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sábado, 28 de mayo de 2022

Homilía de Monseñor Angelelli - Ascensión del Señor




Solemnidad de la Ascensión del Señor

Hechos 1, 1-11 - Salmo 47(46),2-3.6-7.8-9. - Hebreos 9,24-28.10,19-23

Evangelio según San Lucas 24,46-53

Jesús dijo a sus discípulos: "Así esta escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la  conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto." Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

Homilía de Monseñor Angelelli, Solemnidad de la Ascensión del Señor                                            (La Rioja, 26 de mayo de 1974)

 

Hermanos y amigos radio oyentes de L.V. 14:

Celebramos hoy, la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los cielos. Esta celebración nos ayuda a comprender mejor nuestra Fe cristiana.

Para nosotros, riojanos, está puesta al final de una semana llena de celebraciones y acontecimientos que han tomado toda nuestra vida como pueblo: La celebración de la fundación de La Rioja, la celebración del día patrio, la celebración del día del Olivo, la celebración de fiestas patronales: Santa Rita de Chilecito y de Catuna; el delicado problema de los docentes; el lanzamiento oficial de CREAR-DINEA. En el corazón de estos hechos, entre otros, Cristo que nos dice: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado... sepan que estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo... vayan y proclamen el Evangelio a toda la creación... el que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer, será condenado... sean testigos de todo esto... les enviaré al Espíritu Santo... quédense en la ciudad hasta que se revistan de la fuerza de lo alto... y mientras los bendecía... se separó de ellos subiendo hasta el cielo... volvieron con alegría y bendecían a Dios...”

Y mientras meditaba todo esto, preparando estas reflexiones para la Misa Radial, no me resistí a pensar en algo que me tocó muy de cerca vivirlo. Era la muerte de una anciana de noventa y dos años; murió, también durante esta semana. Y reflexionaba: cuando la Fe ilumina y penetra hondamente en una persona, le hace descubrir el sentido profundo que tiene la vida; le da la verdadera sabiduría y la convierte en eso que nos manda Cristo: “sean testigos... con la fuerza del Espíritu Santo que les enviaré”. Se dejó evangelizar por Dios a través del ministerio de la Iglesia – Madre - hasta el último instante de su prolongada vida. Su muerte se convertía así en un testimonio viviente de Fe y dejaba, antes de partir, como herencia a sus hijos y a su pueblo, un mensaje de sabiduría enriquecida con pequeños-grandes gestos, hechos en silencio y con gran conciencia de fidelidad. Me tocó ungirla con los óleos de los enfermos, me tocó recoger sus últimos gestos, me tocó celebrar la misa de despedida, me tocó vivir con sus familiares y con su pueblo todo lo que significa una partida de quién muere y se despide así, como coronamiento de una larga vida. “La Virgen sabe lo que debe hacer de mi vida, que haga lo que Ella quiere... que bendiga a mis ‘changos’, y que bendiga a mi barrio... yo estoy lista para irme... decía entre otras cosas, antes de partir...”. Y como ella, cuántas y cuántos así prepararán una partida definitiva de este mundo, después de haber vivido la propia vida comprometidos y fieles a las exigencias de la Fe y de las necesidades de sus hermanos. Después de haber vivido la vida comprometida con su pueblo.

Me parecía oír que decía lo mismo que Jesús: “Vayan hijos y hermanos de mi pueblo. Vivan así para que Dios les regale una muerte como me la regaló a mí”. Así se fue la abuela Atanasia.

Y volví a la reflexión de la Ascensión de Cristo, Nuestro Señor. Muchas cosas nos deja antes de su partida para volver junto a su Padre y nuestro Padre Dios. Nos deja su Vida de Hombre-Dios, desde su Encarnación y Nacimiento en Belén, hasta su Ascensión; nos deja su Evangelio con la muerte en la Cruz y la Resurrección; nos deja la Iglesia y en ella al Espíritu Santo que la anima y la rejuvenece permanentemente; nos deja el sentido nuevo de la vida y de las cosas; nos deja el regalo de la Fe, de la Esperanza y del Amor; nos deja el sentido de caminantes en la vida y la certeza de un encuentro definitivo en la Vida que no tiene término en Dios; nos deja la gran tarea de realizar una sociedad nueva, distinta de aquella que se construye en el egoísmo, ésta hay que construirla en el Amor; nos deja la tarea de ser EVANGELIZADORES Y ANUNCIADORES de esta BUENA NUEVA que es Él – Cristo; nos deja la tarea de convocar a los hombres a la fraternidad y a trabajar para que la justicia sea vivida entre los hombres; nos deja la tarea de ser constructores de la Paz; nos deja su Vida y su presencia permanente entre nosotros, para que en Él y con Él construyamos un pueblo nuevo, una raza elegida, un pueblo santo. Nos deja la clave para ser felices, en las Bienaventuranzas; nos deja como una especie de código, que de acuerdo a él seremos juzgados al término de nuestra vida, como a la abuela Atanasia.

Nos deja a nuestro hermano, el hombre, para que en él reconozcamos su rostro y su presencia. Nos deja al samaritano para que en él aprendamos a descubrir las exigencias del Evangelio; nos deja el don del sacerdocio y de la consagración total de la vida, como signos de servicio al hombre y al pueblo, alabando y glorificando a Dios, con y desde él; nos deja la capacidad para no quedarnos “establecidos en la vida”, porque así se debilita y muere; por eso nos llama permanentemente a superarnos como individuos y como pueblo, a crecer, renovarnos, madurarnos, a no perder el rumbo y la meta definitiva. Así podríamos seguir desentrañando todo lo que esta celebración contiene y exige de nosotros, especialmente, cristianos, hijos de la Iglesia; aunque va mucho más allá; es un “acontecimiento” que mira a todos los tiempos y a todos los pueblos. Mira y es respuesta a todo el hombre y a todos los hombres de todos los tiempos. Muerte - Resurrección y Ascensión de Cristo, es la clave para interpretar la historia y los grandes interrogantes de los hombres. La abuela Atanasia, en su sencillez de hija de su pueblo, la interpretó con gran sabiduría para darle sentido a toda su vida y a su muerte.

Así también, se convierte en “clave”, como en la música, para interpretar y darle sentido a nuestras celebraciones como pueblo y para buscar las verdaderas soluciones a los problemas que plantean nuestros conflictos cuando están en juego la justicia, la paz y la respuesta que debemos dar los adultos a nuestros niños y a nuestra juventud. Así, también, celebramos e interpretamos bien las expresiones de Fe que un pueblo vive en sus fiestas patronales. Decíamos que en la lectura de los textos de la Ascensión, Cristo nos envía a EVANGELIZAR a todos los pueblos y a toda la creación. Por eso, también, en este Año Santo, se celebrará lo que se llama Sínodo Universal de los Obispos, es decir: un encuentro de Obispos, sucesores de los apóstoles, con el Papa, sucesor de Pedro, para seguir reflexionando y sacar las orientaciones para toda la Iglesia.

