miércoles, 12 de noviembre de 2025

Catequesis y Sinodalidad.


Seguimos caminando juntos en este espacio que busca profundizar en el corazón de la catequesis. De la mano del seminarista sanjuanino Enzo Villavicencio, continuamos este itinerario mensual donde el kerigma se hace vida y la catequesis se vuelve experiencia de encuentro. 

¡¡¡Hola a todos!!! ¡¡¡Bendecido servicio Catequistas!!!

Es hora de volver a encontrarnos en este espacio, agradezco cada saludo y buenos deseos por las anteriores publicaciones. Yo desde acá agradezco su esfuerzo por la formación y por seguir creciendo en este servicio, que en lo personal me dio no solo herramientas para la pastoral, sino grandes alegrías.

Hoy los/las quiero invitar a que juntos abordemos la necesidad de crecer en la conciencia de una Catequesis Sinodal. Para comenzar a desarrollar este tema debemos preguntarnos ¿QUÉ ES LA SINODALIDAD?

La sinodalidad no se presenta como una moda eclesial, sino como un paradigma de comunión y misión desde el cual repensar toda acción pastoral, incluida la catequesis. La Comisión Teológica Internacional define la sinodalidad como “el modus vivendi et operandi” (modo de vivir  y actuar) de la Iglesia Pueblo de Dios que “manifiesta y realiza su ser comunión en el caminar juntos”, todos los bautizados están llamados a participar, discernir y construir la Iglesia.

¿CÓMO INFLUYE ESTO EN LA CATEQUESIS?

Es necesario crecer en la conversión de estructuras que llevan a concebir la catequesis como un acto unilateral de enseñanza doctrinal. Las practicas catequísticas son un proceso en el que todo el Pueblo de Dios se implica, camina, discierne y anuncia.

La Sinodalidad, nos exige reconocer que no sólo los catequistas o ministros ordenados tienen un papel formativo, el sensus fidei fidelium —ese “instinto de la fe” que poseen todos los bautizados— debe también iluminar el contenido y la forma del anuncio evangélico.  

En el marco de las tareas que el Directorio (DC) atribuye a la catequesis, el n° 79 es muy iluminador al respecto:

La Iglesia, al transmitir —en la iniciación cristiana— la fe y la vida nueva actúa como madre de los hombres, que engendra a unos hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios… Por la catequesis alimenta a sus hijos con su propia fe y los inserta, como miembros, a la familia eclesial. Como buena madre, les ofrece el Evangelio en toda su autenticidad y pureza, que les es dado, al mismo tiempo, como alimento adaptado, culturalmente enriquecido y como respuesta a las aspiraciones más profundas del corazón humano.

Esta fe transmitida y engendrada en el Hombre, debe ser Sinodal. La catequesis debe convertirse como laboratorio de diálogo”, es un modo privilegiado para aprender a caminar sinodalmente.

La catequesis sinodal exige procesos participativos, en los que niños, jóvenes, adultos, familias y ustedes como catequistas sean escuchados en sus experiencias, preguntas y búsquedas, la escucha se convierte en criterio pedagógico y espiritual, en una herramienta de discernimiento comunitario que permita adecuar los itinerarios catequéticos a la realidad concreta de las personas y sus contextos culturales, este estilo evangélico de escucha es también una forma de encarnación pastoral del mandato misionero, de una pedagogía eclesial en camino.

Es necesario asumir con decisión metodologías que integren la conversación en el Espíritu como dinámica fundamental de los encuentros catequéticos, esta práctica sinodal implica orar, escuchar con el corazón y discernir en comunidad lo que el Espíritu dice a la Iglesia, introduciendo esta espiritualidad en la catequesis supone una transformación profunda en la forma de conducir los encuentros, alejándolos del esquema académico para hacerlos verdaderos espacios de experiencia de fe y comunión. Como dice el documento final del Sínodo sobre la Sinodalidad: “la conversación en el Espíritu ha sido el corazón del proceso sinodal”

Debemos animarnos a que la catequesis no sea un proceso cerrado de un tiempo determinado, como si fuera una carrera de un inicio y meta, donde llegan los que pueden y que una vez finalizada ya la tarea, se cumplió con lo pactado.  

La catequesis es PROCESO de crecimiento, y nos va a acompañar toda la vida, es por ello por lo que, fomentando en nuestros catequizandos una vivencia de la catequesis sinodal, insertada en la vida comunitaria, podremos pensar en una Iglesia que desde sus bases se construye sinodalmente, caminando juntos.  

