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sábado, 27 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 5° Domingo de Pascua con Fray Paul OP



Hechos de los Apóstoles 9,26-31. Salmo 22(21),26b-27.28.30.31-32. Epístola I de San Juan 3,18-24.


Evangelio según San Juan 15,1-8.


Jesús dijo a sus discípulos:

Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.

El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.

Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»


Homilía por Fray Paul OP 


La imagen de la viña es una parábola que Jesús usa en los evangelios sinópticos para enseñar cómo es el Reino de los Cielos, el fruto de la vid es la Eucaristía. Sin embargo, en el evangelio de Juan vemos que Jesús mismo es la Vid Verdadera, es uno de los tantos "Yo soy" que emplea para desvelar el misterio de su nombre divino y de su persona. Jesús es la Vid de verdad y el Padre el viñador. El Padre es el encargado de purificar los sarmientos, es decir, a Él le compete la tarea de cortar, podar y limpiarnos para poder dar más fruto. Si creemos que ya somos fructíferos por nuestras buenas obras, Dios nos invita a ser más fecundos todavía. 


La Palabra de Dios es la que ayuda a purificarnos. Esta palabra "purificar" en griego es "katarsis". Se trata de una poda, de cortar y extirpar todo aquello que nos hace daño y contamina el alma. Hay que dejar que la fuerza de la Palabra divina haga éste efecto sanador en nosotros. 


El Evangelio debe cumplir la tarea de una podadora para embellecer nuestro corazón. De este modo permaneceremos en Él, así como Él permanece en nosotros. La permanencia, el estar arraigados y firmes en la fe cristiana, es la garantía para dar cada vez más frutos, porque sin Él nada podremos hacer. Si alguno se aleja de su presencia, Él mismo se encargará de podarnos  y avivarnos con su fuego purificador. Lo fascinante de todo esto es que nosotros podemos colaborar con el Viñador en ésta tarea. Estamos llamados a consolar a los que se han alejado de la Viña del Señor para restablecerlos a la fe. Esto podemos pedirlo al Señor. Ser sus instrumentos, así como el Viñador necesita de herramientas para recoger los frutos, así mismo Dios quiere necesitar de obreros y operarios para deleitarse de lo dulce de la Vid. 


San Ireneo decía que "la gloria de Dios es que el hombre viva". Pienso que lo decía inspirado en éstas palabras de Juan "la gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto". Porque ciertamente una vida estéril e infecunda no es vida. La vida nos ha sido dada para fructificarla, para multiplicar los dones que el Señor nos ha regalado, en el estilo de vida que vivamos, en la vocación particular que fuera, estamos llamado a dar frutos en abundancia, porque al final de todo, "por sus frutos los reconoceréis" (Mt 7,20).


¿Sabias que el papa Francisco nos invitó a vivir el año de la Oración? Más información aquí



Homilías de Pascua:






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sábado, 20 de abril de 2024

Meditamos el Evangelio del 4° Domingo de Pascua con Pbro. Pablo Montaño


Hechos de los Apóstoles 4, 8-12. / Salmo 118(117), 1.8-9.21-23.26.28.29. / Epístola I de San Juan 3, 1-2.


Evangelio según San Juan 10, 11-18.


Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.

El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.

Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.

Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".


Homilía por el Pbro. Pablo Montaño:


Estamos celebrando hoy el cuarto Domingo de Pascua, rezando especialmente hoy junto a toda la Iglesia en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones.


Como todos los años, la figura que nos acompaña y habla es la de Jesús Buen Pastor, y qué bonito dejar que el pastoreo de Jesús nos hable a todos, no sólo a los sacerdotes o consagrados, sino a todos! Porque en definitiva, todos de un modo u otro, pero muy concretamente, hacemos eco y realidad en la Iglesia y en el mundo el pastoreo de Jesús.


Si pudiésemos resumir la liturgia de la Palabra de este fin de semana, creo que podríamos usar una palabra: COMPROMETERSE.