El tema para este gran acontecimiento es: LA EVANGELIZACIÓN EN EL MUNDO DE HOY. Vale decir: cómo seguir anunciando el Evangelio de Cristo, el mismo de siempre a nuestro mundo actual, siendo fieles a su contenido; con qué medios nuevos y de qué forma debe ser anunciado para que el hombre actual, nosotros, sepamos descubrir que ese Evangelio es la gran respuesta de Dios a la vida del hombre y del mundo actual. Reconciliarnos verdaderamente como hermanos y asumir toda la renovación y cambios profundos que exige el mundo en que vivimos, supone que, primero, nosotros los cristianos, sintamos vivamente la permanente necesidad de ser re-evangelizados, catequizados, actualizados, iluminados por el Evangelio de Cristo y, segundo, presentar a nuestros hermanos ese Evangelio con la palabra, pero especialmente con la vida, comprometida en la construcción de un mundo más justo y más fraternal.

Este gran acontecimiento de Año Santo, que es el Sínodo de los Obispos, al haberse escogido el tema de la EVANGELIZACIÓN EN EL MUNDO DE HOY, es también para nosotros, el gran objetivo de la diócesis. No como una necesidad impuesta de afuera, sino como una necesidad surgida de nuestra realidad riojana. Porque si es una exigencia permanente del Espíritu Santo en toda la Iglesia Universal, lo es más para nosotros, pueblo bautizado y cristiano, en su casi totalidad, pero necesitado de mayor profundización de la Fe y de sus exigencias en la vida, privada y pública. Porque todo el pueblo de Dios es comunidad del Evangelio y es responsable de su transmisión con palabras y obras.

Si fuéramos lo suficientemente evangelizados, no tendríamos que constatar hechos dolorosos en la vida de la comunidad diocesana. Es exigencia de vida y de tarea a realizar, para todos; para nosotros, sacerdotes; para los consagrados en la vida religiosa y para todos los fieles cristianos de la diócesis. Comenzamos la preparación de la festividad de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo.

Que toda la diócesis entre en un clima de cenáculo como entraron los apóstoles y María, después de la Ascensión para que encuentre en nosotros acogida humilde y sincera el Espíritu Santo con el regalo de sus Dones. Con su Luz y con su fuerza comprenderemos mejor qué es evangelizar y ser evangelizador, y nos lanzaremos más a ser los testigos del Evangelio de Cristo por las palabras y por las obras. Que María Santísima y San Nicolás nos ayuden a vivir en plenitud, Pentecostés.



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domingo, 15 de mayo de 2022

Homilía de Monseñor Angelelli - 5° Domingo de Pascua - Ciclo C






Lecturas del día: Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27 /Sal 113B,1-2.3-4.15-16  / Apocalipsis 21, 1-5a

Evangelio según San Juan 13, 31-33a. 34-35

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará. Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos’’.

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli - 5° domingo de Pascua (12 de mayo de 1974)

Hermanos y amigos radioyentes de L.V. 14.

El domingo pasado, por la gracia de Dios hemos vivido una jornada verdaderamente privilegiada para quienes la vean con sentido de pueblo y con sentido cristiano. Estos fueron los hechos vividos diocesanamente: 1- En este Año Santo hubo un gesto de esta Madre Iglesia que busca por todos los medios “reconciliar a los hombres necesitados de ella”. 2- Tres jóvenes se ordenaron de diáconos y una religiosa hace sus “promesas religiosas” en el día mundial de las vocaciones. 3- Fue un día mariano porque celebramos como cristianos y como argentinos la fiesta de la Virgen del Valle.

En apariencia sin importancia y sin embargo con trascendencia de futuro. En medio de las dificultades que a diario vivimos porque aún no logramos vivir una verdadera fraternidad como pueblo, estos hechos nos ayudan a reflexionar y a hacer un alto en el camino para repensar nuestra vida, así como la llevamos.

Porque existe un verdadero hambre de reconciliación y de paz. Por eso nos desubicamos como hombres, y si tenemos Fe, como cristianos, si decimos que no necesitamos ser perdonados, ni de qué arrepentirnos. En este caso, si así pensamos y obramos, somos víctimas de la soberbia y de la ceguera de mente y de corazón, haciéndonos daño a nosotros mismos y nos empequeñecemos negativamente ante Dios y ante los demás. Dios quiera que nunca caigamos en esta actitud interior, porque significaría que rechazamos la “luz” y “gracia” de Dios. De las lecturas de este domingo que acabamos de escuchar, hacemos esta reflexión:

La Comunidad Cristiana, que somos nosotros, como pueblo y como cuerpo, debe ir creciendo siempre interiormente en la VIDA que nos viene de Cristo. Esto nos dice que nuestra condición es de peregrinos y que caminamos hacia una meta que es Dios, nuestro Padre. Este crecimiento sólo es verdadero si se hace con el AMOR; - “En esto conocerán que son mis discípulos, si se aman los unos con los otros...”. En esto entenderemos bien lo que busca lograr en nosotros este Año Santo. Tres palabras lo resumen: RENOVAR - RECONCILIAR - AMAR. Esto lo comprendemos mejor si lo comparamos con lo que hacemos y vemos todos los días en nuestros campos; si el árbol tiene mucha savia tendrá mucha vida y dará buenos frutos y abundantes; pero el cuidado hay que tenerlo desde que preparamos la tierra hasta que recogemos los frutos. Lo decimos en nuestro lenguaje familiar: “al árbol se lo conoce por su fruto”. De un árbol malo no se puede sacar buenos frutos. Y esto que es fruto de la sabiduría popular, apliquémoslo a la vida personal de cada uno de nosotros y a la vida de un pueblo. Daremos como individuos y como pueblo buenos frutos, si somos capaces de ir trabajando, a pesar de todas las dificultades, hasta lograr hacer un pueblo que vive muy en serio el amor fraterno.

Ahora, esta es una frase muy linda y de tanto repetirla casi no le damos toda la importancia que tiene y sin embargo nos dice Cristo: “En esto conocerán los hombres que son mis discípulos”. En esta ley del amor fraterno debemos regular toda la vida privada y pública. El AMOR debe regular la política, la economía, la educación y la cultura, las relaciones sociales entre los hombres, la vida familiar, la vida interior de una comunidad cristiana. Ahora bien, nos dice San Pablo que el amor es: “paciente, es servicial, no tiene envidia. No quiere aparentar ni se hace el importante. No actúa con bajeza, ni busca su propio interés. El amor no se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y perdona. Nunca se alegra de algo injusto y siempre la agrada la verdad. El amor disculpa todo; todo lo cree, lo espera y todo lo soporta. El amor nunca pasará... Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando ya fui hombre, dejé atrás las cosas de niño…Hermanos no se queden como niños en su modo de pensar. En el camino del mal, sí sean como niños, pero adultos en su manera de pensar.

A la luz de esto que acabamos de decir necesitamos crecer y madurar en nuestra vida personal y en nuestra vida como pueblo. No cualquier cambio hace madurar, pero es ley de la vida ir cambiando para que, como dice San Pablo, cuando niño obre como niño y como hombre obre como adulto.

