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sábado, 25 de mayo de 2024

Meditamos el Evangelio de la Santisima Trinidad por Mons. Angelelli




Deuteronomio 4,32-34.39-40./ Salmo 33(32),4-5.6.9.18-19.20.22./ Romanos 8,14-17.

Evangelio del día según San Mateo 28,16-20.

En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".


 Homilía de Monseñor Enrique Angelelli

 ¡Qué hermosas son las lecturas de esta fiesta de la Santísima Trinidad! Ellas nos deben ayudar a reflexionar con mucha sinceridad de corazón. 

Comienza por introducirnos así: “bendito sea Dios Padre y su Hijo Unigénito Jesucristo y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros los hombres. Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos y prolongues tus días en el suelo que el Señor tu Dios te da para siempre. (Deuteronomio 4, 39-40). Dichosa la Nación cuyo Dios es el Señor. Hermanos, alégrense y trabajen por perfeccionarse; anímense mutuamente; tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con un beso santo. Así la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre Dios y la comunión del Espíritu Santo estará siempre con ustedes.

Desde niños, hemos aprendido a confesar, invocar, adorar y bendecir a Dios, desde la mañana cuando despertamos hasta la noche antes de entregarnos al sueño y al descanso. Lo hacemos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y en el Nombre de la Santísima Trinidad bendecimos nuestros trabajos; nuestras obras al iniciarlas; nuestro pan de cada día; nuestros enfermos; nuestros niños; nuestros ancianos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo bautizamos a nuestros hijos; hacemos los testigos de la Fe cristiana en la Confirmación; perdona la Iglesia los pecados, por el poder recibido de Jesucristo y con la fuerza del Espíritu Santo; consagramos el amor de los nuevos hogares; celebramos la Eucaristía; ungimos a nuestros enfermos; despedimos a nuestros muertos. En el Nombre de la Santísima Trinidad tenemos modelos de vida santa e intercesores en el cielo, los santos; colocamos la cruz en cada cuna y en cada tumba; en el nombre de la Santísima Trinidad se fundó nuestra ciudad de todos los Santos de la Nueva Rioja; consagramos nuevos sacerdotes y consagran sus vidas nuestras hermanas religiosas; nuestros laicos asumen la responsabilidad de hacer una sociedad nueva según el Evangelio de Cristo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, al señalar el rostro de cada hombre con las aguas bautismales y la unción del óleo santo reconocemos la dignidad de cada hombre, hecho a imagen de la Trinidad y templo vivo de Dios. En el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo trabajamos para hacer de nuestra tierra una tierra de justicia y de paz; una tierra de hermanos y de esperanza; una tierra que haga felices a todos sus hijos. El sello de Dios está en cada hombre; no importa su raza, su manera de pensar y de vivir. En el nombre de Dios Padre fuimos creados para ser hermanos, hijos de un mismo Padre e iguales entre nosotros; así salimos de las manos de Dios, aun cuando no le reconozcamos ni alcancemos a distinguir su rostro en el rostro de los demás.

Es bueno que recordemos estas verdades fundamentales en el día de la Patria. Nos hace mucha falta. Porque podemos estar buscando con las palabras la ansiada paz, la justicia y la fraternidad y con las obras concretas de cada día no ser consecuentes. Es hora de profunda reflexión y de gran sinceridad ante Dios y ante nosotros mismos. Porque cuando a diario constatamos nuestra realidad, encontramos también que el Templo vivo de la Santísima Trinidad que es el hombre argentino, está profanado de muchas maneras y situaciones. Y recibimos el mandato de Cristo, que nos trajo la vida de Dios a los hombres: “vayan por todo el mundo; hagan discípulos en toda la tierra; bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enséñenles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que estoy con ustedes hasta el fin del mundo”. Esto nos hace exclamar: “Señor, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra” (Sal. 8). Todo esto que estamos reflexionando nos hace comprender mejor nuestra fe cristiana, nuestras celebraciones sacramentales; nuestros santos patronos; nuestro hambre y necesidad de paz, justicia, fraternidad, esperanza y alegría de vivir; la Iglesia; su misión y la pascua de Cristo que entrega a los hombres y la misma vida de los hombres, tiene como fundamento y como fuente de VIDA en plenitud, a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. San Pablo nos dice: “en Dios, existimos, nos movemos y somos”.

