domingo, 16 de noviembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con el Pbro. Mauricio Calgaro. SDB


Lecturas del día: Libro de Malaquías 3,19-20. Salmo 98(97),5-6.7-8.9. Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,7-12.

Evangelio según San Lucas 21,5-19.

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo." Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre,
y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»

Homilía por el Pbro. Mauricio Calgaro. SDB

“Tu Señor, eres mi esperanza”. Este el lema de la Novena Jornada por los pobres que ilumina las lecturas de este domingo. No es un versículo bonito, sino que es el clamor de quienes viven con lo justo, de los que no llegan a fin de mes, de quienes siguen adelante, aunque todo alrededor parezca desmoronarse. Es el grito de fe de los últimos, los preferidos de Dios.

La primera lectura de Malaquías nos sacude con una promesa fuerte: “Para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos”. Dios no se queda mirando desde lejos. Se pone de pie, se abaja, se acerca, y hace brillar su justicia allí donde la vida está más herida. Quien fija su mirada en Él no se hunde en el pesimismo; aprende a ver la presencia de Dios en medio de la noche.

En el Evangelio de Lucas, también nos muestra un mundo que se va agrietando: relaciones humanas rotas, conflictos, guerras, engaños hasta el mismo culto: “sobre este templo no quedará piedra sobre piedra”. Sin embargo, en ese escenario que parece una tormenta, Jesús señala a un pequeño resto: los perseverantes, los que no abandonan, los que siguen haciendo el bien, aunque no sea rentable. Por eso Jesús asegura: “Gracias a la constancia salvarán sus vidas”.

Aquí entra de lleno el mensaje de la Jornada Mundial de los Pobres. La frase del salmo “Tú, Señor, eres mi esperanza” puesta en los labios de quien sufre, de quien es vulnerable, del pobre con todas las pobrezas que hoy existen en nuestro mundo, ilumina lo que el Papa León nos recuerda: no hay solamente pobreza material, que quizá es la más escandalosa; también hay pobrezas más silenciosas, más ocultas, que muchas veces ni siquiera están identificadas.

El Papa señala que la peor pobreza es no tener a Dios, y que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de atención espiritual. Son doblemente pobres: pobres porque han sido empobrecidos material y culturalmente, y pobres porque tantas veces no se les ha anunciado el Evangelio, porque se los dejó al margen también a la hora de acercarles la Buena Noticia.

Pero para ellos también está la esperanza. “Tú, Señor, eres mi esperanza”. De algún modo, el pobre hace experiencia de salvación aun antes de que alguien le predique, porque la esperanza de los pobres no depende de nosotros, ni de los predicadores, ni de quienes vamos a la Iglesia. La esperanza es Jesús, y Él es de los pobres. Él se las ingenia para atravesar estructuras injustas y llegar a los corazones.

Pobres los pobres, que no pierden la esperanza… Dios los abraza. Para ellos brillará el sol de justicia. Para ellos no habrá castigo, sino misericordia.

Y, paradójicamente, gracias a su pobreza, se mantienen fieles a Dios, fieles a los principios del Evangelio. Pidamos en este domingo ir hacia los pobres, el Señor nos acompaña.

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