Esto es vivir el amor. Exige de nosotros muchas renuncias y sacrificios. Renovar no es fácil; por eso renovarnos cuesta mucho; por eso fraternalmente nos trae muchos dolores de cabeza. Aparentemente es más fácil vivir encerrados en nuestro egoísmo y en nuestros “intereses   individuales” pero así ni tendremos paz ni habrá paz en la comunidad, ni en la vida familiar, ni en las relaciones humanas.

Hemos dicho que este Año Santo es para nosotros argentinos un año también eucarístico. No miremos tanto la exterioridad de un Congreso Eucarístico Nacional, sino todo lo que nos exige la Eucaristía en la vida y en un proceso que ayude a liberar a un pueblo. No puede haber Eucaristía si no hay reconciliación. No habrá reconciliación si no se funda en la justicia y en la caridad o el amor.

Por eso, a veces, da pena, observar en la búsqueda de la felicidad como pueblo, lo queramos hacer con la pública difusión de la mentira, con el agravio, con el juego mezquino de intereses de grupos, con la desconfianza a quienes en la vida de una comunidad tenemos el ministerio de entregar el Evangelio y la fuente del AMOR que son los sacramentos. Así no se construye nada sólido.

En todo proceso de crecimiento, así como lo quiere Dios, nunca perdamos el don que nos ha dado el mismo Dios, de ser autocríticos de nuestros propios actos. Sólo así maduramos. Sólo así crecemos y vencemos las dificultades de toda marcha. Así será verdadera la renovación; así será sincera la reconciliación; así será efectivo el amor fraterno.

A ustedes, las comunidades parroquiales, a ustedes de los pueblos del interior y de los barrios de la ciudad, los grandes objetivos de este Año Santo y de este Año Eucarístico, más allá de las sospechas ridículas que pudiesen existir, que el “gran árbol” que es nuestra Rioja, pueda ir recogiendo verdaderos frutos de fraternidad, de trabajo, con sentido de pueblo, de compromiso cristiano con sentido de tarea y de misión.

Tienen muchísimas ocasiones para reflexionar en todo esto: tienen ya próximas la fiesta de Pentecostés, del Corpus; del Sagrado Corazón, las fiestas patronales, los encuentros decanales y diocesanos, las reuniones o encuentros más pequeños de pueblo o de barrios; los encuentros familiares. Ustedes hermanos que están en el importantísimo campo educacional, tienen valores grandes para reflexionar; especialmente ustedes los que están en Institutos, que tienen una mayor dependencia de la Diócesis, reexaminen toda vida educacional a la luz de los grandes objetivos del Año Santo: Renovar, Reconciliar, Amor. Hay mucho que corregir y mucho por hacer. Por otra parte, sean lugares oficiales como privados, todos deben ser considerados al mismo pueblo. No son dos pueblos ni dos comunidades. Y en este sentido, para efectivizar más el amor fraterno, la Iglesia, en su fundamental misión educadora del pueblo, deberá evaluar las formas concretas cómo la realiza en nuestra diócesis. Y para nosotros, que tenemos una identidad propia y una misión específica dada por Cristo, tanto en la vida sacerdotal, como en la consagración en la vida religiosa, debe seguir siendo en este Año Santo por la vivencia y la labor que realicemos. En esto se plantea qué es EVANGELIZAR HOY EN NUESTRO MUNDO ACTUAL. De esto hablaremos en lo sucesivo. El gran tema del Sínodo Mundial de los Obispos en Roma.


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sábado, 8 de agosto de 2020

Homilía de Monseñor Angelelli - Domingo XIX - Ciclo A

 Evangelio según San Mateo 14,22-33.

Después que se sació la multitud, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli (10 de Agosto 1975)

Ayer finalizamos un encuentro sacerdotal. Quisimos, en un primer momento que fuera sólo y profundamente sacerdotal para reflexionar ante el Señor nuestra misión de pastores, en las presentes circunstancias que vivimos. No tenía nada de especial y misterioso. Simplemente orar y ahondar nuestra responsabilidad ante la realidad de nuestro pueblo. Luego invitamos, también, a las religiosas por las responsabilidades que tienen en barrios y pueblos de la diócesis. No puedo dejar de comunicarles este hecho en la vida de la diócesis, porque ha constituido una verdadera bendición del Señor este encuentro para bien de La Rioja. El clima de oración, fraternidad y profundidad de reflexión, en quienes tenemos responsabilidades, así graves, significan un bien para una comunidad. Es muy importante, en circunstancias como las que vivimos, tener la serenidad y la lucidez suficientes para tratar de ver claro cuál debe ser nuestro ministerio sacerdotal y religioso. Quizás, podrá significar, para algunos, sin importancia; esto sin mala voluntad; pero sin percibir su dimensión en la comunidad.

Cuando cada sacerdote, pastor de su pueblo, trae a una mesa común no sólo su propia vida consagrada sino la de su pueblo, con todo lo que ella significa, para rezarla y reflexionarla con sus otros hermanos, es una realidad que honra y alienta a una comunidad como lo es la diócesis. Y si esto se hace con gran espíritu de profundizar de buscar juntos las soluciones, nos debe llenar de alegría, como la tengo yo.

Precisamente el texto del Evangelio de hoy (Mt 14, 22-33) nos ilumina desde la fe el camino que venimos haciendo como pueblo y como comunidad cristiana. En el Evangelio se nos habla del mar sacudido por el viento; en él, una débil barca metida muy adentro; en ella Jesús y el grupito de los apóstoles; Jesús dormido, por el cansancio de haber estado todo el día con la gente; los apóstoles asustados por no saber qué hacer con el mar sacudido por las olas; ... luego los diálogos; antes el miedo de los apóstoles, Jesús que es despertado les dice: ¡Animo... no tengan miedo...” ...y a Pedro que se hundía en el agua... ¡hombre de poca fe, porque has dudado -despuntaba el alba después de una noche de angustias y desorientación. Jesús había buscado el silencio de la noche para orar.

La sola lectura de este pasaje del Evangelio nos pinta nuestra realidad personal y las circunstancias en que vivimos con tantos problemas de todo tipo. Se nos acaba la esperanza; nos entra el miedo; nos angustiamos; perdemos el sentido de la vida; no sabemos qué hacer; se nos vienen abajo nuestros proyectos. A todo esto no es fácil la respuesta concreta para buscar solución a todos los problemas que tenemos. También, quienes tenemos la misión sacerdotal de ser pastores de nuestros pueblos, necesitamos oír en el silencio de la oración y de la búsqueda en común, la palabra de Jesús: “Animo... no tengan miedo...”; lo necesita cada sacerdote para confirmar la fe de sus hermanos. Necesitamos profundizar el Evangelio de Cristo, descubrirlo mejor a él, para iluminar la vida de las comunidades confiadas.