Monseñor Enrique Angelelli
Celebración de la Santísima Trinidad, 25 de mayo de 1975



Compartimos un fragmento de un poema de Monseñor Angelelli, que nos ayuda a rezar en este día:

¿Saben? lo aprendí junto al silencio...
Dios es Trino y es uno,
es vida de Tres y un encuentro...
aquí la historia es camino
y el hombre siempre un proyecto.

Y compartimos también una canción del grupo Filocalia, aquí escucharán el poema completo:



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Más información de Monseñor Angelelli y compañeros mártires (Click Aquí)




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domingo, 7 de junio de 2020

"En el nombre de la Santisima Trinidad" - Monseñor Angelelli




¡Qué hermosas son las lecturas de esta fiesta de la Santísima Trinidad!
Ellas nos deben ayudar a reflexionar con mucha sinceridad de corazón.
Comienza por introducirnos así: “bendito sea Dios Padre y su Hijo Unigénito Jesucristo y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros los hombres. Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos y prolongues tus días en el suelo que el Señor tu Dios te da para siempre. (Deuteronomio 4, 39-40). Dichosa la Nación cuyo Dios es el Señor. Hermanos, alégrense y trabajen por perfeccionarse; anímense mutuamente; tengan un mismo sentir y vivan en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con ustedes. Salúdense mutuamente con un beso santo. Así la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre Dios y la comunión del Espíritu Santo estará siempre con ustedes... (2 Corintios 13, 11-13).

Desde niños, amigos, hemos aprendido a confesar, invocar, adorar y bendecir a Dios, desde la mañana cuando despertamos hasta la noche antes de entregarnos al sueño y al descanso. Lo hacemos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y en el Nombre de la Santísima Trinidad bendecimos nuestros trabajos; nuestras obras al iniciarlas; nuestro pan de cada día; nuestros enfermos; nuestros niños; nuestros ancianos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo bautizamos a nuestros hijos; hacemos los testigos de la Fe cristiana en la Confirmación; perdona la Iglesia los pecados, por el poder recibido de Jesucristo y con la fuerza del Espíritu Santo; consagramos el amor de los nuevos hogares; celebramos la Eucaristía; ungimos a nuestros enfermos; despedimos a nuestros muertos. En el Nombre de la Santísima Trinidad tenemos modelos de vida santa e intercesores en el cielo en los santos; colocamos la cruz en cada cuna y en cada tumba; en el nombre de la Santísima Trinidad se fundó nuestra ciudad de todos los Santos de la Nueva Rioja; consagramos nuevos sacerdotes y consagran sus vidas nuestras hermanas religiosas; nuestros laicos asumen la responsabilidad de hacer una sociedad nueva según el Evangelio de Cristo. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, al señalar el rostro de cada hombre con las aguas bautismales y la unción del óleo santo reconocemos la dignidad de cada hombre, hecho a imagen de la Trinidad y templo vivo de Dios. En el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo trabajamos para hacer de nuestra tierra una tierra de justicia y de paz; una tierra de hermanos y de esperanza; una tierra que haga felices a todos sus hijos. El sello de Dios está en cada hombre; no importa su raza, su manera de pensar y de vivir. En el nombre de Dios Padre fuimos creados para ser hermanos, hijos de un mismo Padre e iguales entre nosotros; así salimos de las manos de Dios, aún cuando no le reconozcamos ni alcancemos a distinguir su rostro en el rostro de los demás.

