sábado, 27 de diciembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Emiliano Vanoli OP


Lecturas del día:
Libro de Eclesiástico 3,2-6.12-14. Salmo 128(127),1-2.3.4-5. Carta de San Pablo a los Colosenses 3,12-21.

Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23.

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño".
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.
Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,
donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

Homilía por Fray Emiliano Vanoli OP.

San José: varón de discernimiento

La Navidad “tiene octava”. Esta es la manera en que la Liturgia subraya la importancia para nuestra fe de esta fiesta. Tener “octava” significa que durante ocho días litúrgicamente es Navidad, y parte de este misterio de Dios que se hace hombre para salvarnos es el de la Sagrada Familia de José, María y Jesús, que celebramos este primer domingo dentro de la octava navideña.

El realismo y la historicidad de la Encarnación es tal que Dios ha querido asumir todo lo propiamente humano y que ha sido creado por Él. Por eso era muy conveniente que el Salvador del mundo tuviera una familia y viviera sujeto a sus padres, según los designios de Dios para todo hombre y mujer que viene al mundo. De esta manera, Dios, que en cierto modo es “familia”, pues las tres personas de la Santísima Trinidad viven en tan íntima comunión que son un solo Dios, se ha hecho una imagen de sí mismo al constituir la familia, al grabarla profundamente en la naturaleza corporal y espiritual del varón y la mujer; y al mismo tiempo la ha santificado al hacerse miembro de la familia de Nazaret.

La Palabra de Dios nos presenta para este domingo el Evangelio según San Mateo y el pasaje en que, luego del nacimiento, José, advertido en sueños, toma a María y le niño Jesús y huye a Egipto hasta tanto llega la hora de volver a la tierra de Israel.

Destaca de manera clara cómo José, varón justo y que deseaba hacer la voluntad de Dios, a la hora de tomar decisiones sobre la familia, está abierto a Dios. Es decir que no solo simplemente piensa en lo que podría ser mejor, o sopesa distintas opciones, o recurre a cualquier otra técnica o método para discernir. Sino que lo fundamental en José es su sintonía con Dios y su pronta disponibilidad para obedecer.

Tal vez podríamos objetar que José fue advertido en sueños sobre las situaciones en las cuales debía tomar decisiones. Tanto cuando meditaba abandonar a María, ya que el niño no era suyo, como para huir y para volver de Egipto, e incluso sobre el territorio donde radicarse a su regreso. Sin embargo, la mayor parte de las veces, los sueños en el Antiguo Testamento no son fáciles de interpretar, requieren de ayuda para poder descifrar su mensaje. No sucede así con José, precisamente por su docilidad y su apertura a Dios sabe rápidamente lo que debe hacer.

Creo que, junto con el mensaje sobre la importancia de la familia en el plan de Dios, este es el segundo mensaje que hoy nos transmite su Palabra. No solo en la vida individual, sino también en la vida familiar e incluso como sociedad, necesitamos preguntarnos, o mejor aún, necesitamos preguntarle a Dios cuál es su voluntad.

Hacer el bien siempre es un buen comienzo, pero para ser parte del plan de Dios es necesario hacer su voluntad, y para discernirla necesitamos estar en sintonía con Él. ¿Cómo? Como José, en primer lugar, teniendo el firme propósito y la docilidad de buscar y hacer lo que Él nos presente como camino; y, en segundo lugar, anteponiendo el bien de los demás, incluida la familia, a la propia ventaja individual. Esto último resulta muy difícil frente a una cultura del bienestar individual que llega a cancelar incluso el sacrificio personal por amor, pero sin embargo es algo esencial en el plan de Dios para nuestra salvación, basta mirar a nuestro maestro y modelo, Jesús, quien entregó su vida para nuestra salvación.

Pidamos al Señor para que, en estos tiempos difíciles para la constitución, perseverancia y estabilidad familiar, nos de la gracia de discernir su voluntad y la fortaleza para llevarla adelante para el bien de cada una de nuestras familias.


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domingo, 14 de diciembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Josué González Rivera OP


Lectura del día; Libro de Isaías 35,1-6.10. Salmo 146(145),7-10. Epístola de Santiago 5,7-10.

