Hna. Jessica del corazón de Jesús, op
Hermanas Dominica de San José
Hna. Jessica del corazón de Jesús, op
Hermanas Dominica de San José
- Te propongo pensar en San José como un hombre feliz cuya felicidad “… está en la lógica del don de sí mismo” como lo dice el Papa Francisco en su carta Patris Corde.
¿En qué lógica estaría la felicidad de José? Sin duda estuvo en ese acoger lo que Dios le pedía: que reciba a María en su casa, que le dé un nombre al Niño, que vayan a Egipto, que regresen… Esa lógica, para él y para cualquiera de nosotros, entraría dentro de lo que llamamos “Voluntad de Dios”. Allí en esa dinámica, José descubrió la manera de plenificar su vida en la tierra donándose por entero a Jesús y a María.
En esta lógica, estuvo sin duda el motivo
de la felicidad de José y porque supo donarse a sí mismo al Don mayor que era
el Hijo, sin dudas, el Padre le dijo “Servidor
bueno y fiel, entra a participar del gozo de tu Señor” (Mt. 25,23). Entrar
“en el cielo” pero porque a la vez vivió ese cielo en la tierra, el cielo que
era la vida cotidiana del Hogar de Nazaret…
Sabemos que un canto de alabanza, de felicidad y de gran gozo en la
Biblia fue el Magníficat de la Virgen. Pero: ¿Y si no fue la única que en la
escena de la inminente llegada del Mesías y del tan esperado cumplimiento de la
promesa que desbordó de gozo entonado también un Magníficat? Tal vez también José, el hombre del
silencio, movido por tal conciencia de pequeñez, por pura alegría, cantó en su
corazón, desde lo más hondo de su alma, alabando a su Señor!
Volvemos a lo del principio: Cómo no iba a ser feliz quien se había donado
a sí mismo a la voluntad de Padre, quién sabiéndose pequeño tomó por esposa a
la mujer más pura de todas y luego de oír la voz del ángel guardó al Niño en su
casa, lo defendió en los momentos de adversidad y lo ayudó a crecer en la fe y
el trabajo. Sí, todo eso sacó a la vista
el temple de José: hombre feliz, capaz de cantar las bondades de Dios por saberse
amado. Y porque se sabía amado aprendió a dar con alegría porque “Dios ama al que da con alegría” (2 Cor.
9, 7). Pero, ¿será que ama al que da con alegría o el que da con alegría puede
dar porque se sabe amado por Dios?…
Ambas cosas, lo uno y lo otro.
Sí, José al igual que María “cantó las grandezas del Señor” … Vos y yo
en lo más íntimo de nuestro corazón ¿qué cantamos?. Qué hemos dado, qué estamos
dando con tal alegría que nos hace andar seguros, confiados en la certeza de
que todo, absolutamente todo lo que nos pasa y transcurre alrededor cuelga y se
desprende de un plan más alto.
¿Qué letras resuenan en tu corazón, qué palabras no podes callar? No
sabes callar. El hombre no sabe alegrarse en solitario sino que quiere
compartir su alegría, dice Jan Dobraczyński en su clásico libro "La Sombra del
Padre" -Y el Hijo, Jesús que crecía a su
lado aprendió de él esa capacidad interior de vivir en la alegría. De la
alegría que trae como premio el donarse. ¡Mirando a su padre en la tierra,
Jesús tal vez, “amasó” dentro suyo ese concepto de Bienaventurados, que utilizó luego en el sermón del monte… ¡Bienaventurado,
feliz José! (feliz mi padre José diría Jesús).-
De nuevo la pregunta… ¿qué nos alegra? ¿Qué canta nuestro corazón? ¿Cuál
es nuestro magníficat? ¿Qué proclamamos con fuerza? Pidamos a Dios cantar algo
de todo lo que Él hizo en nuestras vidas. Que eso nos alegre el corazón, que lo
ensanche para ser como José, creyentes alegres y padres, madres y hermanos de
acogida. Qué como José esperemos con alegría en la promesa de Dios y mientras
tanto cantemos…
José, padre bueno y alegre, enséñanos
junto a tu esposa María a cantar silenciosamente las grandezas del Señor. Aquí estamos con los pobres corazones
que a veces cantan otros cantos o que temerosos no se animan a cantar su propio
canto. Intercede para que un día entremos en el gozo del Señor, pero también
para que hoy podamos vivir en el gozo
del Señor y que crezca en nosotros la confianza de dar con alegría porque
nos sabemos amados. Como José amados y llamados
a custodiar a Jesús en los demás… amados y alegres.
