domingo, 17 de marzo de 2019

2° Domingo de Cuaresma - Homilía de Monseñor Angelelli, "Escúchenlo"


Génesis 15,5-12.17-18. / Salmo 27(26),1.7-8.9.13-14. / Filipenses 3,17-21.4,1


Evangelio según San Lucas 9, 28-36.


Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.

Homilía de Monseñor Angelelli, 2° Domingo de Cuaresma, 1974:

El domingo pasado, invitaba a toda la diócesis a la Cuaresma, con el espíritu y sentido que le da y quiere la Iglesia. Tiempo de revisión de vida privada y pública -decíamos- tiempo de grandes decisiones, tiempo que nos lleva a celebrar la Pascua, más allá de los ritos litúrgicos, vale decir, en la vida, porque ella es plenitud de vida y para cada uno de nosotros se constituye en tarea personal y comunitaria. La Pascua es la gran respuesta de nuestro Padre Dios al hombre, a cada uno de nosotros, en la persona de Cristo que nos hace velar la Cruz en un viernes santo y la Vida resucitada, liberada de la muerte, en el ALELUIA de la Pascua. La Pascua es la gran respuesta para la felicidad de los pueblos.

Pero la Pascua es conquista, es trabajo, es esfuerzo, es renuncia, es conversión, es muerte a todo lo que es egoísmo y mentira en el corazón nuestro. A esta Pascua nos preparamos con la cuaresma. A esta Pascua se encamina la Diócesis de La Rioja y la Iglesia Universal. Hacia esto estamos invitados los cristianos, especialmente, como una exigencia de Fe, como una condición de   peregrinos en la vida; como una obligación de Confirmados en la Fe, por el Espíritu Santo en el Sacramento que hemos recibido, porque fuimos hecho Testigos del Hombre Nuevo en Cristo. A esta Pascua vivida se encamina el paso privilegiado de Dios, en este Año Santo. Pascua es reconciliación en la verdad, no en la mentira; en la vida, no en la muerte; en el amor, no en el egoísmo; en la búsqueda en común, no en la desconfianza mutua. Repito, la Cuaresma es la gran preparación; la gran gimnasia; el entrenamiento, que todos debemos hacer para que la Pascua de Cristo, se haga cada vez, más realidad en la vida de cada riojano y de toda La Rioja.

Por eso, hoy, las lecturas que hemos escuchado, se resumen en la frase que trae el Evangelio que hemos leído: (Lc. 9, 28-36) “Este es mi Hijo muy amado, Escúchenlo...”. Era la voz de Dios Padre que se hizo oír entre las nubes, cuando Jesús se trasfiguraba con la blancura de la nieve, Moisés y Elías, junto a Él, y los Apóstoles: PEDRO, JUAN y SANTIAGO como los chicos decían: “qué lindo es estar aquí, ¿nos quedamos?”. Pero una nube cubrió esa estupenda realidad de Cristo transfigurado, y solo se encontraron con Jesús, que les dijo: Bajen, vayan y guarden silencio hasta que resucite, hasta la Pascua. La Trasfiguración se convirtió en esperanza para ellos y para nosotros, en meta a alcanzar en la vida; y, al mismo tiempo, en la gran tarea de conquistarla, bajando a la realidad de la vida, la de todos los días; la que está mezclada de sufrimientos y alegrías; la que se hace dura, a veces, y que nos tienta de cansancio de seguir luchando para solucionar tantos problemas.

Y sigue resonando en nuestros oídos y en nuestras conciencias: lo que dijo Dios Padre: ESCÚCHENLO. ¿A quién?... a Cristo, el Hijo de Dios Vivo, el que nace en un Pesebre, el que muere en la Cruz, el que resucita al tercer día, el que está presente en la Eucaristía, el que convoca a vivir una comunidad nueva en la Iglesia.