Una catequesis sinodal es una catequesis que se atreve a mirar los signos de los tiempos, que escucha al Espíritu en la voz del Pueblo de Dios, y que se abre a una pedagogía más horizontal, relacional y profética, su objetivo no es formar solamente buenos cristianos, sino comunidades vivas que caminan juntas, celebran la fe y anuncian con alegría el Evangelio, en tiempos de fractura social y eclesial, la catequesis sinodal es una respuesta profética, una pedagogía del encuentro, del discernimiento y de la esperanza.

BIBLIOGRAFIA:

La sinodalidad en la catequesis: una pedagogía eclesial en camino | Blog de Vida Nueva (vidanuevadigital.com) (Consultada por ultima vez el 17 de octubre del 2025)

Directorio Catequístico General.

Documento Final: Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

Aquí puedes leer las catequesis anteriores

domingo, 9 de noviembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Josué González Rivera OP



Lecturas del día: Libro de Ezequiel 47,1-2.8-9.12. Salmo 46(45),2-3.5-6.8-9. Carta I de San Pablo a los Corintios 3,9c-11.16-17.

Evangelio según San Juan 2,13-22.

Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".
Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".
Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".
Pero él se refería al templo de su cuerpo.
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.

 Homilía por Fray Josué González Rivera, OP

“¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?”

Nos encontramos en este domingo donde el tema de la liturgia se centra en el templo. El templo como una dimensión física, cuando nos referimos a la materia, al edificio que es el lugar propicio donde nos encontramos con Dios. Pero no podemos obviar la dimensión espiritual, en la que el templo es nuestro propio cuerpo donde habita el Espíritu Santo. San Pablo, en su carta a los Corintios, nos lo recordaba con claridad: “Ustedes son el templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en ustedes”. No hay palabras más directas para comprender que ese templo del que habla el Evangelio no es únicamente de piedra, sino que está edificado con vidas, con corazones, con fe. Por el sacramento del Bautismo, nos adherimos a ese templo que es también la Iglesia.

Hace tiempo alguien me preguntaba: si Dios está en todas partes, ¿por qué tengo que ir a la Iglesia?, entendiendo que se referían al templo. El mismo Evangelio dice que puedes rezar cerrando la puerta de tu habitación. Y es verdad que, en donde estemos, en el momento que sea, podemos dirigirnos a Dios, podemos elevar nuestra plegaria. Dios está en todas partes, pero en un lugar en especial podemos encontrar el ambiente propicio para disponernos en cuerpo, alma y espíritu, para hablar con Dios, para encontrarnos con su presencia santificadora. Es verdad, podríamos comer o dormir en cualquier parte; no es necesariamente en una mesa o en una cama. Pero hay lugares propicios donde realizamos esa actividad de forma más plena, porque no da lo mismo hacerlo en un lugar que en otro. No digo que no haya excepciones, y las puede haber, pero lo óptimo y lo propicio es que busquemos los lugares propios.

El lugar propio para acercarnos a Dios es el templo privado en nuestro corazón, pero también es el templo de la Iglesia. La primera lectura del profeta Ezequiel nos mostraba cómo del templo brota un río que da vida, que fecunda, que hace fértil todo lo que toca. Es una imagen hermosa de la gracia de Dios que mana de su presencia y que, como el río del templo, llega a nosotros para sanar y dar vida. El salmo que hemos proclamado nos recordaba: “El río alegra a la ciudad de Dios”, es decir, a la comunidad de los creyentes donde habita el Altísimo. Podemos hacer cosas de forma privada y personal, pero cuando vamos al templo, cuando buscamos el lugar propicio, también somos llamados a la comunión, al compartir, al darnos cuenta de que no somos un miembro privado, sino que estamos dentro de una comunidad; de que cada una, cada uno, es una piedra viva que construye el templo de la casa de Dios. No estamos hablando solo de un edificio, sino de una comunión viva en la que Dios se manifiesta. Esta metáfora del templo nos da para mucho y nos ayuda, pues, a descubrir cómo formamos parte de este cuerpo de Cristo, cómo nosotros también estamos llamados a resucitar como parte del cuerpo de nuestro Señor.

El Evangelio de san Juan nos muestra a Jesús purificando el templo, recordando que no se trata de un lugar para el comercio o el interés, sino de la casa del Padre. Con esa acción, Cristo nos enseña que también el templo interior, nuestro corazón, debe ser purificado de todo aquello que lo contamina o lo distrae de su verdadera finalidad: ser morada de Dios.

