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viernes, 8 de noviembre de 2024

El Rosario y las misiones


Qué colorido y vistoso es aquel “Rosario misionero” que vemos últimamente por todas partes. El color de cada uno de los misterios corresponde a un continente en proceso de evangelización. Quiere ser catequético, universal y actual. Pero, me queda un sinsabor. Es como si dijéramos, con ese adjetivo, “misionero”, algo que no es propio de la antigua y desgranada devoción del Rosario. Y no, no busco criticar costumbres y formas actuales, sino devolver lustre y honor, al Rosario de la Bienaventurada Virgen María, con cierta precisión y algo de historia.


Quisiera decir que el Rosario, como método de oración, es definitivamente un medio evangelizador y por eso mismo, misionero. El afán de los primeros cristianos era llevar la Buena Nueva del Evangelio a todo el mundo. Y el corazón del mensaje evangélico es la gozosa encarnación del Hijo de Dios,  la meditación de su luminosa vida pública, el conocimiento y aceptación de su dolorosa pasión y su gloriosa resurrección. Pablo, el misionero de Europa lo predicó así. Los apóstoles, en la primera ronda de evangelización, llegando a todo el mundo conocido, llevaron junto a su Evangelio, la devoción cercana y querida para ellos de María de Nazareth, aceptada como su Madre, por voluntad del mismo Jesús en la Cruz. 


Es una oración centrada en el mismo Cristo. Porque aunque recemos a la Santísima Virgen María, sabemos que ella está de lleno en el Evangelio de Jesús. Ella, la llena de gracia que concibió a su Señor en el corazón antes que el vientre y lo dio a luz en Belén. La Madre preocupada que lo siguió de cerca y de lejos en sus correrías proféticas, desde la Bodas de Caná hasta la Última Cena. La Mujer solemne que estuvo tanto en el camino del Calvario, como al pie de la cruz. La bienaventurada Madre del resucitado, la Mujer orante en Pentecostés. 


Eso nos muestra que es también una oración contemplativa, que a la par de la liturgia nos va abriendo la mirada y el corazón a la Palabra de Dios. Recorriendo Paternoster y Avemarías, y meditando los misterios de gozo, luz, dolor y gloria, hacemos también el camino de la propia vida. Tiene una sabiduría vital y espiritual. Se adapta a los tiempos y experiencias personales.


Es una oración didáctica y por eso mismo profundamente catequética y teológica. Es, como los vitrales de las catedrales medievales, el evangelio y predicación para los ignorantes y humildes, para los pequeños de los que habla el Señor. El que no ha leído nunca el evangelio, puede recorrer la vida y sacrificio redentor de Cristo, de la mano de María, que como  maestra abre el libro de la revelación a sus hijos predilectos; y como jardinera, poda, abona, limpia, riega, con las cuentas del Rosario, la semilla de “mostaza” que crece con cada plegaria hasta que la vida del fiel se convierte en arbusto capaz de sostener pequeños pajarillos, sede de las gracias y consuelos de la fe.


Es una oración más activa que pasiva. No se trata únicamente de repetir frases sin sentido, como jaculatorias o mantras que tranquilizan la mente. Es propiamente una oración orgánica y periódica. Ejercita la memoria, al recordar los misterios de nuestra salvación, la inteligencia al proponerlos en orden e importancia, y la imaginación, al contemplarlos silenciosamente o con la ayuda de imágenes, cuadros y cantos. Se mantienen presentes el tacto al pasar las cuentas, la voz al cantar y recitar las oraciones, la vista con las imágenes de Nuestra Señora; inclusive el olfato, si tenemos la suerte de contar con un rosario de “madera de rosal”.





Si hay una oración social, es el rosario. Y eclesial, junto a la liturgia de la Iglesia. Universal, porque llega a todos los rincones de la tierra y de la sociedad. Es oración fraterna, porque hermana corazones diversos y distintos, a veces inclusive conocidos y desencontrados, y las más, desconocidos. A niños y ancianos se los puede encontrar rezándolo juntos, abuelas enseñándolo a sus nietos, o simplemente, rezando por ellos. Tanto religiosas de clausura, y apostólicas misioneras, y simples transeúntes, se sabe que meditando los mismos misterios, aunque diferentes en sus experiencias, fortalecen voluntades y serenan corazones. Sacerdotes y madres de familia, contemplando los frutos del sacrificio y la oración en sus hijos espirituales y biológicos. A maestros y obispos, precisando, a ritmo del Paternoster y los Avemarías, la enseñanza del evangelio, del que ambos son ministros. A gobernantes y padres de familia, reconociéndose en la labor de pastores, y al tiempo viéndose en la humildad que pedir auxilio al cielo, en el regazo de María. A jóvenes estudiantes y también obreros maduros en días, entusiasmados en el camino de la vida, reconociéndose gozosos por los dones de cada día, iluminados por el evangelio, adoloridos en las carencias propias y del mundo y agradecidamente glorificados, en su conciencia de redimidos en Cristo, en el compartir y encuentro de la misma fe.