Es bueno que recordemos estas verdades fundamentales en el día de la Patria. Nos hace mucha falta. Porque podemos estar buscando con las palabras la ansiada paz, la justicia y la fraternidad y con las obras concretas de cada día no ser consecuentes. Es hora de profunda reflexión y de gran sinceridad ante Dios y ante nosotros mismos. Porque cuando a diario constatamos nuestra realidad, encontramos también que el Templo vivo de la Santísima Trinidad que es el hombre argentino, está profanado de muchas maneras y situaciones. Y recibimos el mandato de Cristo, que nos trajo la vida de Dios a los hombres: “vayan por todo el mundo; hagan discípulos en toda la tierra; bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enséñenles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que estoy con ustedes hasta el fin del mundo”. Esto nos hace exclamar: “Señor, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra” (Sal. 8). Todo esto que estamos reflexionando nos hace comprender mejor nuestra fe cristiana, nuestras celebraciones sacramentales; nuestros santos patronos; nuestro hambre y necesidad de paz, justicia, fraternidad, esperanza y alegría de vivir; la Iglesia; su misión y la pascua de Cristo que entrega a los hombres y la misma vida de los hombres, tiene como fundamento y como fuente de VIDA en plenitud, a Dios Padre, Hijo y E. Santo. San Pablo nos dice: “en Dios, existimos, nos movemos y somos”.

La celebración del “Corpus Christi”
El jueves próximo celebraremos la fiesta del Corpus Christi. Por exigencia de nuestra fe cristiana y siendo, también fieles a nuestra tradición, esta celebración tiene el sentido público como pueblo de reconocimiento, adoración, alabanza y acción de gracias a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, por Jesucristo, verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento. Cristo mismo nos lo acaba de decir: “estaré con ustedes hasta el fin del mundo”. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, se hizo hombre como nosotros, por eso podemos conocer a Dios trinitario, tener la misma Vida de Dios en nosotros, y reconocernos los hombres como hermanos. Por Jesucristo sabemos que somos el templo vivo de Dios y que la Santísima Trinidad ha puesto su casa en el corazón del hombre. Celebrar el Corpus Christi es celebrar la plenitud de la VIDA NUEVA traída por Cristo a los hombres por su Cruz y su Pascua. Es celebrar la reconciliación con Dios y entre nosotros. Es celebrar el encuentro como pueblo, redimido, santificado y enviado a reconstruir la vida en los hombres siendo testigos de la ALEGRÍA y de la Esperanza de su Evangelio.

El Papa Pablo VI, acaba de darle al mundo un estupendo documento sobre la “alegría cristiana” como fruto del Espíritu Santo en este Pentecostés que acabamos de celebrar. Celebrar la Eucaristía así, no debe ser sólo para la fiesta del Corpus Christi, sino que lo debe ser cada vez que la celebramos en nuestras parroquias, capillas, o lugares apropiados para ello. La Eucaristía, que es la Santa Misa, no es ni puede ser propiedad de una persona particular o de una familia; la eucaristía es la celebración de toda una comunidad y el encuentro fraternal de quienes confesando la misma fe, al mismo Señor Jesús; de quienes nos traen a la mesa del altar la vida de una comunidad con sus alegrías y sus dolores para unirlos a Cristo y ofrecerlo a nuestro Padre Dios. En ella, también, pedimos por nuestros muertos. En la Eucaristía no celebramos la muerte sino la Vida, aunque la celebremos por nuestros muertos. En este sentido, deberemos ayudarles a comprender y vivir mejor las celebraciones de las misas que se celebran en la diócesis. Toda Eucaristía que se celebre en la diócesis debe ser siempre el signo de la unión de todos y no signo de división. Quienes tenemos el ministerio sacerdotal deberemos estar muy atentos a esto para que ella sea verdaderamente el encuentro y la celebración de la fraternidad de un pueblo que se quiere y camina unido buscando la felicidad de todos, como la gran tarea a realizar cada día.

