Lecturas del día Libro de Isaías 2,1-5. Salmo 122(121),1-2.4-5.6-7.8-9.
Carta de San Pablo a los Romanos 13,11-14.
Evangelio según San Mateo 24,37-44.
En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.
En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba,
hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el
diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del
hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado.
De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a
llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora
menos pensada.
Homilía por Fray Emiliano Vanoli OP:
Dios es fiel: esa es nuestra
esperanza
“¡Año nuevo, vida nueva!” Este
dicho popular nos puede servir como excusa para justificar nuestras acciones
pasadas, incluso nuestros excesos, o bien podemos encontrar en él una profunda
sabiduría humana transmitida de generación en generación de manera tan
sencilla: una novedad ligada al tiempo y a la revitalización de la vida que es
fruto de necesidad del corazón humano de experimentar renovación, y de hacerlo
de manera sensible y cotidiana.
Y para esto existen los ritos,
que hacen que un día sea diferente de otro día, y una hora de otra hora. Lo que
las distintas habitaciones de una casa, con sus diferentes usos, significan en
el espacio, así los ritos significan en el tiempo, pues nos brindan la
posibilidad de celebrar y conectarnos con el sentido profundo de la vida, ese
que late bajo el manto de la cotidianeidad. Todos tenemos necesidad de que el
tiempo transcurrido cuente como cosecha y ganancia de sentido.
Pues bien, este domingo iniciamos
un nuevo año litúrgico, y junto con él damos comienzo al tiempo de Adviento; es
decir que estamos frente a un nuevo ciclo durante el cual tendremos una vez más
la oportunidad de celebrar ritualmente los misterios de la vida, pasión, muerte
y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Se trata, entonces, de una nueva
oportunidad para profundizar nuestra comprensión, pero sobre todo para entrar,
como en una sala, cada vez más, en el acto fundamental que da sentido a nuestra
vida y a toda la historia humana, aquel acto de parte de Dios que gobierna toda
la creación: su donación total por Amor.
De esta manera el Adviento nos
prepara inmediatamente para celebrar la encarnación del Hijo de Dios, su
nacimiento humilde en un pesebre, con el cual comenzó, hace más de dos mil
años, la plenitud de los tiempos. Adviento traduce al latín –adventus- la palabra
griega Parusía, que significa venida. Esta venida de Dios a nuestra vida que
comenzó de manera singular con la encarnación de su Hijo, y que sigue dándose
hasta su manifestación plena y definitiva, sin que sepamos cuando será esto.
No se trata aquí de saber cuándo
será esta venida, sino cómo debemos esperarla. En el Evangelio de este domingo
el Señor pone el acento en nuestra actitud, en cómo debemos esperar su
manifestación definitiva que pondrá fin a la historia humana llevándola a su
feliz consumación.
¡Estén prevenidos! Así nos dice
la Palabra de Dios, “estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la
hora menos pensada”. Sin embargo, esta prevención y este cuidado no es el de
quién espera una desgracia o un cataclismo, aun cuando estos puedan darse, de
hecho, nunca han faltado. El cuidado y la prevención son fruto de la esperanza
con la que se aguarda a Dios.
San Pablo en sus cartas nos da la
razón profunda para esta actitud: “Dios es fiel, y Él los llamó a vivir en
comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.” En otro lugar dice: “Sabemos en
quién hemos puesto nuestra esperanza”.
Por lo tanto, hoy ya vivimos unidos a Jesús, en comunión con Él, y lo
que esperamos es su manifestación plena, no su retorno como si no estuviera,
sino su venida en gloria, evidente para todos. Es por eso que nuestra
esperanza, nuestro día a día, se alimenta de la fidelidad de Dios que persevera
con nosotros cada minuto de nuestra vida, particularmente en su Palabra y en
los sacramentos.
Pidamos en este tiempo de
Adviento a la Virgen María, quien ha sabido esperar en la fidelidad de Dios de
manera ejemplar, que nos alcance la gracia de una renovación y profundización
de nuestra vida en Cristo Nuestro Señor.
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