Cuando la Iglesia experimentó la gran expansión misionera, después de la luminosa edad media, que vio el nacimiento del Rosario, fue también el tiempo de la expansión de la devoción del Rosario, junto a los sabios y místicos misioneros que llevaron biblias, cristos y cuentas enlazadas en decenas para enseñar la fe en las tierras lejanas y celebrar sus divinos misterios con corazones dispuestos. Evangelización del Oriente lejano, misioneros Dominicos, Franciscanos, Jesuitas y en siglos posteriores, sacerdotes de las Misiones Extrajeras de París, Padres de la Misión - Lazaristas. 


Si contamos la evangelización de América, embarcados con militares y colonos, los misioneros Dominicos, Mercedarios, Franciscanos, Jesuitas, sembraron Avemarías junto con la devoción a la Sma. Virgen del Rosario. Comenzando por el Caribe, y de allí a Centro y Norte América y el largo recorrido por Sudamérica. Entre otros, el bienamado Bartolomé de las Casas, que evangelizó entre los nativos, excluyendo la guardia militar, a punta de cruces, cantos y rosarios.


No última, pero menos conocida, la evangelización de África, en la que Misioneros combonianos, Padres Blancos, y una miríada de siervos de Dios, europeos y americanos, marcaron su camino a ritmo de los misterios del rosario.


Santa Teresa de Ávila, siendo niña, quería ir a misionar a las Indias, pero hecha monja y fundadora, reformadora del Carmelo, se contentó con misionar dentro del claustro. ¡Cuántos Avemarías rezarían las monjas, de todos los tiempos y lugares, voces y espiritualidades, tanto carmelitas, como dominicas, agustinas, mercedarias, franciscanas, benedictinas y maronitas, por los misioneros, por los misionados, por sus penas y alegrías! Su hija, Santa Teresita del Niño Jesús, convertida en Patrona de las Misiones, casi sin haber salido del claustro, muestra la comunión de los santos, jalonada de rosarios, camándulas blancas, negras, de nudos o cuentas, coloreadas o descoloridas, de lujosos joyas y cristales, o de traslúcidos y fluorescentes plásticos, o  sumando dedos contados fielmente.


Los misioneros dejaron también la fe, lista para encontrar a Cristo, cosechando los rosarios que sembraron por su camino misionero, en la fecundidad del martirio. Así tenemos las iglesias mártires de Vietnam, Corea, Japón, China, Filipinas y la India. África y América no se quedan atrás.


Tan solo en nuestra américa, los que alcanzaron la santidad a punta del rosario diario, rezándole por sí mismos, por las ánimas y los pobres hermanos: santa Rosa de Lima, san Martín de Porres, san Juan Macías, san Luis Bertrán, todos ellos dominicos. El santo obispo del Perú, Toribio de Mogrovejo, cuando su sola diócesis era casi toda América del Sur.


En el caribe, San Pedro de San José de Betancourt, que fundó en Guatemala la primera Orden americana, y, San Antonio María Claret obispo de Cuba. En norteamérica, San Junípero Serra, misionero franciscano de California, y los mártires jesuítas, san Jean de Brebeuf, San Isaac Jogues. Asociada a ellos, pero sin las palmas del martirio, Santa Kateri Tekawitha, indígena americana.  Fue misionera en el Amazonas, Santa Laura Montoya.  Y el insigne maestro de niños y jóvenes en el Ecuador, San Miguel Febres Cordero. Vale la pena destacar a los Cristeros que al grito de “Viva Cristo Rey” y el Rosario en la mano, dieron su vida por la libertad de México.


Finalmente en Argentina, San Francisco Solano, el misionero del norte, el Beato Ceferino Nemuncurá, príncipe del sur; el Negro Manuel, custodio de N. S. de Luján, la beata Laura Vicuña y la reciente santa, Mamá Antula, penitente y evangelizadora del Río de la Plata. Estos, por nombrar unos pocos, que devotos del Rosario, hicieron de su vida, una expresión de los misterios de gozo, de luz, de dolor y gloria. 


¿Entonces es el Rosario una oración misionera?


Autor: Fray Ángel Benavidez OP

Información sobre el año de la oración (2024):



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miércoles, 23 de octubre de 2024

El mes del Rosario



En este año 2024 el Papa Francisco nos invita a vivirlo desde y en la oración, preparándonos para la gracia del año jubilar el próximo 2025 y lo hacía con las siguientes palabras: “«Me alegra pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo». 

