domingo, 23 de noviembre de 2025

Meditamos el Evangelio de la Solemnidad de Cristo Rey con Pbro. Diego Olivera


Lecturas del día:
Segundo Libro de Samuel 5,1-3. Salmo 122(121),1-2.4-5. Carta de San Pablo a los Colosenses 1,12-20.

Evangelio según San Lucas 23,35-43.

El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!".
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".
Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".

Homilía por Pbro. Diego Olivera:

Hoy celebramos a Jesucristo Rey del Universo. La Solemnidad de Cristo Rey del Universo es, por tanto, una invitación a volver a reconocer el señorío de Cristo en la propia vida; dejar que su Palabra guíe nuestras decisiones, relaciones y proyectos. Con esta celebración, el año litúrgico se cierra proclamando una verdad que da esperanza: el mal no tiene la última palabra, la historia no está abandonada al caos y el futuro está en manos de un Rey crucificado que reina desde la humildad del amor.

En la primera lectura observamos que el pueblo (representado en todas las tribus de Israel) tiene necesidad de un Rey, un guía, un protector. El rey era visto como un representante ungido por Dios, responsable de la justicia, la guerra, la construcción pública y la identidad del reino, pero su autoridad estaba supeditada a la voluntad del verdadero rey divino.  David es ungido como Rey de Israel, es el precursor de la pacificación y la fraternidad de todas las naciones que encontrará su plenitud en Jesucristo.  

Como leemos en el Salmo, en la casa del Señor (el templo de Israel) está representado el trono de David como un signo de justicia, ya que este pueblo sufrió muchas injusticas y se vio librado por Dios de todos los males.

En la segunda lectura, San Pablo nos ofrece un himno cristológico, reconoce a Cristo como nuestro liberador, quien vino a reconciliar al mundo, a restablecer el amor, la justicia y la paz. Él es el Rey de todo el universo, lo visible y lo invisible y nosotros somos coherederos de este reino eterno, don que hemos recibido por su muerte y Resurrección.

En el Evangelio se nos presenta Jesucristo crucificado, puede parecer una contraposición, pero Jesús manifiesta su reinado desde la cruz, este relato es el momento culmen donde Se expresa toda la teología lucana: Jesús salvador del hombre, y muy especialmente de aquellos más desvalidos (“los que están a la orilla del camino” como son presentados a lo largo de todo el Evangelio de Lucas). Jesús fue elevado en la cruz, a la vista de todos, incluso este evangelio comienza afirmando que el pueblo permanecía allí y miraba. En esta cruz se observa un letrero: "Este es el rey de los judíos", escrito con cierto sarcasmo y que nos da una idea de que la condena de Jesús tiene connotaciones políticas: acusado de manifestarse en contra del Imperio presentándose como el Hijo de Dios, aclamado como el mesías.  En el relato el pueblo es testigo del aparente fracaso de Jesús, pero el dialogo con los malhechores nos presenta la dimensión salvífica de Jesús. La petición de uno de los malhechores ofrece a Jesús la posibilidad de dar vida y salvación a quien irá a la muerte innoble como él.

Prestemos atención a un detalle importante: El malhechor lo invoca con su nombre propio ¡Jesús!, no como el de Mesías o el de Rey o incluso el de Hijo de Dios. El nombre Jesús significa “Dios salva” o “Dios es mi Salvador”, el malhechor reconoce a Jesús como salvador e inmediatamente se produce la salvación “hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Por lo tanto, vemos que el evangelista Lucas no considera la muerte de Jesús como un fracaso, sino como la fuente de vida eterna para toda la humanidad. Lo que llamamos Teología de la cruz es la clave para entender adecuadamente a Jesucristo como Rey del universo. Es un rey sin poder, como la monarquía, las características del Reino de Dios son: amor, justicia y paz como lo proclama Jesús (con palabras y gestos) a lo largo de los evangelios como buena nueva para todos los que necesitan su ayuda. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” es la afirmación más rotunda de lo que este rey crucificado ofrece de verdad. No es la conquista del mundo, sino la de nuestra propia vida, él quiere reinar en nuestros corazones.

Confesar a Cristo como Rey nos ha de apasionar a buscar y gestar instituciones humanas más justas, solidarias y fraternas, que trasciendan el poder temporal. Juntos pidamos lo que invocamos siempre en la oración que Jesús nos ha enseñado: “Venga a nosotros tu Reino”


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