Por eso, la Iglesia, jamás podrá renunciar a cumplir la misión que Jesús le encomendó. Ella sabe, que si es fiel a Cristo, el anuncio de la Buena Nueva del Evangelio, que es anunciar la Pascua de Cristo y todo lo que supone prepararse para esa Pascua en la vida de los hombres y de los pueblos, deberá sufrir, también, como su Divino Maestro. “El discípulo no es mayor que el maestro”, nos dice Jesús. La Iglesia debe seguir repitiendo a los hombres: ESCÚCHENLO, hermanos hombres, porque en Él encontraremos la respuesta a todos esos interrogantes que no sabemos como eliminarlos de la vida. Si somos cristianos, estamos obligados de escuchar a este Cristo para que, quienes se acerquen a nosotros, descubran que el hombre nuevo ya comenzó en nosotros por el bautismo, y que deberá ir creciendo, como crecen las plantitas que plantamos. ESCÚCHENLO, nos dice Dios Padre. Para que podamos ayudarnos a reflexionar y vivir la cuaresma. El nos dice en su Evangelio:
-“el que quiere ser mi discípulo, que tome la cruz de cada día y me siga” -“no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos...” -“felices los pobres, los misericordiosos, los justos, los de corazón limpio, los que padecen persecución por la justicia, los pacíficos” -“sin mí nada podéis hacer...”-“el que escandaliza a los pequeños más le vale que se ate una piedra de molino en el cuello y se eche al mar...” -“he venido para que tengan vida y en abundancia...” -“yo soy la vid, ustedes son los sarmientos...” -“lo que sale del corazón, mancha al hombre, no lo que sale de la boca...” -“mujer, si nadie te condena, tampoco yo te condeno, vete en paz y no peques más...” -“cuando oren, digan, Padre nuestro que estás en los cielos...” -“el publicano salió justificado y no el fariseo...” -“vayan (a los apóstoles), prediquen a todas las gentes y bauticen en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo...” -“a quienes a ustedes oigan, a mí me oyen, a quienes a ustedes los desechen, a mí me desechan...” -“reciban el Espíritu Santo... a quienes le perdonen los pecados le serán perdonados y a quienes se lo retengan, le serán retenidos...” -“Más fácil es que un camello entre por el agujero de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos...” -“Felices, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve sin hogar y ustedes me recibieron, estuve desnudo y me vistieron, estuve enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y me fueron a ver...” “cuando lo hacían con estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacían...” -“No todo el que dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la Voluntad de mi Padre...” -“atiendan, lo que les digo en las parábolas: del ‘samaritano’, del ‘hijo pródigo’, el ‘rico Epulón’, ‘de la oveja perdida’, Dios, Único y Verdadero” -“en esto consiste la Vida Eterna, en que te conozcan a Ti, Padre, y a quien Tú enviaste, Jesús, el Cristo... que todos sean uno, que no los saques del mundo pero presérvalos del mundo...” -“Padre: perdónalos, porque no saben lo que hacen...”
Todos estos textos del Evangelio nos ayudan a saber escuchar a Jesús que nos habla a cada uno de nosotros y habla a su pueblo, que somos nosotros, pueblo riojano. Todo esto dice Jesús.

ESCÚCHENLO... seguirá siendo la tarea de nuestra vida diaria... porque nos habla, también:
-por su Iglesia que es el Cuerpo Total (místico) de Cristo -en cada sacramento que recibimos, en cada misa que participamos, en cada lectura que hacemos de la Biblia, en cada dolor de nuestros hermanos, en el corazón de cada hogar, en la inocencia de los niños, en el silencio de tanta gente que no tiene voz, en cada pecado que hacemos con el grito de nuestra conciencia, en la vida de nuestras comunidades, en el esfuerzo de cada hombre cuando alivia un dolor o soluciona un problema de su hermano, en los acontecimientos grandes o pequeños que vivimos como riojanos y como argentinos... en el ministerio sacerdotal de cada hermano sacerdote, en la religiosa junto al enfermo, al anciano, al pueblo que acompaña, en cada laico que es fiel a su bautismo y a la confirmación que recibió, y procura ser testigo fiel de Cristo en donde se encuentre. Nos habla en la sangre de los mártires, en los ideales limpios y nobles de nuestra juventud; nos habla en el esfuerzo de cada padre y madre para que su hogar sea una escuela de paz y de felicidad. Escúchenlo, nos sigue diciendo nuestro Padre Dios. Nos habla cuando nuestros hermanos que tienen la responsabilidad de gobernar ayudan al pueblo para que sea más feliz, más viva más fraternalmente, procuran que la justicia se haga realidad en todo el pueblo; que los ciudadanos se sientan protagonistas de su propio destino, porque la autoridad que tiene el hombre le es dada por Dios para el servicio de todos sus hermanos.

Hermanos: Estas reflexiones no llevan otra finalidad que ayudarnos a vivir una cuaresma a fondo para que como pueblo seamos felices. Dios lo quiere y no podemos renunciar a esta tarea difícil y estupenda de trabajar por lograrlo. Eliminemos de nuestra vida riojana, si lo hubiere, todo lo que siembra la desconfianza entre hermanos; todo lo que mata la creatividad, todo lo que posibilite que nuestro pueblo pueda apartarse de la fuente de la vida cristiana de la Iglesia, todo lo que signifique apartar al hijo de la madre, como sería apartar al pueblo de la Madre Iglesia. Pensemos que no somos dueños de las vidas de nuestros hermanos, sino servidores, y, de la nuestra, administradores solamente. 

Escúchenlo... sea para todos nosotros la tarea para nuestra reflexión semanal.


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Mensaje de Cuaresma, 1974, Monseñor Angelelli


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