La fiesta de nuestros santos patronos será completa, cuando en ella celebremos la Eucaristía y participemos en ella reconciliados con Dios y entre nosotros. Así lo vivieron nuestros santos patronos, así lo quiere Dios y nuestra Madre la Virgen, así recogeremos mejor el fruto cristiano en nuestras fiestas y el compromiso de vivir fraternalmente construyendo una Rioja nueva. Sobre esto tendremos ocasión, Dios mediante, de seguir reflexionándolo. La Iglesia quiere y enseña que nosotros los cristianos conozcamos mejor la Misa, la celebremos participando plenamente en ella y volvamos a la vida de cada día con un mayor compromiso de vivir con lo demás lo que hemos celebrado en la mesa del altar.

La celebración del Corpus de este año, deberá ser un gran encuentro con Cristo presente en el Santísimo Sacramento. Tenemos mucho que agradecerle y también mucho que pedirle. Pero le pediremos, especialmente, unidos a todas las diócesis del país, que nuestra tarea pastoral del año sobre el “matrimonio y la familia” sea bendecida por nuestro Padre Dios. Porque sentimos la necesidad de apuntalar nuestros hogares y preparar los futuros, pongamos el sólido fundamento de la oración para que alcancemos los frutos que esperamos de las familias riojanas y de toda la Patria.

Esperanzados y con una visión más alegre y optimista de la vida, pongamos también ante la presencia eucarística de Cristo a la Patria. Hoy, en nuestra fiesta Patria, le pedimos en esta Eucaristía, que escuche y acoja el dolor y la esperanza de nuestro pueblo argentino. Que lo que se está gestando con sangre y sufrimiento no sea en vano. Que nos dé la fuerza y el coraje interior para que los argentinos seamos artífices de un... Gloria al Padre…

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli, 25 de mayo de 1975  


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sábado, 15 de junio de 2019

"FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD" - MONSEÑOR ANGELELLI




Celebramos, hoy, la festividad de la Santísima Trinidad. Este es el Misterio fundamental para el Cristianismo. Es el alma de todo el Evangelio de Cristo y la VIDA del REINO de Dios que se revela y se desarrolla en todo el Nuevo Testamento. Es el adorable misterio de Dios: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Para ayudarnos a esta reflexión dominical relataremos un hecho muy significativo y cargado de sugerencias para la meditación. El hecho es el siguiente: un hombre de pueblo acababa de bautizar a su hijito recién nacido; luego del bautismo regresa a su casa; la esposa recibe al hijo, y juntos se dirigen a la habitación matrimonial; una vez allí, colocan al niño en la cama matrimonial; luego ambos esposos se ponen de rodilla; descubren el pechito del hijo y con mucha piedad besan al niño en el pechito. Unos amigos que los acompañaban, al contemplar esta escena se sonríen con algún gesto de sorpresa. El padre del niño los mira y con mucha delicadeza les dice: ustedes no entienden lo que acabamos de hacer con mi esposa... por eso se ríen. Acabamos de dar un beso a la Santísima Trinidad porque por el bautismo ha elegido a nuestro hijito para convertirlo en su propio templo para siempre. Nuestro hijo es un cristiano, y acaba de ser hijo, también, por este bautismo de la Iglesia... Esta pareja había entendido bien lo que dice Cristo en el Evangelio: “...y vendremos a él (el hombre) y pondremos nuestra morada en él...”. Es decir: vendremos el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y convertiremos esta criatura en nuestra casa.

Por eso nuestra actitud interior deberá ser en esta reflexión la misma que la de estos esposos: la de adoración al Dios vivo y presente en cada hombre, porque allí está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo habitando en su propia casa por las aguas regeneradoras del bautismo. Esto sucede cada vez que derramamos el agua bautismal en cada niño o adulto que bautizamos. Casi diría que esta actitud la queremos hacer de rodillas, como la de estos padres. Porque sabemos que en Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo existimos y nos movemos.