Vamos a ir de atrás para adelante…

¿Por qué el Buen Pastor es capaz de dar su vida por las ovejas? ¿Por qué las conoce?. Porque se comprometió apasionadamente por cada una, por cada uno de nosotros. Y justamente el compromiso es eso, con la propia vida, actitudes, decisiones, saber decirle al otro "sos importante para mi" "doy la vida por vos". Y es justamente lo que Jesús hizo, y nos repite a cada rato. Él, como Buen Pastor no se deja llevar por la "aparente multitud" del rebaño; tiene la delicadeza, la grandeza de saber comprometerse con la vida, la historia y la realidad de cada una.


Es justamente lo que los Apóstoles aprendieron, y de lo que nos habla la primera lectura. El testimonio de quienes supieron comprometerse con el que estaba al borde del camino, hasta olvidado…


Si leemos un poco antes de esta parte de los Hechos, encontramos una frase de Pedro que nos puede ayudar mucho a entrar en lo que celebramos este fin de semana; dice así: “No tengo ni plata ni oro, pero te doy lo que tengo” (Hch. 3,6). No dieron algo ajeno, no dieron lo que sobraba, se dieron ellos mismos, como lo hizo Jesús. Qué bonito poder imaginar que en el corazón de los Apóstoles resonaban las palabras de Jesús: “Tomen, coman, esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”... Tomen, esto soy yo, me entregó totalmente por ustedes, sin guardar ni reservar nada.


Y ése es el desafío de vivir la vocación al modo de Jesús; hoy él nos invita a vivir nuestra vocación al modo de su pastoreo: nos llama a comprometernos, a jugárnosla, a darnos del todo por el otro que tiene un nombre y un rostro concreto. Por eso hablamos de vocación, porque nos compromete toda nuestra existencia para que seamos don para los demás.


Así nos pastorea Jesús, y así nos quiere pastoreando. No de un modo "déspota" u opresor, encerrando a las ovejas en el corral de mis propias lógicas, sino aprendiendo mirar con corazón de pastor tanto a las que están, cómo a las que deciden dejar el corral; y tanto para unas y otras, aprender a gastar la vida. Un calzado gastado, con la suela finita es signo que se ha usado mucho, que tiene mucho caminado… Qué lindo que nuestra vida también se vea así, no prolija, no extremadamente cuidada… Gastada. Por cada uno, porque Jesús me envía, me confía tantas personas, y porque gastar la vida por los demás nos puede hacer sumamente felices y plenos!!


Para esto qué necesario es detener la marcha del camino, aunque sea por este fin de semana, y desde aquí contemplar al Pastor, y pedirle sólo una gracia: poder comprometernos como Él se compromete con nosotros.


Qué lindo que hoy podamos rezar especialmente por los jóvenes, y comprometernos con ellos para que puedan descubrir lo que Dios sueña para sus vidas, la vocación que ha pensado desde siempre para ellos. Por eso les regalo está pequeña parte del mensaje de Francisco para este fin de semana:

“Por todo esto les digo una vez más, como durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “Rise up! – ¡Levántense!”. Despertémonos del sueño, salgamos de la indiferencia, abramos las rejas de la prisión en la que tantas veces nos encerramos, para que cada uno de nosotros pueda descubrir la propia vocación en la Iglesia y en el mundo y se convierta en peregrino de esperanza y artífice de paz. Apasionémonos por la vida y comprometámonos en el cuidado amoroso de aquellos que están a nuestro lado y del ambiente donde vivimos.


Se los repito: ¡tengan la valentía de involucrarse! Don Oreste Benzi, un infatigable apóstol de la caridad, siempre en favor de los últimos y de los indefensos, solía repetir que no hay nadie tan pobre que no tenga nada que dar, ni hay nadie tan rico que no tenga necesidad de algo que recibir.



Homilías de Pascua:





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lunes, 25 de marzo de 2024

Semana Santa: Amor y Servicio




Comenzamos a vivir la semana más importante, la Semana Santa, conocida antiguamente como la Semana Mayor.

Tradicionalmente se resalta el sacrificio de Cristo. La gran mayoría de las personas, tanto creyentes como no, tiene noción del sufrimiento y la agonía que fue para Jesús la muerte en la cruz. Además, películas como La Pasión lograron que ese suceso sea conmovedor para todo el mundo.