Y en este mes tan especial que es octubre, algunos pensamientos sobre el Rosario nos pueden ayudar a vivir más en plenitud nuestra unión con Jesús y María. “Al Cristo que encontramos en el Evangelio y en el Sacramento lo contemplamos con María en los diversos momentos de su vida gracias a los misterios gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. Así en la escuela de la Madre aprendemos a configurarnos con su divino Hijo y anunciarlo con nuestra vida” Benedicto XVI



El Rosario es una muestra de amor que tenemos a la Virgen, ¿Por qué rezarlo? Porque amamos a María y con el Rosario podemos darle una muestra sencilla, pero profunda, de nuestro amor de hijos.

El Rosario es una oración mariana que nos ayuda a centrar nuestra mente y corazón en Jesús. Esta sencilla plegaria nos introduce en un ritmo contemplativo que nos pone «en comunión vital con Jesús a través-podríamos decir-del corazón de su Madre». Es poder ir pasando por nuestro corazón junto al corazón de María, los misterios de la vida de Jesús. “María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.” (Lc. 2,19)



Y esa es la misión de una monja, pasar por el corazón los Misterios de la vida de Jesús y los misterios de la vida de nuestros hermanos y hermanas. El llevarlos en el corazón y desde ahí presentarlos a Dios. La vida es como un rosario, cada cuenta viene de Dios y vuelve a Dios de la mano de los misterios de Cristo con los ojos y el corazón de María. Y como en toda vida hay misterios de dolor, de luz, de gozo y resurrección. “Las monjas llevan en el corazón los sufrimientos y las ansias de cuantos recurren a su ayuda y de todos los hombres y mujeres” (Verbi Sponsa, nº 8 CIVCSVA). 

Y así es como lo viven a la largo y ancho del mundo los contemplativas y así fue como lo vivió de manera especial Santa Teresita del Niño Jesús, teniendo de modelo a la Virgen María, monja Carmelita y patrona de las misiones. Una de las grandes pasiones de Teresita era la evangelización. Ella sentía un ardiente celo por anunciar el Evangelio a todos los pueblos, especialmente a los más alejados y necesitados. Ella sabía que su vocación era permanecer en el Carmelo, viviendo la contemplación. Decidió ser misionera desde su celda, uniéndose espiritualmente a los misioneros que trabajaban en las distintas latitudes; adoptando como hermanos espirituales a dos sacerdotes misioneros que estaban en China y en Indochina, escribiéndoles cartas llenas de ánimo y de consejos, enviándoles rosarios y estampas bendecidas, y sobre todo asegurándoles sus oraciones y sus sacrificios. También rezaba por todos aquellos que no conocían a Jesús, pidiendo que todos lo conocieran y amaran.

Que María Santísima nos ayude a vivir en plenitud esta misión tan hermosa que tenemos todos los bautizados de escuchar y guardar en el corazón toda palabra, gesto, actitud de Jesús para que, con amor materno, acompañemos a los hijos e hijas de la Iglesia en todo momento, pero sobre todo en la desgracia.


Autor: Sor Maria Mercedes Monestés OP



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jueves, 26 de septiembre de 2024

El Rosario

Próximos a iniciar octubre, el mes del Rosario, nos empezamos a adentrar en este tiempo especial.

Para profundizar en esta oración lo hacemos de la mano de Fray Ángel.



Muchas veces encontramos entre los artículos empolvados de nuestros abuelos, un rosario, hermosamente descolorido, devotamente desgastado. Lo vemos, a menudo, colgado despreocupadamente al cuello de algún aspirante a diseñador, influencer o artista famoso. Otras veces se nos revela como parte del hábito de los religiosos y monjas, pendiendo despreocupadamente del cinto. En las estampas, imágenes, cuadros y estatuas de muchos santos y es un signo elocuente de una  vida de oración, y de otros no tan santos, de conversión y profunda devoción a la Virgen. Y otras veces, quizás las más, se nos antoja una “cantinela” repetitiva, anodina, aburrida, en fin, larga y tediosa.


Pero el Rosario es un medio privilegiado para acercarnos a la Santisima Virgen María, y con ella a su Bendito Hijo. Es el camino elegido por cientos de santos para expresarle amor y dedicación a la Madre de Dios. Es una escalera, lenta pero segura, hacia la santidad. Es el regalo de la misma Santisima Virgen María, a la Iglesia, por medio de santo Domingo y la Orden de Predicadores que él fundó.


El Rosario es un resumen del Evangelio. Es una oportunidad para adentrarnos en la intimidad de la Sagrada Escritura desde los ojos de la Santisima Virgen María. En él, repitiendo los misterios de la infancia de Cristo y de su obra de redención, en su vida pública, y también en su Pasión, Muerte y Resurrección, nos hacemos conocedores, imitadores, amantes y fieles seguidores suyos.