¿Cómo habrá sido el Magníficat de San José, qué palabras habría tenido? Podes pensarlo y escribirlo…
En Internet aparece este posible Magníficat de San José, podemos hacer
con él una oración:
“Mis manos son salmos
en cada golpe de herramienta,
y todo mi ser rebosa de alegría
en Dios, hecho viga de nuestra madera,
porque ha mirado con agrado
la inocencia de mi querida María
y la pobreza de un carpintero.
Desde ahora y por todos los siglos
a ella le dirán Madre de Dios
y a mí, me tendrán por Patriarca
todas las generaciones,
porque el Señor poderoso,
el del perdón, la misericordia y la
ternura,
ha hecho una obra bella en nosotros.
Su brazo hace palanca para cambiar el
mundo,
colma la mesa de los pobres
y deja vacía la de los ricos.
A mi esposa, convertida en Madre,
ha hecho umbral de Dios
y a mí, portal de Jerusalén,
aunque, sin duda, sólo soy
un poco de esperanza al lado de una
virgen.
A ambos y al mismo tiempo,
nos ha dado albergue
y nos ha hecho albergue de Israel
mostrando su misericordia en aquel
vientre
y en estas manos,
hechas espera de un recién nacido
que no es mío,
pero que es mío para siempre.”
Autor: Hermanas Hijas de San José (Madrid)
Hna. Fernanda de María Martinelli, op
Hermanas Dominica de San José
Nos dice el Papa Francisco en el punto 6 de su carta Patris Corde: “San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.”
San José se ganaba la vida con la habilidad de sus manos. Y seguramente su taller fue testigo de muchas horas de trabajo, de oración, de las conversaciones compartidas con Jesús y María, de las veces que recibía y escuchaba con mucha atención las dificultades o preocupaciones de algunos de sus clientes.
Me gusta imaginar el taller de San José como un lugar cálido y de acogida, en el que no sólo entra el que necesita algo material sino también el que busca consuelo, palabras de aliento, compartir sus alegrías, acercarse a Dios. Eso es lo que José brindaba en su taller, esto es lo que aún nos sigue brindando hoy. Y es lo que estamos llamados a descubrir y a vivir en cada uno de nuestros trabajos, en ese lugar en el que Dios nos ha puesto, con las personas con las que nos ha confiado. Especialmente en este tiempo donde pareciera que el trabajo es sólo sacrificio, que su finalidad es sólo material y que es incompatible con el disfrute, el gusto, el placer.
Le pidamos a nuestro querido san José, patrono de los trabajadores, que interceda por los que han perdido su fuente laboral y que nos ayude vivir el trabajo con vocación de servicio, como el escenario en el cual podemos santificarnos.
Hna. Mercedes Vega, op
Hermanas Dominicas de San José
Para terminar te invitamos a escuchar este himno a San José (recomendación de la Hna. Mercedes)
A lo largo de la historia hemos
oído habla de San José siempre de la mano de Jesús y de María. La humidad
que lo caracteriza es tan grande que ha brillado por esta virtud a pesar de
haber pasado su vida en lo escondido, en segundo plano como nos dice el Papa
Francisco, pues ni en las Sagradas Escrituras se lo escuchó pronunciar palabra
alguna.
En este año tan particular, en el que celebramos los 150
años de su declaración como “Patrono de la Iglesia” por el Papa Pio IX, quiero
mostrar una de las tantas imágenes y facetas con la que se conoce a San José,
el padre de la Sagrada Familia. En esta oportunidad quiero presentar a San
José, como Depósito.