Muchos creen que es la parte más importante de las celebraciones católicas, a tal punto que ya sabemos o al menos creemos saber todo lo que va a suceder. Nuestra tendencia a precipitarnos sobre el relato nos hace asumir que aquel sacrificio cruel fue solo los que nos salvó pero tenemos que tener en cuenta que la historia no termina allí.

Les propongo intentar descubrir el motivo de aquel evento y encontrar algunas pistas para vivir esta semana tan interesante y tan intensa.

Una de las pistas está en el relato de Jesús Buen Pastor en el evangelio de San Juan (Jn 10, 11 - 15). Podemos encontrar muchísimas imágenes o interpretaciones que evocan elocuentemente esta parábola, por ejemplo: Jesús cargando una oveja sobre sus hombros o cuidándolas de posibles peligros, solo por nombrar algunas. Pero no vamos a quedarnos con la tierna imagen de sabernos ovejas en brazos de Jesús.


Vamos a centrarnos en la comparación que hace Jesús entre el asalariado y el buen pastor. Para ello te animo a meterte en la escena, en la piel del personaje, vamos a vestirnos de asalariados por un momento. Y aquí no vamos a sacar conclusiones buenas o malas ni mucho menos señalar que está bien ni que está mal. Vamos a dejar que la Palabra del Señor nos interpele. Un asalariado, en esta parábola, no solo se refiere la persona que presta un servicio voluntario a cambio de una retribución. Apunta más bien a una relación contractual. Nos imaginemos que nos vinculamos con Dios de manera similar a la pactada con un jefe, con un superior, con la persona que nos ofrece un trabajo. En el fondo este tipo de vínculo responde a una antigua imagen de Dios-amo, que sin darnos cuenta puede estar vigente en el fondo de nuestra fe. Es decir, yo establezco un contrato, podemos decir un acuerdo con Dios. Donde Dios me dice que debo hacer, cual es la tarea que debo realizar, yo la llevo a cabo, cumplo con ese pedido, y Dios me premia, ósea me da algo a cambio. La verdadera moraleja de esta parábola es que, como el asalariado, no estemos tomando en serio a las criaturas de Dios puesto que nuestro verdadero interés está en lo que vamos a recibir a cambio, luego de cumplir con la tarea encomendada.

¿Cómo podemos reconocernos asalariados y evitar una relación contractual con Dios? ¿Cómo puede madurar mi relación con Dios para no buscar algo a cambio mientras cuido sus ovejas? Pues mirando hacia la adversidad. Jesús contrapone aquí la actitud del buen pastor con la del asalariado. El asalariado huye, escapa, abandona. ¡y eso tiene sentido, pues lo que le interesa es el pago que debe recibir por su trabajo! no le importan las ovejas.

Por ejemplo, cuando afirmo: “Por Dios cuido enfermos, o ayudo a la gente que vive en la calle”. Podríamos preguntarnos: ¿En el fondo lo que estoy buscando es obtener el favor de Dios a través de ofrecer ese cuidado o en este servicio me encuentro con Dios y con el prójimo?  ¿Tenemos consciencia que las ovejas son las criaturas de Dios, y no de cualquier Dios?. Son criaturas de Dios-Padrenuestro. Esas ovejas son mis hermanos y hermanas. Jesús no es el buen pastor porque cuida a sus ovejas ¡Es el buen pastor porque no las abandona ante la adversidad! ¡las ama en la adversidad! El verdadero motivo de mi servicio tiene que estar movido por amor al prójimo, en solidaridad con él. Es fundamental entender esta disposición de amor, especialmente ahora que empezamos a vivir la Semana Santa.

Jesús asume el camino doloroso por amor a nosotros. Se interesa por nosotros, sus ovejas, nos ama profundamente. Ante la adversidad, Jesús nos ama y acompaña. Esto es impresionante, porque podremos entender que Jesús no es una especie de kamikaze que busca su muerte, ni tampoco es que se ofrezca como víctima expiatoria ante un dios cruel que necesita de sacrificios para poder perdonar. Por lo tanto, al afirmar que Jesús es el buen pastor que no huye ante la adversidad, que no nos abandona cuando las cosas se ponen feas, aquí encontramos la disposición necesaria para vivir intensamente esta semana: el agradecimiento sincero, vivir la gratuidad de su amor. Agradecer cotidianamente que nos ama hasta el extremo.