Y para nuestra reflexión es útil recordar que en nombre de la Trinidad bautizamos; en nombre de la Trinidad ungimos la frente del joven cuando lo confirmamos para hacerlo Testigo de la Vida que le ha regalado Dios al Hombre por Cristo; en nombre de la Trinidad trazamos la cruz en el sacramento de la reconciliación cuando confesamos nuestros pecados; en nombre de la Trinidad consagran el amor los novios en el sacramento del matrimonio; en nombre de la Trinidad imponemos las manos sobre las cabezas de los nuevos sacerdotes para consagrarlos; en nombre de la Trinidad celebramos la Eucaristía y en su nombre consagran sus vidas las mujeres y los varones que asumen la vida religiosa; en nombre de la Trinidad ungimos los sentidos de los enfermos; en nombre de la Trinidad ponemos una cruz en cada sepulcro de nuestros muertos; en nombre de la Trinidad bendecimos todo cuanto hace el hombre y toda criatura o cosa de la creación para servicio del hombre y glorificación de Dios.

En nombre de la Trinidad iniciamos el día, bendecimos los alimentos que comemos y cerramos cada jornada por la noche antes de entregarnos al descanso. La misma Iglesia nace de la Trinidad: del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Iglesia es hija de la Trinidad. El cristiano es hijo de la Trinidad. Esta verdad del nacimiento de la Iglesia en la Trinidad es fundamental para comprenderla y comprender su misión en el mundo. Desde aquí comprenderemos mejor toda la obra colosal llevada a cabo por el Concilio Vaticano II.

Más aún, toda la creación; todo cuanto nos rodea está marcado y sellado por la presencia de Dios Trinitario. El que tiene alma contemplativa podrá descubrir las huellas de Dios Padre que crea y saca de la nada a la existencia todo cuanto existe. Descubriremos que el Hijo, Jesucristo es quien reconcilia, redime, salva, libera, lleva a toda la creación a la armonía rota por el pecado del hombre. Es el Espíritu Santo que purifica, reúne lo disperso, santifica, convoca a los hombres a vivir en fraternidad y comunión entre sí para hacer un pueblo nuevo que sea santo, sacerdotal y señor de las cosas. Nos hace verdaderamente el Pueblo de la Trinidad.

Esta presencia viva de la Santísima Trinidad en el corazón del cristiano es el secreto que hace fuerte a los mártires; que le da fuerza a todos los que trabajan por la justicia y el encuentro entre los hombres; es quien le da sabiduría y fortaleza para que los pueblos luchen para ser respetados y considerados como templos vivos de la Trinidad; es aquí donde encuentran sentido la vida de los consagrados que entregan totalmente la vida al servicio de sus hermanos; es aquí donde se mantienen frescos y permanentes los valores eternos escondidos en el corazón del Pueblo. Todo lo abarca y todo lo llena la presencia y la acción del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Frecuentemente encontramos hermanos nuestros que se sorprenden o no entienden todos estos gestos que acabamos de señalar. La respuesta es fácil: existe la presencia de ALGUIEN que es la Trinidad que infunde VIDA, FORTALEZA, ESPERANZA, LUZ y un profundo y operante AMOR para que se lleven a cabo las más profundas transformaciones. En pocas palabras; es aquí donde estaba el secreto de esos padres que besaban el pechito del niño. Ellos habían comprendido todo esto. Con un gesto simple nos enseñaban una profunda lección para la vida.