Evangelio según San Mateo 11,2-11.

Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:  "¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?".
Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!".
Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: "¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino.
Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.

Homilía por Fray Josué González Rivera, OP

“Feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo”

Entramos en la tercera semana de Adviento con el llamado domingo de la alegría (Gaudete). Una vez más, la Palabra de Dios nos convoca a la esperanza: la certeza de sabernos acompañados por el Señor Jesús, que viene, se entrega y se nos da para que tengamos vida, y vida en abundancia.

Esta esperanza no es ingenua. Surge, más bien, como una pregunta inevitable: ¿cómo hablar de alegría en medio de tanta violencia, confusión e incertidumbre? Somos conscientes de la complejidad del momento histórico que atravesamos; sin embargo, la esperanza evangélica nos impide dejarnos vencer por el mal que se hace visible en el mundo y nos abre a la convicción de que ese mal no tiene la última palabra.

El profeta Isaías no es ajeno a este desafío. Escribe en un tiempo en el que el pueblo de Dios se encuentra amenazado por potencias extranjeras y en el que sus gobernantes parecen haber perdido el rumbo. Aun así, movido por la esperanza, anuncia gozo y victoria, porque Dios promete a su Mesías, quien librará a su pueblo de todo mal. De modo semejante, el apóstol Santiago, en un contexto de persecución contra los cristianos dentro del ámbito judío, exhorta a la perseverancia y a la paciencia.

Jesús es el cumplimiento pleno de la Palabra anunciada por Isaías. En Él se manifiestan los signos que confirman que el Reino de Dios ya está presente en la historia.

Desde la cárcel, Juan el Bautista envía a preguntar a Jesús si Él es realmente el que debía venir. Esta pregunta no es ajena a nuestra propia experiencia. También nosotros, desde nuestras “prisiones”: miedos, límites, heridas y prejuicios; contemplamos la obra de Dios y, no pocas veces, nos interrogamos sobre el sentido de lo que vemos y escuchamos. Es necesario presentar al Señor aquello que nos inquieta, nos preocupa y nos llena de esperanza. Desde nuestras limitaciones, preguntémosle por lo que llevamos en el corazón, por lo que nos espera, por los retos y proyectos que se abren ante nosotros.

Jesús responde no con discursos abstractos, sino con hechos concretos: los signos, las curaciones y la predicación que atestiguan que Dios está actuando realmente. Muchos esperaban un Mesías de carácter político o militar —quizá incluso el mismo Juan lo imaginó así—, pero la acción de Jesús se sitúa en otro horizonte. No responde al mal con más violencia ni combate la opresión desde la fuerza. Jesús enfrenta el mal desde la compasión y el servicio; su salvación alcanza integralmente a la persona, restaurando cuerpo, mente y espíritu.

Desde esta perspectiva, Jesús proclama una bienaventuranza que interpela especialmente en tiempos de prueba: la felicidad de quien no se escandaliza de un Mesías que viene en la humildad, con un mensaje de servicio, amor y salvación.

A la luz de este domingo de la alegría, el Adviento se presenta como una invitación concreta a encarnar la esperanza que profesamos. No se trata de una actitud pasiva ni de un optimismo superficial, sino de una disposición interior que se traduce en gestos, decisiones y opciones cotidianas. Acoger al Señor que viene implica revisar nuestras expectativas, purificar nuestras imágenes de Dios y disponernos a reconocer su presencia allí donde la vida es restaurada y la dignidad humana es defendida.

Practicar este mensaje exige aprender a mirar la realidad con los ojos del Evangelio, sin negar el dolor ni la complejidad del mundo, pero sin renunciar a la confianza en la acción silenciosa de Dios. Significa perseverar en el bien, ejercer la paciencia activa, optar por la compasión y el servicio como formas concretas de resistencia al mal. Así, la alegría cristiana deja de ser un sentimiento abstracto y se convierte en un testimonio creíble.

Que este tiempo de Adviento nos disponga, entonces, a salir de nuestras propias prisiones, a dejarnos interpelar por los signos del Reino y a vivir de tal modo que no seamos motivo de tropiezo, sino mediación de esperanza. En la medida en que hagamos visible, con nuestra vida, el rostro humilde y misericordioso de Cristo, prepararemos verdaderamente el camino del Señor que viene.

