limosna me ayuda a poner en obra mi amor, ofreciendo aquello de lo que me he privado para saciar la necesidad de un hermano.


Algunas claves de ayuda para la limosna

Ese bizcochuelo que sueles hacer para el mate, esa leche que ibas a tomar con tu café, ese suéter que tanto te gusta… ofrécelo. Llévalos a un merendero, a un comedor. 

“No tengo nada material que pueda ofrecer.”

-Sonríe más en tu trabajo

-En tu casa, con los tuyos… ¡la mejor de tus actitudes! 

-Ofrece tu oído a quién lo necesite, aunque sea en ese tiempo que no tienes.

-Saluda, aunque no recibas un saludo a cambio.

Se perseverante, empieza por el mínimo, pero no te quedes en el mínimo. Si has hecho las cosas bien, al menos habrás conseguido el hábito de la oración en esta cuaresma. ¡No lo pierdas! Haz logrado algo grandioso.


¡Que el Señor bendiga tu vida y tu camino cuaresmal!



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sábado, 24 de febrero de 2024

Silencio.





Al empezar a escribir este artículo, me encuentro en un departamento de la provincia de Catamarca llamado Tinogasta. Me gusta describirlo como aquel lugar donde el tiempo se detiene y se escucha el silencio. Sus montañas celestes e inmensas en el horizonte, las tardes anaranjadas en el patio de mi casa, la brisa que trae la frescura de la noche, esas noches plagadas de pacíficas estrellas. Parece una invitación a un viaje interior.  A medida que empecé a viajar, supe que aquello es una característica de los pueblos alejados de las capitales o de los grandes centros urbanos. Al salir de Tinogasta aprendí a extrañar el silencio. 


Es curioso que en estos tiempos donde buscamos conexión de wi-fi en cada momento, también buscamos al menos ratitos de silencio, ya que estamos sumergidos, o más bien ahogados y aturdidos, por las redes sociales, compromisos sociales, familiares y laborales. Por ejemplo, ¿Quién no busca unos minutos de silencio para sí mismo? ¿para relajarse y calmar la mente? ¿sentimos que vivimos en piloto automático? ¿Qué hacemos las cosas por hacer nomas? Como se dice en el lenguaje futbolero argentino, llega un momento donde queremos y necesitamos parar la pelota, por un rato al menos. Y esto es importante, buscar un momento y un lugar tranquilo, hacer una pausa. En fin, tenemos la necesidad de bajar el ritmo cotidiano de nuestra jornada. 


La mayoría damos por entendido que el silencio es la ausencia de sonidos, ruidos, voces, e incluso de la palabra escrita, para otros el silencio es sinónimo de vacío. Sin embargo, en nuestra búsqueda de silencio podemos interpretar que no estamos buscando ausencias, más bien buscamos presencia. En conclusión, cuando buscamos silencio queremos ser parte de un encuentro. Aunque eso signifique un encuentro con nosotros mismos.


Para lograr que nuestra búsqueda sea positiva debemos tener en cuenta al menos dos factores esenciales, el tiempo y el lugar. Siempre que emprendo esta búsqueda del silencio me viene a la memoria un cuento, por desgracia no recuerdo donde lo leí. Un hombre santo buscaba ansiosamente un lugar para poder rezar en silencio, pero en todo lugar que visitaba cuando se ponía a rezar el ruido lo ensordece. Por ejemplo, iba a la ciudad y los bocinazos de los vehículos, motos, y demás, no le permitían su anhelado silencio. Entonces se fue al campo, cuando se disponía a rezar, los animales, del más grande al más chico, hacían tanto barullo que tampoco le permitió rezar. Cansado y enojado dijo: Por favor, ¡Dios, que hagan silencio! Y en ese instante todo se enmudeció. Al querer rezar se dio cuenta, algo faltaba en su oración. Entonces entendió y dijo: Señor, que recen conmigo. Y los animales del campo volvieron a hacer “ruido”. Evidentemente es difícil conseguir hacer silencio, tanto interno como externo, sin embargo, el ruido también es parte de nuestra oración.


Podemos sacar brevísimas, pero profundas moralejas de este cuento. Como pueden leer hace referencia a la importancia del silencio en la oración, y no sólo acerca del silencio externo, el silencio interno también es complicado. A pesar de ello quiero resaltar otro elemento esencial del cuento. Me refiero al encuentro.


Estos tres elementos, silencio-oración-encuentro, nos llevan directamente a hablar de una experiencia con aquel que nos espera en el silencio. Es bien sabido, que desde el momento de la concepción se establece una relación con Él, es de suponer que la misma irá madurando a través de nuestras etapas vitales, donde el silencio y la oración son siempre aconsejadas y recomendadas para todo creyente que aspire a tener una relación con aquello que cree, es un proceso que se adquiere con esfuerzo y perseverancia. Pero más que un proceso, o relación, quisiera definirlo como una experiencia de encuentro con Cristo y con los demás. Aspiremos a una experiencia de encuentro en la oración y en el silencio. No es un encuentro conmigo mismo en mi soledad, todo lo contrario. Es un encuentro con la Palabra y la Iglesia misma. 