Hacemos un paréntesis aquí para explicar este término,
Depósito. Esta palabra comúnmente la utilizamos para hacer referencia a un
lugar de nuestra casa o de algunas construcciones, a ese sitio donde guardamos
lo que ya no se usa, lo que está roto, lo que tiene que ser reparado o algo que
no cabe en el lugar donde vivimos y creemos que en algún momento puede llegar a
tener utilidad. Pero veamos ahora el sentido bíblico que tiene esta palabra y
porque decimos que San José fue el depósito de Jesús y de María.
Leemos en la Historia Sagrada que,
el Augusto Templo de Jerusalén era el lugar del depósito de los judíos; lugar
en el que depositaban sus tesoros confiándolos al cuidado sus sacerdotes. Esta
referencia nos quiere enseñar el sentido religioso que tenía para ellos la
acción de depositar en ese lugar lo valioso, sus tesoros no podían estar mejor
colocados que en el lugar donde se honra a la Divinidad y en las manos de los
consagrados por Dios.
Así, en su providencia infinita,
Dios Padre confía en las manos de San José el depósito de María y Jesús, tal es
este depósito que la casa de José se convierte en un templo, donde el mismo
Dios se digna habitar. José debió ser consagrado para guardar ese Sagrado Tesoro.
En efecto, él lo fue, en su cuerpo por la continencia y en su alma por medio de
todos los dones de la gracia.
Rescatamos de una Homilia de Jacobo
Bossuet:
“El
primero de todos los depósitos que ha sido confiado a su fe (entiendo el
primero en el orden del tiempo) es la santa virginidad de María, que él debe
conservar intacta bajo el velo sagrado de su matrimonio, y que él siempre cuidó
santamente como un depósito sagrado que no le estaba permitido tocar. Éste es
el primer depósito. El segundo es el más augusto, es la persona de Jesucristo,
al cual el Padre celestial deja en sus manos, para que sirva de padre a este
Santo Niño que no puede no tener uno en la tierra. Cristianos, ya veis dos
grandes y dos ilustres depósitos confiados al cuidado de José. Pero yo señalo
todavía un tercero, que encontraréis admirable, si puedo explicároslo
claramente. Para entenderlo, es necesario señalar que el secreto es como un
depósito. Traicionar el secreto de un amigo es violar la santidad del depósito;
y las leyes nos enseñan, que si divulgáis el secreto del testamento que os
confío, puedo luego obrar contra vosotros, como por haber faltado al depósito:
Depositi actione tecum agí posse, como hablan los jurisconsultos. La razón es
evidente, porque el secreto es como un depósito. Por donde podéis comprender
fácilmente que José es depositario del Padre eterno, porque Él le ha dicho su
secreto. ¿Qué secreto? El secreto admirable es la encarnación de su Hijo.
Porque, fieles, no ignoráis, que ésa era la voluntad de Dios, no manifestar a
Jesucristo al mundo antes de que llegase
la hora; y San José fue escogido no solamente para conservarlo, sino también
para ocultarlo.” (Jacobo Boeeut, Sermones sobre San José, 1657)
Reflexionando sobre esta imagen y
admirable virtud de nuestro Patrono San José, animémonos a depositar en él
todas nuestras alegrías y tristezas, nuestros deseos y anhelos más profundos,
nuestros mayores tesoros, sabiendo que él los custodiará con gran amor y
dedicación como lo hizo con María y Jesús.
Que San José, quien supo guardar lo
que se le había confiado, guarde nuestras vidas y las preserve de todo mal, nos
enseñe su modo delicado y silencioso de ser depósito de los tesoros que se nos
confían: nuestras familias, amigos, compañeros, alumnos, pacientes, hermanos,
pueblo fiel.
Que en este año, San José nos
regale la gracia de caminar junto a su Hijo Jesús, que podamos experimentar
también nosotros el ser depósito de ese gran tesoro y conservarlo en nuestro
corazón.
Hna. Gabriela V. García, op
Hnas. Dominicas de San José
Hna. Antonella Maciel, op
Hnas. Dominicas de San José