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martes, 9 de diciembre de 2025

Intención del Papa de diciembre "Por los cristianos en contexto de conflicto"


Querida comunidad, ¿Sabían que el santo padre León XIV encomienda una intención de oración por mes?

Estas intenciones son una convocatoria mundial a la acción y oración. El Papa las confía a su Red Mundial de Oración, que las difunde a través del “Video del Papa”. 

Hoy te invitamos a leer esta reflexión inspirada en el vídeo del mes de diciembre

Por los cristianos en contexto de conflicto

Una vez más el Papa León clama por la urgencia de la paz en el mundo, especialmente en Medio Oriente. Sin dudas, el fin de los enfrentamientos y la violencia a causa de ellos es de los principales anhelos de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Llama la atención como durante su pontificado el Papa León ha insistido en la necesidad de poner fin al odio que engendra la guerra.

Puede que nos sintamos distanciados de aquellos territorios en términos físicos, sin embargo, debemos ser conscientes que la violencia nace del corazón humano que no tiene al Dios de la paz como huésped. Por eso, la paz de cada día, es responsabilidad de todos en el lugar que nos toque estar. La paz se construye cada día, con gestos, palabras y acciones concretas. Todos estamos llamados a ser pacificadores en nuestros entornos, mediadores, puentes de comunión en las situaciones de conflicto sea cual fuere su naturaleza.

En este mes de diciembre, el Papa nos pide tener presentes en nuestras oraciones a “aquellos cristianos que aún rodeados de dolor no dejan de sentir la presencia bondadosa de Dios y la oración de sus hermanos y hermanas en la fe”, es así como acortamos las distancias de la indiferencia y hacemos del sufrimiento una carga que puede ser compartida y sostenida en comunidad. La Iglesia se torna así lugar de común unión entre todos los pueblos.

Para lograr la paz es necesaria la reconciliación, solo el perdón trae la esperanza y cada uno de nosotros tiene la misión de “ser puente donde hay división, y de buscar justicia con misericordia”, y aunque a veces cueste, es un desafío de amor que el mismo Jesús nos invita a vivir cuando nos dice “bienaventurados los que trabajan por la paz”.

Históricamente, la guerra ha traído malas experiencias a la humanidad, quienes están en contextos de violencia son testigos de las atrocidades y consecuencias del egoísmo que la causa. Frente a ello no podemos renunciar a ser sostén orante de la fe de nuestros hermanos y hermanas que son víctimas de esta injusticia.

Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a ser semillas de paz, capaces de generar espacios de encuentro, diálogo y reconciliación. Que la distancia no sea un impedimento o una excusa para no abrazar la cruz de tanto dolor y sufrimiento que viven de manera particular nuestros hermanos de Medio Oriente.

Amén

María Claudia Enríquez @clauchitaaaa



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domingo, 7 de diciembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Diácono Jose Torres, LC



Lecturas del día: Libro de Isaías 11,1-10. Salmo 72(71),1-2.7-8.12-13.17. Carta de San Pablo a los Romanos 15,4-9.

Evangelio según San Mateo 3,1-12.

En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca".
A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos.
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.
La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro,
y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca?
Produzcan el fruto de una sincera conversión,
y no se contenten con decir: 'Tenemos por padre a Abraham'. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham.
El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible".

Homilía: Diac. Jose Torres, LC

Despierta: Es Hora de Preparar el Camino

 ¿Alguna vez han recibido una visita importante con la casa hecha un desastre? Ese momento de pánico cuando suena el timbre y todavía hay ropa en el sofá, platos en la bacha, y ni siquiera has pasado la aspiradora. Corremos como locos intentando arreglar todo en dos minutos. Bueno, eso es básicamente lo que Juan Bautista nos está gritando hoy desde el desierto: "¡Que viene alguien importante! ¡Preparen el camino!"

 El “Influencer” del Desierto

Juan Bautista era algo así como un “influencer” de su época, pero en versión extrema. Nada de stories perfectos ni filtros de Instagram. Este hombre vivía en el desierto, vestía literalmente una túnica de pelo de camello (imaginen lo incómodo de eso), comía saltamontes con miel (el snack más raro de la historia), y su mensaje no era precisamente motivacional: "¡Conviértanse, raza de víboras!"

