viernes, 8 de marzo de 2024

Mujeres que seguían a Jesús... - Hna Graciela Correa Brito OP

      



A lo largo del camino y en algunos pasajes del Antiguo testamento, la Palabra nos ha mostrado el obrar de Dios en la vida de muchas mujeres como Sara y Ana, Noemí y Ruth, Esther y Judith. Pero en los evangelios, San Lucas nos dice en el capítulo 8 que a “Jesús le acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades:  María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que le servían con sus bienes”.

Le acompañaban algunas mujeres que tuvieron un encuentro personal con Jesús. En el relato se cita a María Magdalena; mirarla a ella considerada apóstol de los apóstoles, a quien Jesús envía a anunciar a los discípulos que había resucitado, es poner la mirada en su historia de salvación. Es testimonio de la obra de la gracia que actúa en nuestra naturaleza y debilidad.  Una mujer reconocida como pecadora pública, la cual, postrada a sus pies demostró su amor a Jesús rompiendo el frasco de perfume, bañando con sus lágrimas los pies del Señor y por ese gesto le fueron perdonados sus numerosos pecados porque demostró mucho amor. 

María Magdalena, mujer de una búsqueda perseverante. Ella amaba a Jesús, se sabía amada y perdonada, amiga del Señor a quién algunos Padres de la Iglesia la identifican con María de Betania, la que sentada a sus pies lo escuchaba, era esencial cuidar esa intimidad con el Amigo, por eso pudo percibir antes de la subida a Jerusalén que la Hora del Señor estaba cerca y ese gesto de ternura revela el corazón de toda mujer que sabe ser presencia en el dolor, consuelo, sostén y refugio. Mujer que sale de madrugada a buscar al Señor, por lo que esa fidelidad le valió el ser la primera en verlo Resucitado.

 A la luz de la palabra, hoy podemos rezar y agradecer el don de ser mujer.  Mujeres que siguen a Jesús, que lo sirven con sus bienes espirituales y materiales, pero al mismo tiempo mujeres que han experimentado la misericordia de Dios en su miseria, el perdón de los pecados, la salvación y liberación. Mujeres de una fe grande como la Cananea: “mujer, ¡qué grande es tu fe…!” (Mt 15, 28) Mujeres que fueron levantadas: “Talitá Kum”, “Muchacha, a ti te digo, ¡levántate!” (Mc 5,28) como la hija de Jairo; mujeres sanadas en sus heridas más hondas, como la hemorroisa, que había gastado dinero en numerosos médicos y que con un acto de fe: “bastará tocar su manto”(Mc 5, 28)  quedó curada; mujeres que mendigan amor como la samaritana: “dame de beber”, ( Jn 4,15) y recibió un Agua Viva. Estas mujeres representan la situación de muchas mujeres que caminan siendo sal y luz en medio de lo cotidiano

La mujer por excelencia que supo acoger la Palabra que se encarnó en sus entrañas es María, nuestra madre, quien ha conocido el gozo de la Anunciación, la Encarnación y el Nacimiento de Jesús y al mismo tiempo supo de la angustia al huir a Egipto y al perder el Niño. Conoció el dolor de las partidas de su esposo, San José, y de Jesús en la cruz.

Madre, Mujer, Esposa y Discípula que acompaña el peregrinar de la Iglesia y que con su oración y protección sigue cuidando y guiando la vida de sus hijos. Bajo su manto ponemos a todas las mujeres en este día y que Ella nos regale la fortaleza y la sabiduría para seguir a Jesús con disponibilidad de corazón para que Jesús pueda decir de cada una de nosotras:  “… todo el que cumpla la voluntad de mi Padre Celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,50)

Autora: Hna Graciela Correa Brito OP

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