Habíamos hablado de la importancia del tiempo y el lugar necesarios para que nuestra experiencia sea realmente fructífera, consciente de ello nuestra madre iglesia fue capaz de brindarnos un tiempo y espacio especial para que nuestra experiencia sea realmente profunda y comunitaria, a través de retiros espirituales, como los que ofrecía la recientemente beatificada Mama Antula, o bien el Tiempo de Cuaresma que ahora transitamos. Durante este tiempo cuaresmal podremos escuchar a través de las distintas lecturas y salmos de qué manera podemos tener una experiencia de encuentro con Cristo y recomenzar con él nuestra historia de salvación. 


Para terminar, te animo a buscar una auténtica experiencia de encuentro con quien te ama profundamente durante este tiempo cuaresmal, para ello el silencio, la oración y el encuentro son parte de una disposición de apertura, de escucha activa, hacia un camino de maduración y consciencia.



                                                    Autor: Víctor Ramírez

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Madurar en el camino:


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sábado, 17 de febrero de 2024

Meditamos el Evangelio del 1° Domingo de Cuaresma con Fray Emiliano Vanoli OP


Génesis 9, 8-15 Salmo 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9 R/ Primera carta del apóstol san Pedro 3,18-22


Evangelio según san Marcos 1, 12-15


En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.

Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían.

Después de que Juan, fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».

Homilía de Fray Emiliano Vanoli OP:

Comenzar algo siempre implica un desafío, y embarcarse en algo nuevo amplifica ese desafío. Superar la inercia, dejar atrás prejuicios e inseguridades, explicarse a uno mismo y a los demás; todas estas son experiencias inherentes a la vida. A veces se siente como si tuviéramos que liberarnos de una fuerza de gravedad que nos mantiene arraigados, impidiéndonos elevarnos hacia nuestro destino.

En este proceso de empezar algo nuevo, podemos encontrar inspiración en la vida de Jesús. Él también tuvo que dar inicio a su vida pública, encaminándose por el camino que su Padre le señalaba: la misión de proclamar la Buena Noticia de que Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera ser como Dios. Para ello, el Espíritu lo lleva al desierto (Mc. 1, 12-13), un lugar bíblicamente asociado con discernimiento, preparación y prueba.

A diferencia de Adán y Eva, tentados por Satanás y seducidos por el deseo de ser como Dios sin Dios, Jesús rechaza la tentación. En su caso, la tentación consistía en seguir un camino de salvación basado en la fuerza y el poder político (Marcos lo explicitará más adelante). Jesús triunfa, aceptando la voluntad de su Padre de padecer por nosotros para nuestra salvación. Un signo de ello es la armonía restaurada con la creación, indicando que "estaba entre los animales del campo y los ángeles lo servían", según lo describe Marcos.

Preparado de esta manera, Jesús inicia su mensaje: "conviértanse y crean" (Mc. 1, 14-15). Estas son las mismas palabras que se nos dirigieron al recibir las cenizas el miércoles pasado, marcando el comienzo de la Cuaresma. Ahora, también para nosotros, se inicia un período de 40 días, al igual que el Señor, para discernir, prepararnos y someternos a prueba.

Iniciar cualquier actividad conlleva su dificultad, pero emprender un camino de conversión hacia Dios es aún más desafiante, especialmente después de las vacaciones y el carnaval. Por eso, es crucial aprovechar los signos que nos ayudan a ser conscientes y sumergirnos en este tiempo, desde la imposición de cenizas hasta los actos que se nos insta a profundizar en esta etapa: ayuno, limosna y oración.

Estas prácticas cuaresmales no son simples gestos externos de devoción; son medios para reiniciar nuestros corazones, contraponiéndonos a la fuerza de gravedad de la rutina diaria que muchas veces nos atrapa y nos impide salir de nosotros mismos y dirigirnos hacia el amor a Dios y al prójimo. El ayuno, la limosna y la oración no son meros esfuerzos para obtener algo, sino caminos para amar más y mejor. En este proceso radica la salvación que nos trae el Señor, ya que, al amar, nos asemejamos a Él, que es amor.

En medio de la vorágine de nuestras ocupaciones y las numerosas distracciones que suelen generarnos ansiedad, la Cuaresma y sus prácticas deben ayudarnos a parar, simplificar nuestras vidas y escuchar en el corazón el llamado del Señor. Hoy nos dice, una vez más: "Conviértete y cree en el Evangelio", es decir, "vuélvete a mí y confía".