Pero aquí está lo increíble: la gente salía en masa a escucharlo. Jerusalén entera, Judea, toda la región del Jordán. ¿Por qué? Porque Juan les decía algo que necesitaban oír, no lo que querían oír. Y eso, amigos, es lo que necesitamos en Adviento.

 "Preparad el Camino del Señor"

Esta frase no es solo un bonito villancico. Es un llamado concreto a hacer limpieza en nuestra vida. En tiempos de Juan, cuando iba a llegar un rey, se mandaba a arreglar los caminos: rellenar los baches, quitar las piedras, enderezar las curvas. Era preparar literalmente el terreno.

Hoy Dios nos pregunta: ¿Qué caminos de tu corazón necesitan reparación? ¿Qué baches hay que rellenar? ¿Qué piedras de resentimiento, de orgullo, de indiferencia están bloqueando el paso?

Porque seamos honestos: muchas veces vivimos con el piloto automático puesto. Casa-trabajo-Netflix-dormir-repite. Y Dios queda en "cuando tenga tiempo" o "los domingos si no tengo otra cosa". Juan nos sacude y nos dice: ¡Despierta! No puedes recibir al Salvador de la humanidad con el corazón desordenado.

 Los Frutos de la Conversión

Juan les dice a los fariseos algo que nos aplica a todos: "Den frutos de conversión". No basta con decir "soy católico" o "voy a misa". Es como presumir que eres fit mientras comes pizza todos los días en el sofá. Los frutos tienen que verse.

¿Cuáles son esos frutos? Pablo nos lo aclara en la segunda lectura:

  • Paciencia con los que nos rodean (especialmente con ese familiar que nos saca de quicio)
  • Unidad en lugar de división y chisme
  • Acogida mutua, como Cristo nos acoge a nosotros

Imaginen si en lugar de juzgar al otro por su pasado, sus errores o sus diferencias, empezáramos a acogerlo como Cristo nos acoge: con los brazos abiertos, sin condiciones. Eso sí sería revolucionario.

 El Reino de Paz de Isaías

La primera lectura nos pinta una imagen hermosa y casi surrealista: el lobo viviendo con el cordero, el leopardo con el cabrito, un niño jugando con serpientes y nadie sale herido. Es la visión del Reino de Dios donde la paz es total.

Pero no es ciencia ficción. Es una invitación a empezar a construir esa paz ahora, en nuestros ambientes: en la familia, en el trabajo, en las redes sociales (que falta hace). Cada vez que elegimos el diálogo sobre la pelea, el perdón sobre la venganza, la comprensión sobre el juicio, estamos haciendo presente ese Reino.

Tu Adviento Personal

Entonces, en este Segundo Domingo de Adviento, la pregunta es personal y directa: ¿Qué camino necesitas preparar?

  • ¿Hay alguien a quien necesitas perdonar o pedirle perdón?
  • ¿Hay algún hábito o adicción que está obstaculizando tu relación con Dios?
  • ¿Estás siendo el cristiano que quieres ser o solo el que aparentas?
  • ¿Tu fe se nota en tus acciones o solo en tu perfil de redes sociales?

Juan nos invita a la conversión. Y conversión no es un sentimiento bonito, es una decisión radical de cambiar de dirección. Es como cuando vas manejando, te das cuenta que estás en la ruta equivocada, y tienes que dar vuelta en U. A veces es incómodo, sí. Pero es necesario.

El Que Viene Detrás

Y todo esto para qué. Juan lo dice claro: "Viene uno detrás de mí más fuerte que yo". Toda esta preparación es porque va a llegar alguien que cambiará todo. No solo con agua, sino con Espíritu Santo y fuego.

En estas semanas de Adviento, abramos el corazón. Hagamos limpieza. Preparemos el camino. Porque la Navidad no es solo recordar que Jesús nació hace 2000 años. Es permitir que nazca de nuevo en nuestro corazón, en nuestra vida concreta, en nuestras decisiones del día a día.