La fiesta de hoy es especial porque celebramos el lugar donde está la cátedra del Obispo de Roma, el Papa, pastor de toda la Iglesia. Nos adherimos a esta festividad, incluso en domingo, porque es el recuerdo de que somos parte de esa Iglesia universal, es decir, católica; que, a pesar de las diferencias de distinta índole, la fe y los sacramentos, el Bautismo y la comunión, nos hacen parte del mismo templo, o sea, parte del mismo cuerpo, al que estamos llamados a darle vida cada uno desde su propia vocación, desde su propio carisma y con sus propios dones y talentos.

Así también el templo de nuestro corazón y de nuestra comunidad debe ser fuente de vida, lugar desde el cual el Espíritu se derrama sobre el mundo. Que podamos profundizar en la riqueza de esta vida, que podamos seguir cuidando nuestro templo material y espiritual, nuestro cuerpo y nuestra alma, para seguir alabando a Dios. Así sea.

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sábado, 8 de noviembre de 2025

Oremos por las personas con pensamientos suicidas


La intención de oración del Papa León XIV en el mes de Noviembre es la siguiente: 

“Oremos para que las personas que están combatiendo con pensamientos suicidas encuentren en su comunidad el apoyo, el cuidado y el amor que necesitan y se abran a la belleza de la vida"

La intención del Papa, en Vivamos Juntos la Fe se entrelaza con una historia de vida de “la puerta de al lado”. 

La historia de una mamá, Naty Scheller, que a partir de su testimonio personal -de haber perdido a su hija Mili- nos ilumina y nos invita a no tener miedo de “ser presencia en las noches oscuras”.

Hoy, la oración se hace vida, y para nosotros se hace vida cercana y concreta a través de Naty, Mili y su familia. Orando por ellos nos sumamos al sufrimiento de tantos y tantas que se encuentran atravesando noches oscuras, muchas veces sin encontrar el consuelo que reconforta.

La Iglesia nos pide que aprendamos a caminar juntos, el Papa nos pide que tengamos un “corazón atento y compasivo” capaz de acompañar a quienes están agobiados y desesperanzados para que podamos llevar apoyo y consuelo.

Se nos pide respeto y ternura, ser abrazo que calme el corazón y que pueda orientar incluso a quienes lo necesitan a tener un acompañamiento profesional.

Estamos llamados a ayudar a “redescubrir que la vida es un don”, a devolver la esperanza y eso solo lo vamos a lograr siendo presencia amorosa en la vida de quienes sufren como Dios lo es con cada uno de nosotros. 

Naty, emocionada por la intención de este mes nos comparte en exclusiva a Vivamos Juntos la Fe lo que le resuena en el corazón:

¿Qué te generó que en las intenciones del Papa se haya tenido en cuenta la intención de la “Prevención del Suicidio”?

“Me generó mucha emoción, sé que es la Iglesia que nos dejó de legado el Papa Francisco y ahí me sentí parte de esa Iglesia cuando él dice en nuestra Iglesia entran todos, todos, todos. Por que este tema en la Iglesia era un tema tabú hasta que vinieron las reformas, una de las primeras fue la de Juan Pablo II.

¿Por qué es importante contar con una comunidad en este tipo de situaciones?

“Para mi es fundamental una comunidad que abrace, que ore y que acompañe porque muchas veces nuestra propia Iglesia nos cierra las puertas. Muchas veces, lamentablemente nos juzgan porque nuestros hijos fallecieron de esta forma y no saben qué es lo que sucedió. Muchas veces donde vamos a buscar consuelo no lo encontramos. Pero eso se resuelve educando, hablando para que esto deje de ser tabú. Por eso para mí esta iniciativa del vaticano es muy importante y es muy importante que se viralice, muy importante que se sepa que es el Papa el que pide esta intención para que todos recemos juntos sabiendo de que se trata.”

¿Qué mensaje querés dejar a las personas que acompañan estas realidades?

“El mensaje que me gustaría dejar es que es un rol fundamental, muy importante y de un gran corazón acompañar a las familias que pasaron por esto y acompañar a personas que se encuentran emocionalmente inestables, que prevalezca la oración, que prevalezca la empatía, como a mí me gusta decir ser presencia en esas noches oscuras y cuando se es presencia no hay necesidad de hablar mucho, solo hay que tomar la mano y escuchar.”

Agradecemos a Naty por su colaboración en este artículo.