¿Qué hicimos en el encuentro? Sentirnos, una vez más, necesitados de orar en común; de ahondar la fraternidad sacramental y sacerdotal; revisar juntos nuestra delicada misión religiosa en la vida concreta de nuestros hermanos; poder ser mejor servidores de ustedes. Quisimos prepararnos, juntos, para la “visita de San Nicolás” por La Rioja. A este “paso jubilar de Dios” por toda nuestra diócesis, lo queremos preparar con la oración y con el estudio meditado de la Palabra de Dios. Esa misma Palabra que deberemos anunciarles a ustedes en toda esta gran misión diocesana.

Además de lo organizativo, nos interesa fundamentalmente que La Rioja, sienta en este Año Santo la realidad reconciliadora y renovadora exigida por Cristo. Por eso profundizamos los Sacramentos de Cristo: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Unción de los Enfermos, Matrimonio, Penitencia -especialmente este último-, la penitencia, llamada hoy, el sacramento de la reconciliación. Descubrir mejor y más hondo que nosotros los hombres necesitamos de la Misericordia de Dios y de su Perdón y que nosotros somos débiles y pecadores si él no nos “libera-perdona-salva-ayuda.

Sentimos la necesidad, una vez más, de ponernos en actitud de “escucha” ante Dios, para recoger en nuestro corazón lo que nos dice a nosotros como pastores y lo que le dice a su pueblo. Sentirnos que pastores y pueblo, necesitamos de su luz, de su misericordia, de su perdón, de su gracia. Cuando nos ponemos en esta actitud, entonces nos sentiremos libres interiormente; no miraremos solamente lo personal e individual, sino que nuestra mirada y nuestra preocupación será abierta y hacia todos.

Hablar del sacramento de la reconciliación en una “visita de San Nicolás a La Rioja”: no es suficiente “arreglármelas” a solas con Dios, es necesario descubrir los pecados personales y sociales que tenemos. Cristo nos urge a remover los obstáculos personales y seculares para que de veras seamos una comunidad fraternal.

Ser discípulo de Cristo; miembro vivo y consciente de su Iglesia es procurar que unidos procuremos infatigablemente, que todo hombre sea plenamente hombre como lo quiere y lo ha creado Dios. No anunciamos ni anunciaremos a nuestro pueblo un Dios y un Cristo separado y descolgado del hombre y de un pueblo; lo repetimos una vez más; es el Dios vivo y eterno, que ya ha elegido en cada hombre su propia casa y que al rostro de Cristo hay que descubrirlo en el rostro de cada hombre. Por eso decimos que Cristo es cuestionador de toda nuestra vida. Cristo se nos ha metido en la vida y está más presente de lo que pensamos.

Hombres de poca fe... ¿por qué tienen miedo?.... Nos lo repite a todos. Qué gracia de Dios es poder mirar la vida y los problemas de la vida con los ojos y la mirada de Dios. Qué responsabilidad tenemos quienes tenemos por pura gracia de Dios el don de la Fe. Más obligados estamos a construir una sociedad nueva; una fraternidad verdadera entre los hombres.

Hermanos de los Llanos y hermanos del Oeste: este año tendrán ustedes la “visita” de San Nicolás. Prepárense bien; dispónganse a acoger la palabra de Dios y a concretar en la vida de cada uno, de cada hogar y de cada pueblo con Palabra de Dios. Debemos celebrarlo con sentido festivo, pero lo importante es que luego de su paso quedan reconciliados y renovados cristianamente, las personas, las familias, los pueblos.

 Que San Nicolás interceda por La Rioja. 


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sábado, 21 de marzo de 2020

4° Domingo de Cuaresma - CELEBRACIÓN Y HOMILÍAS


Queridos amigos debido a la propagación del Coronavirus, en muchos países se suspendieron las misas, dispensando el precepto dominical de la misa presencial y recomendando la participación en la misa a través de distintos medios de comunicación. Aquí te proponemos las lecturas del día, una celebración familiar (elaborada por la Conferencia Episcopal Argentina) y algunas homilías para reflexionar y rezar en este cuarto domingo de Cuaresma

Lecturas del día: Samuel 16,1b.6-7.10-13a. / Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6. / Efesios 5,8-14.


Evangelio según San Juan 9,1-41.


Jesús, al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?". "Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo". Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?". Unos opinaban: "Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le parece". El decía: "Soy realmente yo". Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?". El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi". Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé". El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo". Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos.
Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta". Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?". Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta". Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él". Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". "Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo". Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?". El les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?". Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este". El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada". Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?". El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?". Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando". Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él. Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven". Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?". Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".

Descargar Celebración Familiar IV Domingo de Cuaresma


Homilías:


"Yo soy la Luz del mundo" - Cardenal Eduardo Pironio, Siervo de Dios



"La perspectiva sigue siendo la Pascua" - José Aldazabal,  SDB   


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domingo, 1 de marzo de 2020

REFLEXIONES EN TORNO A LA CUARESMA - MONSEÑOR ANGELELLI



Primer domingo de Cuaresma

Génesis 2,7-9.3,1-7. / Salmo 51(50),3-4.5-6a.12-13.14.17. / Romanos 5,12-19.



Evangelio según San Mateo 4,1-11.

Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes". Jesús le respondió: "Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Jesús le respondió: "También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: "Te daré todo esto, si te postras para adorarme". Jesús le respondió: "Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.


REFLEXIONES EN TORNO A LA CUARESMA - MONSEÑOR ANGELELLI, FEBRERO 1975

HERMANOS:
Dice San Agustín: “con ustedes comparto la dignidad de cristiano; para ustedes tengo la grave responsabilidad de ser el obispo”. Esta responsabilidad pastoral me exige, hoy, hacerles algunas reflexiones en torno a la Cuaresma que iniciamos, con la gracia de Dios. 
El Miércoles de Ceniza abriremos este nuevo tiempo litúrgico. Daremos comienzo a la Cuaresma. Tiempo saludable para la conversión y la búsqueda esperanzada de ser verdaderamente “hombres nuevos” en Cristo. Tiempo que reclama, con mayor urgencia, la “reconciliación”; esta reconciliación deberá ser: consigo mismo; con los otros; con la naturaleza y con Dios.
El Miércoles de Ceniza nos sacudirá interiormente un llamado con la fuerza de una sentencia: “conviértete y cree en el Evangelio de Jesús, y no te olvides que eres polvo y en polvo te convertirás”. Lejos de ser un llamado pesimista es un nuevo grito de esperanza y de vida. Si quisiéramos reducir a una frase todo el contenido de la Cuaresma, lo podríamos hacer con la frase de Pablo VI: “La reconciliación es el camino para la paz”. Cuaresma es un tiempo especial (diríamos tiempo fuerte), para la reflexión y las decisiones personales y comunitarias. Es para todos sin excepción alguna. Todos debemos entrar en este clima y cuestionamiento cuaresmal. La escala de valores de una sociedad de consumo “tener más” y no “ser más”, nos dirá que la cuaresma es asunto del pasado, asunto perimido. En el fondo es también una concepción que no respeta al pueblo. En cambio la sabiduría de nuestro pueblo que se ha nutrido y se sigue nutriendo de la Palabra de Dios, nos enseña que es una necesidad impostergable. Si ponemos el oído a Cristo, nos seguirá diciendo “sean perfectos como mi Padre Celestial...”.