¿Estás listo para recibirlo? ¿O tu corazón sigue lleno de cosas que necesitas sacar primero?

Que en este Adviento tengamos el valor de Juan: de decirnos la verdad, de no conformarnos con apariencias, y de preparar de verdad el camino del Señor.

 ¡Amén!



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sábado, 29 de noviembre de 2025

Meditamos el Evangelio de este Domingo con Fray Emiliano Vanoli OP


Lecturas del día Libro de Isaías 2,1-5. Salmo 122(121),1-2.4-5.6-7.8-9. Carta de San Pablo a los Romanos 13,11-14.

Evangelio según San Mateo 24,37-44.

En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.
En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado.
De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.

Homilía por Fray Emiliano Vanoli OP:

Dios es fiel: esa es nuestra esperanza

“¡Año nuevo, vida nueva!” Este dicho popular nos puede servir como excusa para justificar nuestras acciones pasadas, incluso nuestros excesos, o bien podemos encontrar en él una profunda sabiduría humana transmitida de generación en generación de manera tan sencilla: una novedad ligada al tiempo y a la revitalización de la vida que es fruto de necesidad del corazón humano de experimentar renovación, y de hacerlo de manera sensible y cotidiana.

Y para esto existen los ritos, que hacen que un día sea diferente de otro día, y una hora de otra hora. Lo que las distintas habitaciones de una casa, con sus diferentes usos, significan en el espacio, así los ritos significan en el tiempo, pues nos brindan la posibilidad de celebrar y conectarnos con el sentido profundo de la vida, ese que late bajo el manto de la cotidianeidad. Todos tenemos necesidad de que el tiempo transcurrido cuente como cosecha y ganancia de sentido.

Pues bien, este domingo iniciamos un nuevo año litúrgico, y junto con él damos comienzo al tiempo de Adviento; es decir que estamos frente a un nuevo ciclo durante el cual tendremos una vez más la oportunidad de celebrar ritualmente los misterios de la vida, pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Se trata, entonces, de una nueva oportunidad para profundizar nuestra comprensión, pero sobre todo para entrar, como en una sala, cada vez más, en el acto fundamental que da sentido a nuestra vida y a toda la historia humana, aquel acto de parte de Dios que gobierna toda la creación: su donación total por Amor.   

De esta manera el Adviento nos prepara inmediatamente para celebrar la encarnación del Hijo de Dios, su nacimiento humilde en un pesebre, con el cual comenzó, hace más de dos mil años, la plenitud de los tiempos. Adviento traduce al latín –adventus- la palabra griega Parusía, que significa venida. Esta venida de Dios a nuestra vida que comenzó de manera singular con la encarnación de su Hijo, y que sigue dándose hasta su manifestación plena y definitiva, sin que sepamos cuando será esto.

No se trata aquí de saber cuándo será esta venida, sino cómo debemos esperarla. En el Evangelio de este domingo el Señor pone el acento en nuestra actitud, en cómo debemos esperar su manifestación definitiva que pondrá fin a la historia humana llevándola a su feliz consumación.

¡Estén prevenidos! Así nos dice la Palabra de Dios, “estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada”. Sin embargo, esta prevención y este cuidado no es el de quién espera una desgracia o un cataclismo, aun cuando estos puedan darse, de hecho, nunca han faltado. El cuidado y la prevención son fruto de la esperanza con la que se aguarda a Dios.

San Pablo en sus cartas nos da la razón profunda para esta actitud: “Dios es fiel, y Él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.” En otro lugar dice: “Sabemos en quién hemos puesto nuestra esperanza”.  Por lo tanto, hoy ya vivimos unidos a Jesús, en comunión con Él, y lo que esperamos es su manifestación plena, no su retorno como si no estuviera, sino su venida en gloria, evidente para todos. Es por eso que nuestra esperanza, nuestro día a día, se alimenta de la fidelidad de Dios que persevera con nosotros cada minuto de nuestra vida, particularmente en su Palabra y en los sacramentos.

Pidamos en este tiempo de Adviento a la Virgen María, quien ha sabido esperar en la fidelidad de Dios de manera ejemplar, que nos alcance la gracia de una renovación y profundización de nuestra vida en Cristo Nuestro Señor.


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