Autora: María Claudia Enríquez


Te invitamos a ver la entrevista con Naty en Instagram: click aquí  y el video del papá:




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domingo, 2 de noviembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Diácono Jose Torres, LC


Lecturas del día: Apocalipsis 21, 1-5a.6b-7  Salmo 26, 1.4.7.8b-9a.13-14 1 Corintios 15, 20-23

Evangelio según San Juan 11, 17-27

Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:
«Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».

Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».

Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Homilía Diácono Jose Torres, LC

Conmemoración de los Fieles Difuntos «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25)

Hoy hablaremos de algo que a veces nos cuesta trabajo: hablar de la muerte. Pero aquí está lo interesante, como cristianos, cuando hablamos de la muerte, en realidad estamos hablando de vida. Suena paradójico, ¿verdad? Pero pongamos atención, porque eso es exactamente lo que las lecturas de hoy nos están gritando.

Piensen en esto: ¿cuántas veces hemos evitado hablar de la muerte? La escondemos detrás de eufemismos: "se fue", "descansa", "ya no está con nosotros". Y lo entiendo. Duele y duele muchísimo cuando se va alguien que amamos. Pero hoy, el 2 de noviembre, la Iglesia nos invita a mirar de frente ese misterio, no con miedo, sino con los ojos puestos en Cristo.

Un horizonte que cambia todo

El Apocalipsis nos pinta una imagen que parece sacada de una película épica: "Vi un cielo nuevo y una tierra nueva". Pero esto no es ciencia ficción ni fantasía. Es la promesa más real que existe. Dios mismo secará cada lágrima. Lean eso otra vez: cada lágrima. Las que derramamos en los funerales, las que caen en silencio cuando extrañamos a quien ya no está, las que vienen de golpe cuando vemos una foto o escuchamos una canción.

La muerte, esa que nos roba seres queridos, trabajos, sueños, salud... esa muerte ya no existirá más. No es que Dios minimice nuestro dolor diciendo "no lloren". Es que Él promete un final tan hermoso que todo el dolor tendrá sentido.

¿Dónde está tu ciudadanía?

San Pablo nos dice algo revolucionario: "Somos ciudadanos del cielo". Déjenme traducirlo: imaginen que están viviendo temporalmente en otro país, pero su pasaporte, su familia, su casa de verdad están en Argentina. Así es nuestra vida aquí. Este mundo, con todo lo bueno que tiene, es temporal. Lo definitivo está más allá.

Esto no significa que despreciemos esta vida —¡todo lo contrario! Significa que la vivimos con una perspectiva diferente. Los problemas siguen siendo reales, el dolor sigue doliendo, pero no nos definen porque sabemos hacia dónde vamos. Cristo transformará nuestro cuerpo frágil en uno glorioso como el suyo. Esa es nuestra meta, nuestra verdadera identidad.

Cuando llega demasiado tarde... o no

Ahora viene la escena más poderosa: Jesús llega a Betania cuatro días después de que murió Lázaro. En la cultura judía, después del tercer día ya no había vuelta atrás. El alma había partido definitivamente. Humanamente hablando, Jesús llegó tarde.

¿Les suena familiar? ¿Cuántas veces hemos sentido que Dios llegó tarde? "Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto", le dice Marta a Jesús. Y probablemente nosotros le hemos dicho cosas parecidas: "¿Por qué no lo salvaste?" "¿Por qué permitiste que se enfermara?" "¿Por qué te llevaste a alguien tan joven?"

Pero entonces Jesús pronuncia estas palabras: "Yo soy la resurrección y la vida". No dice "yo resucito" o "yo doy vida". Dice "yo soy". Él no es alguien que hace milagros; Él es el milagro. Él no tiene poder sobre la muerte; Él es más grande que la muerte misma.

Y aquí viene lo que más me impacta de Marta: ella no entiende todo. Está confundida, dolida, probablemente hasta un poco enojada. Pero cuando Jesús le pregunta "¿Crees esto?", ella responde con una fe sencilla pero absoluta: "Sí, Señor, yo creo".

¿Y nosotros? ¿Creemos esto?

Esa es la pregunta que Jesús nos hace hoy a cada uno. No nos pregunta si entendemos el plan, si nos parece justo, si tiene sentido. Nos pregunta simplemente: "¿Crees en mí?"