Este ejercicio de ponernos dentro de la escena, asumiendo los sentires y pensares de los personajes son una ayuda muy eficaz para descubrir la voluntad de Dios para mi vida. Son muy utilizados en los Ejercicios de San Ignacio. Lo vamos a usar una vez más: Esta vez con otro hecho conmovedor, otro gesto impactante de Jesús: el lavatorio de los pies (Jn 13, 4 - 15).


Como vimos anteriormente, siempre corremos el riesgo de quedarnos con lo que otros nos cuentan o interpretan de este relato. Por ejemplo, algunas cosas que solemos repetir porque escuchamos que otros lo dicen: cuán grande es la humildad de Jesús, se abajó a lavar los pies de sus discípulos, una tarea exclusiva de los esclavos, la clase baja y excluida de su tiempo.

Como lo hicimos al buscar la disposición anterior, aquí no vamos a corregir ni juzgar nada por correcto o no. Recordamos que buscamos la mejor manera de vivir los próximos días de semana santa.

En el relato del lavatorio de los pies nos encontramos con varios símbolos que nos pueden ayudar a encontrar una pista para vivir plenamente la semana Santa. Cuando Jesús se levanta para lavar los pies, se sacó el manto, cuyo significado se refiere al poder, a la realeza. Como dirá San Pablo en una de sus cartas, siendo de naturaleza divina abandona su divinidad para hacerse hombre. Es decir, se pone al lado nuestro. Cerquita nuestro. Toma el papel de servidor y con una toalla en la cintura se pone a los pies de sus discípulos.

A pesar que Jesús lo hizo durante toda su vida, ¡nos sigue resultando insólito! Aunque ahí entendemos mejor la reacción de Pedro, que en un primer momento responde “¡tu jamás me lavaras los pies a mí!”, como diciendo: no voy a permitir que el rey de reyes se convierta en mi esclavo,no voy a permitir que el Señor de cielo y tierra se humille. Jesús le responde algo así como: “si no lo hago, tu no podrás compartir mi suerte”. Y aquí hay otra pista. ¿Cuál es esa suerte que Pedro no podrá compartir con Jesús? Se refiere al vínculo que Jesús tiene con el Padre. En otras palabras, lo que nos está diciendo Jesús es: ¡tienes que dejarte amar por Dios! En palabras del Papa Francisco: tienes que dejarte misericordiar por Dios. Si no nos dejamos misericordiar o amar por Él, posiblemente caeremos en las imágenes de dios dictador, un dios ofendido y hambriento de sacrificios cruentos, donde se proyectarán nuestras imágenes distorsionadas de un dios que nos pide cualquier cosa menos nuestra felicidad.

Pedro, como en otras ocasiones, no sólo nos representa por ese sentimiento de reconocerse indigno de ser servido por Dios. También asume nuestra dificultad de dejarse ayudar. Aquí es donde nos interpela verdaderamente este relato.Nos cuesta reconocernos vulnerables, frágiles y necesitados de la ayuda del otro. Justamente, para dejarse ayudar, hace falta mucha humildad. Cuando ayudamos a otros nos sentimos útiles, activos, algunos dicen “ayudando me ayudo”, y esta bueno. Insisto que no juzgamos nada por bueno o malo. Pero debemos tener cuidado de no disfrazar el deseo de poder, o empoderamiento, con un gesto de ayuda o solidaridad. La moraleja de este relato nos lleva a reubicarnos ante el servicio a la comunidad de tal modo que no caigamos en trampas de jerarquías asfixiantes, o en un activismo o voluntarismo pero sin una mirada de servicio. No confundamos el servicio con utilitarismo, el servicio es una disposición del corazón. El servidor es aquella persona que no se convierte en el centro, que se preocupa por el otro, y cuando se ocupa del otro lo hace desde un corazón que ama y es sensible a las necesidades propias y ajenas.

Así como en el relato del Buen Pastor el protagonista fue el amor del buen pastor hacia sus ovejas ante la adversidad, el protagonista en esta ocasión es la experiencia de servicio vivida en comunidad donde la virtud no sólo está en ayudar sino en dejarse ayudar.