El Rosario tiene como eje la oración repetida con devoción, y por eso mismo profundizada en el corazón. En cada decena, rezamos el completo y generoso Padre Nuestro, aprendido por la Iglesia de las mismísimas palabras del Redentor; el Ave Maria que recoge las palabras inspiradas e inspiradoras del saludo del Ángel en la Anunciación y del saludo de Isabel en la Visitación, coronadas con la fe de la Iglesia en la Maternidad divina, y la súplica confiada a su intercesión en la postrera necesidad. Todo el conjunto acompañado por la alabanza a la Gloriosa Trinidad. A esto añadimos frecuentemente algunas jaculatorias y devociones particulares.


Podemos dejar para los estudiosos y curiosos las fechas específicas en las que el Rosario pasó de ser un sueño de un monje, a una realidad eclesial y los documentos pontificios que lo recomiendan, instituyen, norman y conceden indulgencias a sus fieles devotos. Valga como nota de rigor, que es una historia de varios siglos y de miles de voces. Los fieles devotos de la Virgen, regalándole las rosas de la plegaria, construyeron capillas y altares, iglesias y santuarios, basílicas, conventos, grutas, sermones, libros, peregrinaciones y oficios litúrgicos. Reyes, princesas, doctores y clérigos, papas, monjes, padres y madres de familia, hijos devotos y pecadores empedernidos, todos bajo el manto de la Bienaventurada Virgen María y tomados con fortaleza de las cuentas de su Rosario. 




El Rosario es oración a flor de piel, de sangre derramada, de abundantes y saladas lágrimas y súplicas confiadas a los pies de la Virgencita, Nuestra Señora de las Victorias, del Santo Rosario, de Pompeya, del Milagro, de San Nicolás. El Rosario es herencia del corazón, inteligencia, sabiduría, ilusión y arte, plasmado en papel y cartón, seda y lino, madera y mármol, vidrio y latón, oro y plata, perlas y piedras preciosas. Es canto y poesía, predicación y misión.


Este año 2024, el Santo Padre, nos invita a renovar el impulso de la oración en preparación del Jubileo del 2025. Estamos invitados a rezar el Santo Rosario de la Bienaventurada Virgen María, el lunes 7 de octubre a las 19 hs. Así se hará en todo el mundo cristiano, de modo que ese día, en toda lengua y todo lugar, desde la primera hora del día en el extremo oriente, hasta la última hora del día, se invoque el nombre de María, pidiendo su protección para el Jubileo.


La Orden de Predicadores, a quienes el Santo Padre encomendó la organización de este evento, ha dispuesto un registro online, y ha extendido la invitación a todas las Congregaciones Marianas, Movimientos, Sodalicios, Grupos de Oración, parroquias, conventos y santuarios a inscribirse, para dar testimonio de devoción y unidad en la oración. 


Autor: Fray Ángel Benavidez OP



Más información y acceso al registro: 

https://www.op.org.ar/dia-mundial-del-rosario/; www.worldrosaryday.com



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jueves, 21 de septiembre de 2017

El Rosario por la Juventud



En el hemisferio Sur del mundo, hoy damos la bienvenida a la primavera. Celebramos la primavera y el día del estudiante, este día también es llamado el día de la juventud, por este motivo te propongo rezar los misterios de luz (Jueves) con intenciones por la juventud.

Misterios luminosos

En el 1° misterio contemplamos “El Bautismo de Jesús en el Jordán.”

Señor te pedimos por los jóvenes que desean encontrarse contigo iniciando un camino de Fe.

“Llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: «Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?».  [Felipe dijo: «Si crees de todo corazón, es posible». «Creo, afirmó, que Jesucristo es el Hijo de Dios».] Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó.” (Hechos 8,36-38)

En el 2° misterio contemplamos  “La auto revelación de Jesús en las Bodas de Caná.”

Señor te pedimos que renueves el amor en los noviazgos y matrimonios jóvenes.

“El hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne.” (Efesios 5, 31)

En el 3° misterio contemplamos “El anuncio del Reino de Dios y la invitación a la conversión.”

Señor te pedimos que fortalezcas a todos los jóvenes que anuncian tu palabra para que no sean vencidos por el desanimo.

“Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación.” (Marcos 16,15)

En el 4° misterio contemplamos “La Transfiguración de Jesús.”

Señor te pedimos por los jóvenes que están sumergidos en la oscuridad de las adicciones para que en ti encuentren la luz de la vida.

“Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate».” (Lucas 7,14)

En el 5° misterio contemplamos “La Institución de la Eucaristía.”

Señor te pedimos por todos los jóvenes que están discerniendo su vocación.


“Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió.” (Marcos 2,13-14)

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