Necesitamos convertir la vida, así como la llevamos. Necesitamos reencontrar a Jesucristo, como la Gran Respuesta de nuestro Padre del cielo a nosotros los hombres. Necesitamos anunciar a Jesucristo con sencillez y coraje a esta sociedad que tiene cambiado los valores del Evangelio. Necesitamos romper toda dicotomía (separación) de la vida concreta por un lado y la fe cristiana por otro. Aquí nacen muchos desencuentros y tensiones entre hermanos de una misma fe.
Necesitamos ser reevangelizados; todos, cada uno en la condición y responsabilidad en que nos encontremos. Por eso, ya lo anunciamos en las fiestas de San Nicolás; este año “75” - Año Santo Universal - seguirá siendo para nosotros, como diócesis, el año de la búsqueda de mayor profundidad e interioridad de la vida cristiana; no es otra cosa que profundizar la Fe, la Esperanza y el Amor. Tanto repetirlo puede hasta fastidiar. Sin embargo esto es lo necesario y fundamental. Todo esto nos es necesario para darle mayor profundidad a nuestras opciones pastorales que hemos hecho diocesana y corresponsablemente.

La Carta del Santo Padre, que dimos a la opinión pública en las fiestas de San Nicolás, iluminará la vida y la acción pastoral de la diócesis; reafirmará mejor los objetivos allí señalados; será una guía para que, especialmente en esta cuaresma, hagamos una evaluación evangélica de todo el Cuerpo Eclesial Diocesano. A propósito de la Carta del Papa, y a título simplemente informativo, debe decirles que no han faltado voces y actitudes en La Rioja y fuera de ella, que buscan restarle su importancia, desvirtuarla para que no produzca los frutos que el mismo Santo Padre desea que logre. Debemos comprender y explicarnos estas actitudes y seguir orando por los que no alcanzan a ver lo que el Señor quiere a través de la Palabra del Papa. De todo esto ya ha sido informado el Santo Padre y las mismas fuentes que originan estas actitudes. Que San Nicolás los ayude.

La Cuaresma, como toda actitud verdaderamente cristiana, no nos llama a ser vaticinadores de “calamidades” y a ver todo negativo y sin solución. El llamado es a la ESPERANZA y a hacer crecer la VIDA como don de Dios. Pero para ser consecuentes con esta actitud, y sin caer en una concepción “pesimista” de la vida, es necesario, también, poner los pies en la tierra y tomar mayor conciencia de la crudeza de nuestra realidad cotidiana. Cada uno de nosotros la vivimos en nuestro propio ambiente. Esta toma de mayor conciencia es para ser “hijos de la luz” y de la “esperanza”; y no hijos del “miedo”, de la “cobardía” y del “cálculo egoísta”. Todos debemos buscar la “reconciliación” para lograr el fruto de la paz.
Pero no lograremos el fruto de la PAZ que prepara y hace fructificar la verdadera “reconciliación” entre nosotros los hombres, si aún constatamos: 
1. si se sigue instrumentando la violencia a todo nivel y en todas sus formas, como norma para hacer feliz a un pueblo.
2. si el “negociado”, la “coima”, la “deshonestidad” en todas sus gamas y grados, va constituyéndose como norma para conservar un efímero “status social”: conseguir mayor poder y dominio sobre los demás con fines de lucro u otros apetitos descontrolados.
3. si cada mañana, el ama de casa sigue constatando que existen menos cosas para la canasta familiar; interrogándose: “dónde están”; “quienes las tienen”... “seguiremos así...”
4. si la familia - nuestros hogares argentinos - es sacudida en sus mismos cimientos, con una sistemática e inteligente propaganda que lejos de ayudarla a crecer y protegerla, la sigue destruyendo.
5. si partiendo de una escala de valores, inteligentemente instrumentada y manejada por quienes se dicen “ilustrados”, ridiculizan o intentan destruir los valores evangélicos de nuestro pueblo sencillo y casi sin voz, pero que con fidelidad los guarda y los convierte en sabiduría de la vida.
6. si la justicia es violada; el amor, comercializado; el “machismo” como norma de vida; la mujer, sin restarle nada de su propia responsabilidad, es objeto de instintos descontrolados y de comercio.
7. si la sangre derramada y los dolores acumulados de un pueblo no nos hace, a todos nosotros argentinos, escuchar la voz de Dios que nos habla en estos acontecimientos, y no nos mueven a reordenar la vida privada y pública.
8. si hasta la misma fe cristiana, muchas veces, con dolor lo decimos, es “utilizada” como medio, no para seguir construyendo el Reino de Dios, sino para lograr otros fines incalificables... etcétera.
Lamentablemente podríamos sumar más hechos que obstaculizan la verdadera reconciliación como camino para la paz. Son hechos que no quisiéramos que fueran ciertos. A todos nos obliga a reflexionarlos seriamente. Todos debemos sumar nuestros esfuerzos para hacer el camino de la vida juntos. Alguien podrá decir que es una utopía. No lo creo. Es difícil; sí. Pero entonces deberemos no autoengañarnos en la búsqueda de la tan anhelada paz. Ella es fruto de un cambio radical de vida. Buscando sólo el “tener más” no conseguiremos, ni reconciliarnos ni tener paz en nosotros y con los otros. Con coraje deberemos “ser más”. Ser los hombres nuevos a que nos invita la PASCUA DE CRISTO a todos los argentinos. Esta Pascua supone, para que sea verdadera, hacer el camino a que nos invita la cuaresma y la Cruz del Viernes Santo.

Seguiremos reflexionando, y tomando las decisiones que nos exige la verdadera reconciliación.
Aprovechemos esta cuaresma para que en cada uno de nosotros; en cada hogar; en cada comunidad parroquial y en cada grupo humano, reencontrarnos a Cristo que nos hace un apremiante llamado a la conversión de la vida y a vivir la condición de “hombre nuevo” que Él nos trajo.  Que María y San Nicolás nos ayuden y nos bendigan.



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domingo, 8 de diciembre de 2019

Mons. Angelelli consagra la diócesis de La Rioja a la Virgen del Valle




Monseñor Angelelli, 14 de diciembre de 1975 (misa radial)   

El 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María, por invitación personal del Obispo de Catamarca, debí presidir la Misa concelebrada en la Basílica de la Virgen del Valle de Catamarca. Por la tarde, de ese mismo día, después de la procesión, el Obispo, Mons. Torres, me invitó a que llevara en mis manos la Sagrada Imagen hasta su Camarín. Ambos Obispos, consagrábamos, una vez más, nuestras respectivas diócesis a la Santísima Virgen, uniéndonos así al Santo Padre que El lo hacía en Roma, consagrándole la Iglesia Universal.