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https://www.vivamosjuntoslafe.com.ar/2024/02/madurar-en-el-camino.html

viernes, 16 de febrero de 2024

Madurar en el Camino.


Empezamos la cuaresma tal vez con la conocida intención de que “no sea una cuaresma más”. Nos proponemos cosas que en definitiva tienen que ver con preparar el corazón para estar más cerca de Jesús. Eso solemos pensar o decir.

Aprovechemos, desde este miércoles de ceniza, este tiempo para orar, para celebrar el sabernos en camino, para permanecer cuarenta días cerca de Jesús, compañero nuestro hacia las 

En medio de propósitos como éstos, si tenemos ya un tiempo en la vida de fe, tratamos tal vez de mantener, diría Don Bosco, los pies en la tierra con la mirada puesta en el Cielo. 

Comienza entonces nuestro camino de cuaresma 2024 desde lo concreto de un año distinto como pueblo argentino: cambios, problemas económicos teñidos de esperanza a veces y de incertidumbre otras, conflictos … Mucho para poner en la oración.


La propuesta de estas líneas es reflexionar un poco desde el Mensaje de Cuaresma del  Papa Francisco, en el cual son fuertes las imágenes del desierto y del camino, de la esclavitud y  la libertad. 

Dice el Santo Padre que cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Pero esa libertad no es algo que se conquista de un día para el otro, el mismo Pueblo en el desierto tiene anhelos de libertad y vuelve a pensar en Egipto una y otra vez, por eso la libertad aparece más bien como un regalo dado por Dios a su Pueblo que va a madurarse en el camino: en el desierto.


Esto parece un contrasentido: ¿cómo es esto de madurar en el camino?, ¿no es que los pasos, las personas los damos cuando están  “maduras”?. ¿No te recibís de una profesión cuando ya estás preparado, o te casas o tenés un hijo u optas por una opción de vida consagrada cuando estás preparado y maduro?; ¿no abrazas proyectos grandes cuando estás suficientemente preparado?. Sí, pero no. Como siempre Dios nos desacomoda. Dios nos impulsa a cosas grandes, coloca anhelos en el corazón o grandes ideales que nos motivan a dar pasos no porque nos sepa maduros, sino porque confía tanto en nosotros que nos sabe capaces de “madurar en el camino”.


Herramientas y recursos Él nos va a dar cientos, miles. Imagínate que así nos mira Dios: capaces de madurar en el camino, de crecer, de mejorarnos, de intentarlo una y otra vez, de aprender de los errores. Nos mira como un padre o una madre que nos ve crecer y apuesta a nosotros. Esto forma parte, en palabras de Adrienne von Speyr (discípula de Von Balthazar), del “no ser nunca adulto del cristiano” (el Reino de los cielos pertenece al que es como niño, ¿no?). Y eso es genial, nos da paz saber que no se trata de estar ya “maduro del todo”, sino de poner lo nuestro y seguir siempre en camino, siempre creciendo, siempre confiando. 


De ahí que cuaresma según el Mensaje del Papa es análogamente más que un tiempo, un desierto, el lugar donde Dios educa y nos conduce para abandonar esclavitudes y experimentar el paso de la muerte a la vida.


Podemos ver cómo el Mensaje del Papa nos deja con el foco puesto en los acontecimientos del Éxodo. Te invitamos a mirar para rezar con grupos de verbos y palabras que marcan distintas posiciones y maneras de “madurar en el camino”: 


𑇐En Éx. 3 Dios dice a Moisés que ha visto los sufrimientos del pueblo, que los conoce muy bien, que se ha acercado para librarlos y que va a darles una tierra fértil. Finalmente lo envía ante el Faraón. Los verbos para hacer una lectura orante son: ver, conocer, acercarse, liberar, dar y enviar. Todas palabras llenas de significado, de impulso, de dinamismo y vida.


𑇐En Éx. 5 el Faraón dice que no conoce al Dios de Israel y que no lo dejará partir, los castiga haciéndolos trabajar más duramente y luego de las plagas asustado los deja partir y después cambia de idea. Las palabras fuertes para una lectura orante podrán ser: desconocer, impedir, castigar, asustarse, cambiar.


𑇐En Éx 14 el Pueblo: escucha, obedece y celebra la Pascua, emprende la marcha pero al verse antes de cruzar el Mar Rojo perseguido por el Faraón se llena de temor, aunque vuelven a confiar y restablecen la marcha. Podemos rezar con los verbos: escuchar, obedecer, celebrar, emprender/ marchar, temor, confiar, restablecer libertades que anhelamos.


“Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). “Es tiempo de conversión, tiempo de libertad.” (Mensaje del Santo Papa Francisco para la Cuaresma 2024)


¡Bendecida cuaresma 2024!


                                                                          Autor: Hna. Fernanda de Maria OP

                                                                                        

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