Jamás podrá arrancarse del corazón del hombre cristiano o de corazón recto, a este Dios Trinitario que misteriosa y eficazmente obra en el corazón de cada hombre y en el corazón de cada pueblo. Comprender y explicar en sentido profundo, la historia y los gestos de nuestro pueblo riojano, sólo lo podremos hacer si lo sabemos ver con ojos iluminados por esta realidad: El Dios Trinitario que camina con su pueblo. Podemos decir que nuestro pueblo riojano es hijo de la Trinidad, porque fue bautizado en su Nombre que es: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Qué pobres somos y cómo, a veces nos equivocamos, cuando pretendemos juzgar a la Iglesia de la Trinidad con razones puramente humanas o considerarla como simple Institución humana. Más allá de lo que los hombres podemos equivocarnos como fruto de la limitación humana o de nuestros pecados personales, sin embargo nos debe alentar y darnos una serena paz interior el saber con certeza que existe una presencia viva y verdadera del Espíritu Santo que anima y asiste permanentemente a la Iglesia como Cristo la fundó, para que la VIDA TRINITARIA traída al mundo por Cristo, sea cada vez más abundante y plena en el corazón de los pueblos. cumplimiento de su misión, para que los hombres y los pueblos sean siempre templos vivos de Dios y tratados como a tales. Aquí debemos ubicar el gran servicio que presta a la humanidad cuando señala todo aquello que atenta contra la dignidad del hombre y de los pueblos y que no los hace libres y felices sino desgraciados y esclavos. El hombre no ha sido creado, redimido y santificado por la Trinidad para ser esclavo sino libre; para ser feliz y no oprimido; para ser protagonista de su propio destino y no obsecuente. Solamente adorarás a Dios y a Él sólo servirás nos enseña el primer gran mandamiento; con toda tus fuerzas, con tu mente y corazón y el segundo, semejante a éste; esto mismo harás con tu hermano, que es todo hombre.

Por eso, también, todo esto nos recuerda que la Iglesia no puede ni debe reducir su misión a los templos materiales; allí deberá cumplir su gran misión litúrgica; pero no acaba allí su misión, sino que comienza y termina donde se juega la vida de cada hombre y de cada pueblo, que va más allá de los muros del templo. Todo esto nos debe hacer reflexionar ante hechos dolorosos que son fruto de confusiones e intereses egoístas que están en juego. Bendigamos al Dios de la Trinidad que todas las cosas y realizaciones que se vienen haciendo para que nuestro pueblo sea feliz y hermanado, pero con actitud crítica positiva y constructiva; por tanto, ayudemos a que en el seno de nuestra comunidad riojana, como lo debe ser de toda la comunidad argentina, desaparezcan situaciones y realidades que nos deben avergonzar como pueblo y es ofensa grave a Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Miremos la vida y todo nuestro proceso con ojos sencillos y corazón recto para que no nos autoengañemos. Convenzámonos que Dios Trinitario es quien y en quien fuimos marcados por el bautismo haciéndonos un pueblo nuevo, es el Dios de la Verdad, de la Luz, de la Vida, de la Justicia, de la Esperanza, de la Misericordia y del Amor. No es el Dios que nos llama a construir con lo que es fruto de la mentira, de la injuria y de la explotación del hombre por el hombre.

Nuestro Dios Trinitario es Padre celoso de su Pueblo. Pero seguimos creyendo firmemente y esperando serenamente que en este Año Santo, más allá de nuestras pequeñeces, florecerá un nuevo amanecer para la vida de nuestro pueblo riojano. El Espíritu Santo sopla donde quiere y cuando quiere. Esto me da certeza para afirmar que en el corazón de nuestro pueblo, aunque lentamente, el Espíritu Santo ya viene realizando “hechos” y “gestos”, que preanuncian acontecimientos felices.
Finalmente Amigos: la más estupenda prueba de AMOR del Dios Trinitario ha sido regalarnos a los hombres a CRISTO, la Segunda Persona de la Trinidad. Este Cristo sigue presente entre nosotros como Señor de la historia. Una de las presencias de Cristo entre los hombres, la más estupenda, es su presencia en la EUCARISTÍA.