Nuestra fe no es un analgésico que elimina el dolor. Creer en Cristo resucitado no significa que no lloremos cuando perdemos a alguien. ¡Hasta Jesús lloró por Lázaro! La fe no borra las lágrimas, pero les da un significado. Cada despedida, cada cementerio que visitamos, cada vela que encendemos, son actos de esperanza que gritan: "¡La muerte no gana!"

Lo que hacemos hoy importa

Cuando oramos por nuestros difuntos, no lo hacemos como quien tira una botella al mar esperando que alguien la encuentre. Lo hacemos porque estamos conectados en Cristo. Los que partieron antes que nosotros no están "en algún lugar"; están con Dios, que es el Alfa y la Omega, el principio y el fin.

Y aquí está la parte hermosa: la comunión que tendremos con ellos será más profunda y más real que cualquier abrazo que hayamos dado en esta vida. Imaginen reencontrarse con sus seres queridos, pero sin malentendidos, sin dolor, sin despedidas. Para siempre.

El cielo es nuestro hogar

Por último, hoy la liturgia nos dice que no venimos a llorar sin esperanza. Queremos recordar que la muerte es solo una puerta, no una pared. Que nuestros seres queridos que murieron en Cristo están vivos de una manera que nosotros todavía no comprendemos del todo. Y que nosotros también estamos llamados a esa plenitud.

Así que sí, lloren si necesitan llorar. Extrañen a quien deben extrañar. Pero háganlo sabiendo que esto no es el final. El final será escuchar al Señor decir: "Mira, hago nuevas todas las cosas". Y en ese día, toda lágrima habrá valido la pena.

Que esta jornada renueve nuestra esperanza. Que recordemos que somos peregrinos caminando hacia casa. Y que cuando llegue nuestro momento, podamos decir como Marta: "Sí, Señor, yo creo".

Amén.


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viernes, 31 de octubre de 2025

Misioneros todos: Un viaje por el mundo digital


Hace unos meses un amigo que participó en Roma del Jubileo de los Evangelizadores Digitales me trajo de regalo un libro escrito por el fraile menor Fabio Nardelli titulado “Misioneros todos: Un viaje por el mundo digital” donde en su prólogo señala “La misión digital no es una moda ni una estrategia, sino una expresión concreta y contemporánea del impulso misionero que acompaña a la Iglesia desde sus orígenes”.

En este trabajo, editado por el Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, se reafirma que la misión es constitutiva de nuestra identidad y, por lo tanto, tarea compartida por todos los bautizados. La misión no es para un puñado de especialistas, la misión es una vocación común que nos involucra a todos.

Los ambientes digitales hoy, son tierra de misión, son tierra habitada por personas que requieren de una Iglesia cercana, samaritana y maternal. No se trata solo de crear contenidos religiosos sino de encarnar a Cristo a través de experiencias que abracen las heridas y brinden esperanza. Por eso, como bien lo expresa Nardelli: evangelizar en el mundo digital no es un acto técnico, sino que es un acto profundamente espiritual y relacional.

En este sentido, recuerdo cuando Antonio Spadaro S.J en su reflexión sobre la misión digital durante el Jubileo de los Misioneros digitales decía que cada uno debería preguntarse “¿Cómo puedo convertirme en presencia real en este mundo que respira a través de una pantalla? Y la respuesta nunca será técnica. Siempre será espiritual”.

El llamado a reparar las redes que nos hace el Papa León XIV nos interpela a poner el amor en juego, es al amor que al tocar nuestra vida nos transforma, nos repara, para salir a reparar a otros. Dios nos misericordea primero y nos enseña a ser misericordiosos con los demás. Para que todos se sientan amados por el y parte valiosa de la familia que es la Iglesia.

Con quienes nos encontramos en el mundo digital no son algoritmos, son almas y junto a ellas está nuestra misión más profunda dando prioridad a los procesos de escucha y acompañamiento. Anunciar la buena noticia y procurar encarnar la vivencia de Cristo en el encuentro que abraza más allá de las pantallas. Como lo menciona Nardelli la misión es compartir el Evangelio y comunicar la amistad con Cristo y no hay nada más bello que encontrarlo y regalarlo a todos.

¡Qué hermosa misión! Vivamos este llamado con un corazón ardiente y agradecido. Ser discípulos en esta tierra que hoy necesita ser sembrada con semillas de esperanza es una tarea que nos requiere compromiso y amor. Pidamos a María que esta vocación nos encuentre disponibles, creativos y apasionados para poder entregarnos sin mezquindades a la misión.

Amén

María Claudia Enríquez @clauchitaaaa

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