sábado, 20 de septiembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con el Pbro. Mauricio Calgaro. SDB



Lecturas del día:
Libro de Amós 8,4-7. Salmo 113(112),1-2.4-6.7-8. Primera Carta de San Pablo a Timoteo 2,1-8.

Evangelio según San Lucas 16,1-13.

Jesús decía a sus discípulos:
"Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes.
Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'.
El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza.
¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'.
'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'.
Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'.
Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz."
Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho.
Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien?
Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero".

Homilía por el Pbro. Mauricio Calgaro. SDB

Queridos amigos y amigas,

Jesús hoy nos pone frente a una elección clara: no se puede servir a dos señores. O servimos a Dios, o terminamos sirviendo al dinero. Y sabemos bien que el dinero es buen servidor, pero pésimo dueño.

La parábola de este domingo puede sonar rara. Un administrador al que descubren en falta, que no quiere trabajar la tierra ni pedir limosna… y que se las ingenia para ganarse amigos entre los deudores de su patrón. Y lo sorprendente es que el dueño lo felicita. No por lo deshonesto, sino por lo astuto. Porque supo reaccionar en un momento límite. La pregunta es: ¿qué nos quiere decir Jesús con esto?

Podemos subrayar tres cosas:

1. Los bienes son un medio, no un fin.

En tiempos de Jesús, esta parábola era una llamada a decidirse sin demora, porque el Reino de Dios estaba llegando. En la redacción de Lucas, se convierte en una exhortación/invitación para que seamos administradores prudentes de los bienes que recibimos. Compartir no es perder: es preparar un tesoro que nadie nos podrá quitar. Decidirnos aquí y ahora es una urgencia, porque el Reino y los pobres no pueden esperar.

2. Todo lo que tenemos es un don.

Nada es plenamente nuestro. La vida, los dones, las cosas materiales: todo es préstamo de Dios. El verdadero sentido de lo que poseemos está en compartirlo. Por eso Lucas insiste: los ricos buenos son aquellos que saben abrir la mano, como Zaqueo, que al encontrarse con Jesús decidió repartir sus bienes. Podemos recordarlo también en palabras de una canción de nuestro folclore: “La vida me han prestado y tengo que devolverla cuando el Creador me llame para la entrega”.

3. La decisión es personal y urgente.

El administrador se preguntaba: “¿Qué haré?”. Esa misma pregunta nos la dirige hoy el Evangelio: ¿qué hago yo con lo que tengo, con lo que soy, con mi tiempo, con mis dones? ¿Me encierro en el egoísmo, o los pongo al servicio de los demás? Son preguntas que este domingo pueden ayudarnos a repensar nuestro discipulado. Recordemos lo que Jesús nos dice en Mateo 25: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber…”. Ese será siempre el criterio de discernimiento.

Hermanos y hermanas, Jesús nos pide elegir: ¿a quién servimos? El dinero promete seguridad, pero esclaviza. Dios, en cambio, nos invita a una libertad que se expresa en el amor, en la solidaridad y en el servicio.

Francisco nos recuerda:

“El dinero sirve, pero el amor a él esclaviza. El dinero sirve para llevar adelante muchas cosas buenas, para sostener la familia, para sostener a los hijos, pero si tú amas al dinero, el dinero te destruye. El dinero sirve, y mucho, pero no se debe amar. Se debe amar a Dios. La codicia, sin embargo, corrompe” (Homilía en Santa Marta, 20 de septiembre de 2013).

Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que nos regale un corazón libre: libre de la codicia, libre de la esclavitud del dinero, y abierto al servicio generoso. Que nuestra vida sea administrada con esa astucia del Evangelio, pero puesta al servicio de la solidaridad, de la justicia y de la fraternidad.

Amén.


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