Allí está real y verdaderamente presente bajo las apariencias de pan y vino. También los cristianos celebramos de una manera especial la festividad del Santísimo Cuerpo de Cristo; la llamamos, también la fiesta del “Corpus”. Será el próximo jueves. Este año queremos darle un sentido especial. En la Eucaristía los hombres nos encontramos como comunidad fraternal y desde ella salimos para construirla con nuestros demás hermanos. En la Eucaristía celebramos el gran encuentro fraternal; es la Pascua de la reconciliación. Además, como argentino, celebraremos un Congreso Eucarístico Nacional en Salta. Todos esperamos que este Congreso sea para la Argentina lo que fue el Congreso del 1934 para la Argentina de entonces. Por eso les indico lo siguiente:
1. Traten todas las comunidades parroquiales de tener un Triduo preparatorio a la celebración del Corpus, de la manera que ustedes lo juzguen mejor.
2. En el Día de Corpus, jueves próximo, en la ciudad de La Rioja, celebren las misas solamente por la mañana. Por la tarde, este año haremos la Procesión con el Santísimo Sacramento en torno a la Plaza 25 de Mayo finalizando con la gran celebración en la Catedral.
3. Pidamos a Cristo Eucarístico para que en la Argentina y en La Rioja se realicen los grandes objetivos del Año Santo, así como lo quiere Dios. Pidamos también, para que el próximo Congreso Eucarístico no sea una manifestación solamente externa, sino el punto de partida para una Patria que se reencuentra como pueblo en la construcción de una Argentina que sea capaz de hacer felices a todos los argentinos. Pidamos, finalmente, por aquellos hermanos nuestros, que pudiendo estar ofuscados y enceguecidos por otros intereses, vean la luz y se sumen a la construcción de una Rioja de la que todos nos debemos sentir protagonistas.

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domingo, 27 de mayo de 2018

Homilía de la Festividad de la Sma. Trinidad - Mons. Angelelli



Evangelio según San Mateo 28,16-20. 


En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. 
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.  Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".




Homilía:

Cristo nos enseña el camino y el sentido de la vida, a ser hombres realizados, hay que convertirse, es decir, hay que volver al Padre de los cielos, hay que entrar en comunión de vida con Cristo.

Cristo en la Cruz y en la Pascua, nos reconcilia con el Padre y nos da la misma vida de Dios, nos hace hijos de la Familia Divina, Padre, Hijo, Espíritu Santo. Cristo nos congrega en un pueblo, los creyentes de Jesucristo, nos regala el don de la Fe de la Esperanza y el Amor, es decir, nos capacita para romper el egoísmo y aceptar entablar el diálogo y comunión de vida con Dios, nos abre el sentido de la vida con la Esperanza, pone en el corazón del hombre la capacidad para amar, con toda la vida, a Dios y a nuestros hermanos, nos hace fermento para ir creando entre los hombres una sociedad nueva, una comunidad nueva.

Nos entrega todo lo que El nos RE-Vela del Padre, nos descubre quién es Dios, Padre, Hijo, Espíritu Santo. Nos enseña cuál es el Plan de Dios sobre nosotros y sobre el mundo. Jesús instituye la Iglesia, sobre ese puñadito de hombres, los doce apóstoles, deposita y entrega la misma misión que él recibió del Padre cuando se encarnó y se hizo hombre! Yo he recibido plenos poderes en el cielo y en la tierra. "Id... y enseñándoles a cumplir todo lo que yo he mandado... y yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos..."

Es entonces la presencia y la permanencia del Espíritu Santo en la Iglesia, misteriosamente presente que va llevándonos y guiándonos para que todo lo que Cristo nos reveló del Padre lo la humanidad y especialmente de la Iglesia. Claro que sí, ese es nuestro origen y ese es nuestro destino, como persona, como pueblo, como creación. Comprendan entonces que amar al hombre y servir al hombre no está fuera del Plan de Dios, no es desviarnos de lo que quiere Dios, si todo sabiéndolo explícitamente o sin saber que se está realizando el Plan de Dios cuando se trabaja por la realización plena del hombre, se está colaborando con el plan amoroso de El.

Comprenderán entonces, que comprometernos con nuestros hermanos, con nuestro pueblo, comprometerse con la vida concreta de nuestra provincia, que es nuestra diócesis, compartiendo todo lo que ella vive en sus angustias y en sus alegrías es ser fieles a lo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo quiere.