Estos dos relatos nos llevan a una última consideración. Jesús nos ama hasta el extremo, con un amor que se transforma en servicio. Ofreció su vida, como servicio, hasta el extremo y hasta el final. Solo nos falta confiar, en otras palabras, tener fe. Y aquello resulta una gracia que nos entrega Dios. Pero si la otorgase sin tener en cuenta nuestra voluntad de querer recibirla o no, sería una imposición. Por lo tanto, tenemos que desearlo, pedirle confiar en su consuelo y compañía ante la adversidad como así también en el servicio. Confiar y tener fe en su amor y misericordia.

Por ese motivo vamos a acercarnos a la palabra del Señor con serenidad y el deseo de que su palabra nos sorprenda. Quisiera que vivamos esta semana tan cargada de sentimientos y emociones desde el amor, la misericordia de Dios y la profunda novedad de su palabra.

En sintesís, la Semana Santa nos invita a reflexionar sobre el amor, el servicio y la confianza en Dios. Al hacerlo, podemos encontrar una nueva profundidad en nuestra fe y un renovado compromiso con el servicio desinteresado hacia nuestros hermanos.

Autor: Víctor Ramírez


Otras publicaciones de Cuaresma:






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viernes, 5 de mayo de 2017

CRISTO, PASTOR DE LAS OVEJAS Y PUERTA DEL REDIL





Evangelio según San Juan 10,1-10. 

Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz".
Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia." 

Catecismo de la Iglesia Católica

754 "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuy pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1 P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15)".

2609 Decidido así el corazón a convertirse, aprende a orar en la fe. La fe es una adhesión filial a Dios, más allá de lo que nosotros sentimos y comprendemos. Se ha hecho posible porque el Hijo amado nos abre el acceso al Padre. Puede pedirnos que "busquemos" y que "llamemos" porque él es la puerta y el camino (cf Mt 7, 7-11. 13-14).

764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino" (ibid.). El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32), de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una oración propia (cf. Mt 5-6).

2656 Se entra en oración como se entra en la liturgia: por la puerta estrecha de la fe. A través de los signos de su presencia, es el rostro del Señor lo que buscamos y deseamos, es su palabra lo que queremos escuchar y guardar.

1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.




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sábado, 16 de abril de 2016

Cuarto Domingo de Pascua y Catecismo - Cristo pastor de las ovejas y puerta del corral



Evangelio según San Juan 10,27-30. 


Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa". 


Jesús confia el rebaño a Pedro

553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, "el Buen Pastor" (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección:"Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del Reino.

Cristo el Buen Pastor, cabeza de los pastores


754 "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo(Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuy pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quien es gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Jn 10, 11; 1 P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10, 11-15)".

El rebaño del buen pastor

764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el Reino". El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32), de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una oración propia (cf. Mt 5-6).

El Buen Pastor modelo de la misión pastoral de los obispos

896 El Buen Pastor será el modelo y la "forma" de la misión pastoral del obispo. Consciente de sus propias debilidades, el obispo "puede disculpar a los ignorantes y extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus súbditos, a a los que cuida como verdaderos hijos ... Los fieles, por su parte, deben estar unidos a su obispo como la Iglesia a Cristo y como Jesucristo al Padre".

Ministerio del Buen Pastor en el sacramento de la Confesión

1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.

Oración a Jesús Buen Pastor

2665 La oración de la Iglesia, alimentada por la palabra de Dios y por la celebración de la liturgia, nos enseña a orar al Señor Jesús. Aunque esté dirigida sobre todo al Padre, en todas las tradiciones litúrgicas incluye formas de oración dirigidas a Cristo. Algunos salmos, según su actualización en la Oración de la Iglesia, y el Nuevo Testamento ponen en nuestros labios y gravan en nuestros corazones las invocaciones de esta oración a Cristo: Hijo de Dios, Verbo de Dios, Señor, Salvador, Cordero de Dios, Rey, Hijo amado, Hijo de la Virgen, Buen Pastor, Vida nuestra, nuestra Luz, nuestra Esperanza, Resurrección nuestra, Amigo de los hombres

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