Viajé a Catamarca con una actitud de peregrino, como lo hicieron muchos hermanos riojanos que estuvimos ese día en Catamarca. No hubiera salido de la diócesis, el día de la Inmaculada, sino hubiese sido por el sentido de mi presencia en la diócesis hermana. Oramos especialmente por la Patria como lo habíamos dispuesto en la Asamblea del Episcopado.
Sentí fuertemente que llevaba conmigo a toda la diócesis de la Rioja. Mi oración de peregrino y de Obispo de La Rioja, fue orar por todos ustedes. Mi intención fue tenerlos a todos ustedes muy presentes junto a la Santísima Virgen del Valle. Por ustedes que están unidos a esta misa radial.

A la Virgen del Valle le fui contando mucho de lo que sentía interiormente durante todo ese día. Esto le fui diciendo:
- Que iluminara y bendijera a La Rioja para que no decaigamos en la Esperanza, en la fortaleza interior y en la unidad como pueblo.
- Que apartara de nosotros todo lo que nos divide y no nos ayude a madurar como pueblo.
- Que nos ayudara a reconciliarnos y renovarnos como lo buscamos lograr en este año santo universal.
- Que nos siguiera bendiciendo nuestra misión diocesana con la Visita de San Nicolás por todos los pueblos de La Rioja, ayudara a preparar interiormente a los pueblos que aún no ha llegado esta “visita” -que reciban el paso de Dios disponiendo las vidas de las personas y de los pueblos.
- Que ayude a convertir los corazones de aquellos hermanos que pretenden obstaculizar este “paso de Dios”, pretendiendo oponer un efímero poder humano al poder misericordioso, justo y reconciliador de Dios.
- Que ayude a nuestros hermanos “costeños” a reintegrarse a la plenitud de la “comunión eclesial” con la visita de San Nicolás, más allá de la osadía temeraria de quienes pudiesen impedir a este querido y sufrido pueblo la gracia y la paz de Dios Nuestro Padre.
- Por los hogares que sufren la ausencia de sus hijos y de sus padres; por quienes exponen la vida cada día por la felicidad de sus hogares, por la paz verdadera y la fraternidad evangélica de nuestra patria.
- Por quienes gobiernan, para que sean siempre servidores, justos, veraces, sacrificados y generosos en tan difícil misión.
- Que iluminara a quienes tienen la misión de cuidar un orden legítimo, justo y cristiano, no cargaran nunca en sus conciencias el haber hecho sufrir a inocentes, provocar un dolor irreparable en hogares de nuestra comunidad riojana y que los aparte siempre de la temeraria osadía de asumir un indebido papel de jueces, señalando lo que es conforme a la doctrina cristiana y cuál debe ser la misión de la Iglesia.
- Que nos ayude a no caer en la tentación del miedo, de la cobardía, de la delación y la mentira, creyendo que son las armas verdaderas para construir la paz y la fraternidad querida por Jesucristo, su Divino Hijo.
- Que nos iluminará y nos ayudará para erradicar todo tipo de violencias de nuestro suelo trabajando por la justicia, que es así como se logra la verdadera paz que Cristo, su Divino Hijo, nos enseña en el Evangelio.
- Que bendiga y acompañe a nuestra juventud para que nunca se sienta frustrada, asuma con responsabilidad y desde los valores del Evangelio la tarea que debe asumir en esta hora y que tome cada vez más conciencia que a la paz y a la justicia se la construye con el esfuerzo, la generosidad de la vida, con el rechazo de todo lo que es mentira y superficialidad en la vida. Que sean testigos de la esperanza y que no cometan los mismos pecados privados y públicos que dolorosamente le legamos los adultos.
- Que bendijera a nuestros hermanos sacerdotes para que siempre con fidelidad, y con firmeza evangélica, con alegría y esperanza, con sabiduría y con visión de fe, acompañaran a nuestro pueblo en su madurez cristiana.
- Que nuestras hermanas religiosas vivan siempre con alegría su consagración, la fortalezca y las ilumine interiormente, les haga superar los obstáculos que encuentran en sus vidas y las haga fieles servidoras del pueblo que sirven, ayudándole a crecer en la Fe, en la Esperanza y en el Amor a Dios y entre hermanos.
- Que bendiga a nuestros hermanos laicos, para que no teman madurar cristianamente y asuman las responsabilidades concretas sin miedo, con fortaleza con sabiduría y fidelidad.
- Que bendijera a nuestras comunidades parroquiales y a nuestros pueblos, para que nunca el cansancio moral las paralice; para que la esperanza las estimule; para que la Palabra de Dios y la Gracia Sacramental las fortalezca y las haga misioneras.
- Que bendijera a nuestros enfermos, a nuestros hermanos más pobres y necesitados; a quienes sufre todo tipo de soledad.
- Que bendijera a nuestros hermanos que están trabajando en el campo de la cultura para que sean verdaderos iluminadores, constructores de una comunidad más justa y más fraterna, que se distingan por la sabiduría de sus vidas y por el servicio a su pueblo de donde provienen y son parte del mismo.
- Que bendijera a nuestros niños, que tienen aún tanto camino por andar; que los librara de los males que estamos padeciendo nosotros los grandes. Que cuando sean mayores, solamente se emulen por multiplicar y distribuir con justicia y equidad, el pan material, el pan de Dios y el pan de la cultura y no por la construcción y distribución de armas para eliminarnos como hermanos.
- Que bendijera a nuestra patria para que los argentinos no sigamos en este doloroso camino de armas y muertes, que nuestra tierra argentina no siga engendrando hijos para la muerte sino para hacer florecer la vida de cada uno de sus habitantes.

Le pedí mucho por quien debe servirlos a ustedes como Obispo de Cristo.
- Que la Virgen me siga dando la fidelidad y la fortaleza para ser siempre fiel al Evangelio y al pueblo que me ha entregado para que lo sirva, lo acompañe y lo guíe desde la Fe.
Que me haga siempre testigo de la esperanza en medio de mi pueblo y que aumente en mí la capacidad para compartir sus alegrías y sus sufrimientos.
Que me siga prestando Su Voz y Su Palabra para brindársela a todos los que la quieran recibir, especialmente para los que no tienen voz.
A ella le consagré mi misión en esta diócesis el primer día de mi llegada a La Rioja, a Ella se la reiteré después de un buen camino andado; con esperanza, con alegría y con confianza. Ella sabe en Quien confío; como dice San Pablo, es en su Hijo Jesucristo.

Entre otras intenciones, así le fui rezando a la Virgen.
Así le fui consagrando la diócesis a la Virgen Inmaculada del Valle, el día 8 de diciembre.

Que la Virgen y San Nicolás nos siga acompañando en nuestro camino.










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domingo, 17 de marzo de 2019

2° Domingo de Cuaresma - Homilía de Monseñor Angelelli, "Escúchenlo"


Génesis 15,5-12.17-18. / Salmo 27(26),1.7-8.9.13-14. / Filipenses 3,17-21.4,1


Evangelio según San Lucas 9, 28-36.


Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

Homilía de Monseñor Angelelli, 2° Domingo de Cuaresma, 1974:

El domingo pasado, invitaba a toda la diócesis a la Cuaresma, con el espíritu y sentido que le da y quiere la Iglesia. Tiempo de revisión de vida privada y pública -decíamos- tiempo de grandes decisiones, tiempo que nos lleva a celebrar la Pascua, más allá de los ritos litúrgicos, vale decir, en la vida, porque ella es plenitud de vida y para cada uno de nosotros se constituye en tarea personal y comunitaria. La Pascua es la gran respuesta de nuestro Padre Dios al hombre, a cada uno de nosotros, en la persona de Cristo que nos hace velar la Cruz en un viernes santo y la Vida resucitada, liberada de la muerte, en el ALELUIA de la Pascua. La Pascua es la gran respuesta para la felicidad de los pueblos.

Pero la Pascua es conquista, es trabajo, es esfuerzo, es renuncia, es conversión, es muerte a todo lo que es egoísmo y mentira en el corazón nuestro. A esta Pascua nos preparamos con la cuaresma. A esta Pascua se encamina la Diócesis de La Rioja y la Iglesia Universal. Hacia esto estamos invitados los cristianos, especialmente, como una exigencia de Fe, como una condición de   peregrinos en la vida; como una obligación de Confirmados en la Fe, por el Espíritu Santo en el Sacramento que hemos recibido, porque fuimos hecho Testigos del Hombre Nuevo en Cristo. A esta Pascua vivida se encamina el paso privilegiado de Dios, en este Año Santo. Pascua es reconciliación en la verdad, no en la mentira; en la vida, no en la muerte; en el amor, no en el egoísmo; en la búsqueda en común, no en la desconfianza mutua. Repito, la Cuaresma es la gran preparación; la gran gimnasia; el entrenamiento, que todos debemos hacer para que la Pascua de Cristo, se haga cada vez, más realidad en la vida de cada riojano y de toda La Rioja.

Por eso, hoy, las lecturas que hemos escuchado, se resumen en la frase que trae el Evangelio que hemos leído: (Lc. 9, 28-36) “Este es mi Hijo muy amado, Escúchenlo...”. Era la voz de Dios Padre que se hizo oír entre las nubes, cuando Jesús se trasfiguraba con la blancura de la nieve, Moisés y Elías, junto a Él, y los Apóstoles: PEDRO, JUAN y SANTIAGO como los chicos decían: “qué lindo es estar aquí, ¿nos quedamos?”. Pero una nube cubrió esa estupenda realidad de Cristo transfigurado, y solo se encontraron con Jesús, que les dijo: Bajen, vayan y guarden silencio hasta que resucite, hasta la Pascua. La Trasfiguración se convirtió en esperanza para ellos y para nosotros, en meta a alcanzar en la vida; y, al mismo tiempo, en la gran tarea de conquistarla, bajando a la realidad de la vida, la de todos los días; la que está mezclada de sufrimientos y alegrías; la que se hace dura, a veces, y que nos tienta de cansancio de seguir luchando para solucionar tantos problemas.

Y sigue resonando en nuestros oídos y en nuestras conciencias: lo que dijo Dios Padre: ESCÚCHENLO. ¿A quién?... a Cristo, el Hijo de Dios Vivo, el que nace en un Pesebre, el que muere en la Cruz, el que resucita al tercer día, el que está presente en la Eucaristía, el que convoca a vivir una comunidad nueva en la Iglesia.

Por eso, la Iglesia, jamás podrá renunciar a cumplir la misión que Jesús le encomendó. Ella sabe, que si es fiel a Cristo, el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio, que es anunciar la Pascua de Cristo y todo lo que supone prepararse para esa Pascua en la vida de los hombres y de los pueblos, deberá sufrir, también, como su Divino Maestro. “El discípulo no es mayor que el maestro”, nos dice Jesús. La Iglesia debe seguir repitiendo a los hombres: ESCÚCHENLO, hermanos hombres, porque en Él encontraremos la respuesta a todos esos interrogantes que no sabemos como eliminarlos de la vida. Si somos cristianos, estamos obligados de escuchar a este Cristo para que, quienes se acerquen a nosotros, descubran que el hombre nuevo ya comenzó en nosotros por el bautismo, y que deberá ir creciendo, como crecen las plantitas que plantamos. ESCÚCHENLO, nos dice Dios Padre. Para que podamos ayudarnos a reflexionar y vivir la cuaresma. El nos dice en su Evangelio:
-“el que quiere ser mi discípulo, que tome la cruz de cada día y me siga” -“no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos...” -“felices los pobres, los misericordiosos, los justos, los de corazón limpio, los que padecen persecución por la justicia, los pacíficos” -“sin mí nada podéis hacer...”-“el que escandaliza a los pequeños más le vale que se ate una piedra de molino en el cuello y se eche al mar...” -“he venido para que tengan vida y en abundancia...” -“yo soy la vid, ustedes son los sarmientos...” -“lo que sale del corazón, mancha al hombre, no lo que sale de la boca...” -“mujer, si nadie te condena, tampoco yo te condeno, vete en paz y no peques más...” -“cuando oren, digan, Padre nuestro que estás en los cielos...” -“el publicano salió justificado y no el fariseo...” -“vayan (a los apóstoles), prediquen a todas las gentes y bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...” -“a quienes a ustedes oigan, a mí me oyen, a quienes a ustedes los desechen, a mí me desechan...” -“reciban el Espíritu Santo... a quienes le perdonen los pecados le serán perdonados y a quienes se lo retengan, le serán retenidos...” -“Más fácil es que un camello entre por el agujero de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos...” -“Felices, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve sin hogar y ustedes me recibieron, estuve desnudo y me vistieron, estuve enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y me fueron a ver...” “cuando lo hacían con estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacían...” -“No todo el que dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre...” -“atiendan, lo que les digo en las parábolas: del ‘samaritano’, del ‘hijo pródigo’, el ‘rico Epulón’, ‘de la oveja perdida’, Dios, Único y Verdadero” -“en esto consiste la Vida Eterna, en que te conozcan a Ti, Padre, y a quien Tú enviaste, Jesús, el Cristo... que todos sean uno, que no los saques del mundo pero presérvalos del mundo...” -“Padre: perdónalos, porque no saben lo que hacen...”
Todos estos textos del Evangelio nos ayudan a saber escuchar a Jesús que nos habla a cada uno de nosotros y habla a su pueblo, que somos nosotros, pueblo riojano. Todo esto dice Jesús.