Mons. Angelelli 24 de mayo de 1970

Fuente: Liturgia y Espiritualidad Dominical


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sábado, 26 de mayo de 2018

TESTAMENTO ESPIRITUAL (Cardenal Pironio)


Este próximo Domingo celebraremos la solemnidad de la Santísima Trinidad, me parece que las palabras del siervo de Dios, Cardenal Eduardo Francisco Pironio, nos pueden ayudar a rezar y a comprender la obra de la Santisima Trinidad en nosotros:

¡En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén! ¡Magnificat!
Fui bautizado en el nombre de la Trinidad Santísima, creí firmemente en Ella, por la misericordia de Dios, gusté su presencia amorosa en la pequeñez de mi alma (me sentí inhabitado por la Trinidad). Ahora entro “en la alegría de mi Señor”, en la contemplación directa, “cara a cara”, de la Trinidad. Hasta ahora “peregriné lejos del Señor”. Ahora “lo veo tal cual Él es”. Soy feliz ¡Magnificat!
“Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre”. Gracias, Señor y Dios mío, Padre de las misericordias, porque me llamas y me esperas. Porque me abrazas en la alegría de tu perdón.
No quiero que lloren mi partida. “Si me amáis, os alegréis: porque me voy al Padre”. Sólo le pido que me sigan acompañando con su cariño y oración y que recen mucho por mi alma.
¡Magnificat! Me pongo en el corazón de María, mi buena Madre, la Virgen Fiel, para que me ayude a dar gracias al Padre y a pedir perdón por mis innumerables pecados.
¡Magnificat! Te doy gracias. Padre, por el don de la vida. ¡Qué lindo es vivir! Tú nos hiciste, Señor para la Vida. La amo, la ofrezco, la espero. Tú eres la Vida, como fuiste siempre mi Verdad y mi Camino.
¡Magnificat! Doy gracias al Padre por el don inapreciable de mi Bautismo que me hizo hijo de Dios y templo vivo de la Trinidad. Me duele no haber realizado bien mi vocación bautismal a la santidad.
Leer testamento completo...

sábado, 10 de junio de 2017

EVANCAT - "EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD"

Solemnidad de la Santísima Trinidad



Evangelio según San Juan 3,16-18.

Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.  Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»  El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. 


Catecismo de la Iglesia Católica
 “EL MISTERIO DE LA TRINIDAD”


202 Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que él mismo es "el Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único: Creemos firmemente y afirmamos sin ambages que hay un solo verdadero Dios, inmenso e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: Tres Personas, pero una Esencia, una Substancia o Naturaleza absolutamente simple (Cc. de Letrán IV: DS 800).


234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe". "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos"

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).

254 Las personas divinas son realmente distintas entre si. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804).
La Unidad divina es Trina.

255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. De Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia

1442: DS 1331).

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jueves, 19 de mayo de 2016

Domingo de la Santisima Trinidad y Catecismo - "La familia como imagen de la Trinidad"



Con la lectura del Evangelio de este día Domingo 22 de Mayo, día en que celebramos la solemnidad de la Santisinima Trinidad, les propongo reflexionar los siguientes temas del Catecismo de la Iglesia Católica:

  1. El Misterio de la Santisima Trinidad
  2. El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu
  3. El dogma de la Santísima Trinidad
  4. La familia como imagen de la Trinidad
Evangelio según San Juan 16,12-15. 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. 
Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."

1-El Misterio de la Santisima Trinidad

234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la "jerarquía de las verdades de fe" (DCG 43). "Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos" (DCG 47).

237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los "misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Cc. Vaticano I: DS 3015. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

2-El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu

243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Credo de Nicea-Constantinopla), estará ahora junto a los discípul os y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16,13). 
El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre. 

244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26;16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.

3-El dogma de la Santísima Trinidad

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: 
"El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).

254 Las personas divinas son realmente distintas entre si. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.

255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).

4-La familia como imagen de la Trinidad

2204 "La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específicas de la comunión eclesial; por eso...puede y debe decirse iglesia doméstica" (FC 21, cf LG 11). 
Es una comunidad de fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el Nuevo Testamento (cf Ef 5,21-6,4; Col 3,18-21; 1 P 3, 1-7).

2205 La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a participar en la oración y el sacrificio de Cristo. La oración cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. 
La familia cristiana es evangelizadora y misionera.

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