Lecturas del día: Libro de Malaquías 3,19-20. Salmo 98(97),5-6.7-8.9. Segunda Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3,7-12.
Evangelio según San
Lucas 21,5-19.
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba
adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo
que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será
destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la
señal de que va a suceder?".
Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se
presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está
cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que
esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también
fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo." Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las
sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa
de mi Nombre,
y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus
adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y
amigos; y a muchos de ustedes los matarán.
Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se
les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»
Homilía por el Pbro. Mauricio Calgaro. SDB
“Tu Señor, eres mi esperanza”. Este el lema de
la Novena Jornada por los pobres que ilumina las lecturas de este domingo. No
es un versículo bonito, sino que es el clamor de quienes viven con lo justo, de
los que no llegan a fin de mes, de quienes siguen adelante, aunque todo
alrededor parezca desmoronarse. Es el grito de fe de los últimos, los
preferidos de Dios.
La primera lectura de Malaquías nos sacude con
una promesa fuerte: “Para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol
de justicia que trae la salud en sus rayos”. Dios no se queda mirando desde
lejos. Se pone de pie, se abaja, se acerca, y hace brillar su justicia allí
donde la vida está más herida. Quien fija su mirada en Él no se hunde en el
pesimismo; aprende a ver la presencia de Dios en medio de la noche.
En el Evangelio de Lucas, también nos muestra
un mundo que se va agrietando: relaciones humanas rotas, conflictos, guerras,
engaños hasta el mismo culto: “sobre este templo no quedará piedra sobre
piedra”. Sin embargo, en ese escenario que parece una tormenta, Jesús señala a
un pequeño resto: los perseverantes, los que no abandonan, los que siguen
haciendo el bien, aunque no sea rentable. Por eso Jesús asegura: “Gracias a
la constancia salvarán sus vidas”.
Aquí entra de lleno el mensaje de la Jornada
Mundial de los Pobres. La frase del salmo “Tú, Señor, eres mi esperanza”
puesta en los labios de quien sufre, de quien es vulnerable, del pobre con
todas las pobrezas que hoy existen en nuestro mundo, ilumina lo que el Papa León
nos recuerda: no hay solamente pobreza material, que quizá es la más
escandalosa; también hay pobrezas más silenciosas, más ocultas, que muchas
veces ni siquiera están identificadas.
El Papa señala que la peor pobreza es no tener
a Dios, y que la peor discriminación que sufren los pobres es la falta de
atención espiritual. Son doblemente pobres: pobres porque han sido empobrecidos
material y culturalmente, y pobres porque tantas veces no se les ha anunciado
el Evangelio, porque se los dejó al margen también a la hora de acercarles la
Buena Noticia.
Pero para ellos también está la esperanza. “Tú,
Señor, eres mi esperanza”. De algún modo, el pobre hace experiencia de
salvación aun antes de que alguien le predique, porque la esperanza de los
pobres no depende de nosotros, ni de los predicadores, ni de quienes vamos a la
Iglesia. La esperanza es Jesús, y Él es de los pobres. Él se las ingenia para
atravesar estructuras injustas y llegar a los corazones.
Pobres los pobres, que no pierden la esperanza…
Dios los abraza. Para ellos brillará el sol de justicia. Para ellos no habrá
castigo, sino misericordia.
Y, paradójicamente, gracias a su pobreza, se
mantienen fieles a Dios, fieles a los principios del Evangelio. Pidamos en este
domingo ir hacia los pobres, el Señor nos acompaña.
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