ESCÚCHENLO... seguirá siendo la tarea de nuestra vida diaria... porque nos habla, también:
-por su Iglesia que es el Cuerpo Total (místico) de Cristo -en cada sacramento que recibimos, en cada misa que participamos, en cada lectura que hacemos de la Biblia, en cada dolor de nuestros hermanos, en el corazón de cada hogar, en la inocencia de los niños, en el silencio de tanta gente que no tiene voz, en cada pecado que hacemos con el grito de nuestra conciencia, en la vida de nuestras comunidades, en el esfuerzo de cada hombre cuando alivia un dolor o soluciona un problema de su hermano, en los acontecimientos grandes o pequeños que vivimos como riojanos y como argentinos... en el ministerio sacerdotal de cada hermano sacerdote, en la religiosa junto al enfermo, al anciano, al pueblo que acompaña, en cada laico que es fiel a su bautismo y a la confirmación que recibió, y procura ser testigo fiel de Cristo en donde se encuentre. Nos habla en la sangre de los mártires, en los ideales limpios y nobles de nuestra juventud; nos habla en el esfuerzo de cada padre y madre para que su hogar sea una escuela de paz y de felicidad. Escúchenlo, nos sigue diciendo nuestro Padre Dios. Nos habla cuando nuestros hermanos que tienen la responsabilidad de gobernar ayudan al pueblo para que sea más feliz, más viva más fraternalmente, procuran que la justicia se haga realidad en todo el pueblo; que los ciudadanos se sientan protagonistas de su propio destino, porque la autoridad que tiene el hombre le es dada por Dios para el servicio de todos sus hermanos.

Hermanos: Estas reflexiones no llevan otra finalidad que ayudarnos a vivir una cuaresma a fondo para que como pueblo seamos felices. Dios lo quiere y no podemos renunciar a esta tarea difícil y estupenda de trabajar por lograrlo. Eliminemos de nuestra vida riojana, si lo hubiere, todo lo que siembra la desconfianza entre hermanos; todo lo que mata la creatividad, todo lo que posibilite que nuestro pueblo pueda apartarse de la fuente de la vida cristiana de la Iglesia, todo lo que signifique apartar al hijo de la madre, como sería apartar al pueblo de la Madre Iglesia. Pensemos que no somos dueños de las vidas de nuestros hermanos, sino servidores, y, de la nuestra, administradores solamente. 

Escúchenlo... sea para todos nosotros la tarea para nuestra reflexión semanal.


Publicaciones relacionadas:

1° Domingo de Cuaresma, homilía de Monseñor Angelelli.

Mensaje de Cuaresma, 1974, Monseñor Angelelli


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lunes, 24 de diciembre de 2018

"Te pido por..." - Monseñor Angelelli - Mensaje de Navidad 1971


Te pido por los que esta noche no tienen nada para armar una mesa ... Somos nosotros los culpables ... Tú nos diste lo suficiente para que alcance para todos .. Pero somos egoístas y duros para con nuestros hermanos. Te pido por lo que están solos; por lo que no tienen dinero para el pasaje y así poderse juntarse con familia. Te pido por los ancianos, por los enfermos, por los hermanos que están en la cárcel. Te pido por todos los Hogares de la Rioja ... Por los chicos y por la juventud. .Habría tantas cosas para pedirte! Tú sabes que es difícil concretar la: Salvación y la Liberación que trajiste en Tu Persona ... Algunos se molestan ... Es que Tu Buena Nueva no es tan fácil de vivirla ... Es que a veces el dinero ... el poder o un efímero status social nos hace perder el verdadero sentido de la vida y de las cosas ... Danos creatividad, coraje, constancia y valentía para que vayamos solucionando viviendas indignas, creando fuentes de trabajo; to-do el problema de la salud, de la educación, del descanso ... Danos esperanza y alegría para vivir... que no nos cansemos ... Tú nos iluminaste para que hiciéramos un Concilio en tu Iglesia .... para que nosotros los cristianos fuéramos los testigos de tu Evangelio ... pero ¿te das cuenta lo que cuesta llevarlo a la práctica? Te pido por los que nos conducen como pueblo organizados: ayúdalos a que compartan más con su pueblo ... que no los aten tantos intereses. Te pido por mi presbiterio, por mis hermanas religiosas y por los laicos ...que te seamos fieles en esta hora difícil. .. Que las "añadiduras" no nos hagan perder la dimensión de la misión comprometida que un día asumimos en tu nombre y con tu gracia. Te pido por mí. .. me conoces mejor que cual-quiera ... Sabes hasta donde doy y hasta donde no, que te sea fiel y sea un buen pastor de mi pueblo ... Que los ayude a que todos "pechemos juntos" 

(Monseñor Angelelli Fragmento del Mensaje de Navidad de 1971)




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sábado, 22 de diciembre de 2018

Cuarto domingo de Adviento - Homilía del Cardenal Pironio




Evangelio según san Lucas 1, 39-45

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.

Homilía del Cardenal Eduardo Pironio, Siervo de Dios (IV Domingo de Adviento, Ciclo C)

«Se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa de Judá». Lo primero que nos llama la atención es la prontitud con que María se levanta y se pone en camino. Una vez que hemos sentido que la Palabra de Dios ha nacido en nuestro interior con toda la fuerza del Espíritu, una vez que en la oración hemos gustado una presencia nueva del Señor, sentimos irresistiblemente la necesidad de irradiarla, de contagiarla a los hermanos, de una manera silenciosa y serena, con el testimonio de la vida. Levantarse con prontitud no significa romper el silencio del desierto donde la Palabra nos es comunicada, no significa que ni bien hemos gustado la presencia de Jesús debemos dejar la oración y correr enseguida a comunicar la Buena Nueva a los demás. Debemos dejar que Dios siga obrando en nosotros, en silencio. Pero una vez que hemos terminado el encuentro con la Palabra y con la acción del Espíritu, una vez que el desierto se ha instalado en nosotros, sentimos, como Jesús, la necesidad de ir a proclamar la Buena Noticia a los pobres; sentimos, como María, la necesidad de ir donde está Isabel, de un modo silencioso, no con muchas palabras sino simplemente con nuestro saludo.

María se puso con prontitud en camino. Esta prontitud significa la disponibilidad total para servir a nuestros hermanos. Es una disponibilidad que nace de la apertura al Señor que nos habla, una disponibilidad que está a la escucha del Señor y por eso se convierte en servicio. La mujer verdaderamente contemplativa está siempre en camino y la mujer en camino siente la necesidad de estar constantemente en contemplación. El Magníficat de Nuestra Señora, al término de su camino, es una expresión muy concreta de cómo su contemplación fue constante, ininterrumpida. María, al término de la visitación, pudo contestar a Isabel simplemente con el Magníficat porque, si bien se puso en camino para servir a su prima, nunca interrumpió su continua comunicación con el Señor. María fue la mujer orante, la contemplativa. Lo que le dio esa agilidad para el camino fue justamente su serenidad contemplativa.


Si nosotros oramos bien, escuchamos y acogemos la Palabra, la misma Palabra se hace, en nosotros, fuerza que nos impulsa a la comunicación. Recibimos el Espíritu y el Espíritu nos lleva a ponernos prontamente en camino. Estamos siempre en camino cuando hemos sido verdaderamente orantes, contemplativos, cuando hemos vivido en el desierto. No es necesario contar a los demás lo que ha pasado, no es necesario pronunciar ni una palabra. Lo importante es ir, estar, comunicar en silencio.

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