viernes, 22 de septiembre de 2023

¿Cuál es el impacto que tiene la Palabra de Dios en la cárcel? - Seba Iako



En el marco del Mes de la Biblia, podríamos hacernos las siguientes preguntas: ¿La Biblia queda reservada a las casas cristianas, queda sólo en parroquias y templos? ¿O también permitimos que la Biblia circule, que llegue a lugares, contextos y personas más necesitadas de la misericordia de Dios? Puntualmente: ¿Cuál es el impacto que tiene la Palabra de Dios en las cárceles? 
Aquí te lo contamos…

Al reflexionar sobre las cárceles, específicamente aquellas en el territorio argentino, evocamos imágenes de entornos adversos y deshumanizantes, donde la brutalidad y el abandono social son realidades constantes entre las personas privadas de su libertad. A pesar de que la legislación contempla la privación de derechos ambulatorios, con frecuencia en la conciencia social prevalece el deseo de suprimir aún más derechos, como el derecho a la vida, el derecho a la educación y a la salud. No obstante, en la Iglesia reconocemos que cada ser humano posee un valor intrínseco y una dignidad que trascienden cualquier circunstancia adversa. Fundamentamos esta creencia en la esperanza de que la divina gracia puede llegar a todos los corazones. En virtud de ello, surgen numerosas vocaciones misioneras deseosas de compartir el Evangelio en el ámbito carcelario, acompañar las problemáticas de los presos y hacer más accesible la Iglesia misma en esos contextos.

Si bien muchos de nosotros hemos experimentado el encuentro con Dios desde edades tempranas y hemos tenido diversas oportunidades para profundizar en esa experiencia, debemos reconocer que existen numerosas personas que no gozan de las mismas oportunidades. En este sentido, compartimos el testimonio de Alejandro Bircher, una persona privada de su libertad de 31 años, quien nos relata su vivencia del encuentro con Dios en la cárcel.
 
 “Hola, mi nombre es Alejandro y este es mi testimonio de cómo la palabra y el camino de DIOS fueron en búsqueda de mí en la cárcel… y me encontraron.”
“Me encuentro detenido por delitos leves, como corresponde estoy pagando a la sociedad mi desobediencia. Pero hoy quiero narrar un poco cómo la presencia de Dios tocó mi vida y desde ahí nunca más, pero nunca más, volví a ser el mismo ser…”
 
Este testimonio pone de manifiesto cómo Dios logra superar las "tres rejas" que suelen aislar a los presos de la sociedad y de la Iglesia: la reja institucional de la cárcel, la reja social de haber delinquido y la reja simbólica, la etiqueta, por ser personas en situación de pobreza y vulnerabilidad. Tres rejas que Dios atraviesa fácilmente para llegar a los corazones, porque Dios atraviesa todos los límites


“A los 16 me tocó una de las situaciones que me marcó hasta el día de hoy, mi madre se enfermó y murió de cáncer. Ese suceso fue un impulso para que yo tomara malas decisiones, y las espinas que sembré las recogí con muchas tristezas…
Una de esas malas decisiones me llevó al lugar de donde estoy escribiendo este testimonio de vida. Llevaba un tiempo en la prisión y llevaba una vida desordenada, incluso creía en santos paganos que nada bien me hacían en la vida, y de a poco construía un personaje de vida que no era el original ni mucho menos lo que Dios quería para mí. Caminaba día a día sin sentido, mis decisiones en la cárcel eran vanidades que sólo me hacían saciar el placer del ser, provechosas como ellas solas me llenaban hasta el extremo… pero aun así vacío por dentro. No valoraba nada y nada tenía sentido más que saciar mi interior.”
 
Alejandro nos escribe desde un Pabellón Literario llamado “Mentes Libres” contándonos su experiencia con la Palabra, explicando que años después durante su estadía en la cárcel, finalmente tuvo contacto con la Biblia. La lectura es muy fomentada en los pabellones que buscan caminos y herramientas para poder concentrarse en algo bueno, tal como sucede en los Pabellones Literarios. Con la lectura de las Sagradas Escrituras,  Alejandro comenzó a revitalizar su fe a pesar del contexto carcelario.


“Yo leía la Biblia con compañeros que les gustaba escuchar, y declaraba con mi boca diciendo: la vieja vida la voy a dejar pero que la Palabra no. Sin darme cuenta estaba declarando el versículo que nunca había leído antes que dice: cielos y tierra pasarán, más mi palabra no (Mateo 24, 36). Pero un día cuando tenía 27 años, me encontraba solo dentro de la celda, y estaba drogándome como el viejo hombre que era, y me encontraba solo, y de repente empecé a llorar de una manera que la tristeza me inundó por completo, me arrojé al suelo llorando. Ahí es cuando Dios tocó con su presencia mi vida, y sentía que me decía “hasta acá, hijo…” Poco a poco después de ese día, fui esforzándome en abandonar el viejo hombre que era, dejé mis malas costumbres de vida y empecé a modelar el ejemplar de vida que Jesucristo quiere que tengamos… Empecé a encontrarme con versículos de la Biblia que me ayudaban en este proceso como “Las malas charlas corrompen las buenas costumbres. Vuelvan a su sano juicio, como conviene, y dejen de pecar” (1 Corintios 15:33-34). Fui encontrándome con miles de consejos bíblicos, me iba inundando en la presencia, orando y llorando. Sentía que Dios me hablaba en todas las cosas."

"La Palabra se vivifica en uno, al leerla, orarla y practicarla, la haces parte de tu vida. Incluso en varias ocasiones me sentía identificado como cuando Daniel entraba en la fosa de los leones y salía ileso, porque Dios me acompañaba como había acompañado a Daniel en el Antiguo Testamento. Comprendí que Dios quiere que todos los hijos pródigos vuelvan a casa, cambiando la vida desordenada hacia una ordenada. Ahora no quiero desviarme ni a la derecha, ni a la izquierda, mantenerme centrado y despierto hacia su camino, hacia su verdad y hacia la vida hermosa que me espera."



"Dios es impresionantemente amoroso. El que permanece en el amor permanece en Dios. Por eso hago un esfuerzo en mi persona y trato de amar a mis pares aunque no los conozca. Dentro de mí empezó a cambiar ciertas costumbres y sentimientos que me llevaron a una mejor visión de la vida y mejor convivencia con ella. La Palabra de Dios te pone en Gracia con Él, te lleva a estar bien con vos mismo y con los pares pero, mejor aún, con Dios también.”


"Cristo quiere que vivas, y vivas en abundancia. Yo aprendí a vivir en escasez, en abundancia, con poco, con mucho, como dice la carta a los Filipenses, pero aun así Dios nunca me abandonó. Aprendí a vivir con la Fe en las buenas y en las malas, aprendí que la fe está muerta si no es acompañada con las obras, aprendí que la Palabra puede estar vacía si no se la practica. Aprendí que lo que consumís es lo que se repite una y otra vez en tu corazón: “Guarda tu corazón con toda diligencia, porque de él mana la vida” (Proverbios 4, 23). En la Palabra reposan las palabras de nuestro Dios. Y la pregunta es ¿Nos alimentamos día a día de esa Palabra? ¿Nos edificamos con ella?"

"Recomiendo leer más las Sagradas Escrituras, son la mejor manera de vivir y poder alcanzar la misericordia de Dios al entenderla desde la vida de Jesús. Él es el camino. Créanme que Dios me cambió la vida y me sacó el velo de los ojos, porque antes estaba preocupado persiguiendo una felicidad que no era cierta.  Es mejor encontrarte con vos mismo y ser original. Dale a Dios el primer lugar en todo, reconócelo en todos tus caminos. La Palabra de Dios calma nuestra ansiedad, nuestro estrés, baja nuestros niveles de violencia y desorden. Me permitió hacer desaparecer el enojo, la ira, la ignorancia, y me permitió hacer aparecer el respeto, el amor, la humildad y los valores de la vida.”

Seba Iako, tallerista, con los muchachos del pabellón literario "Mentes libres"

En calidad de miembro de la Pastoral Social y la Pastoral Carcelaria, observo con regularidad que los territorios de misión más vulnerables y complejos recaen en la responsabilidad de aquellos rostros más visibles de la Iglesia, como el clero, las religiosas y algunos laicos comprometidos en extremo. Esto debería llevarnos a cuestionar si los territorios de misión tan cruciales, como las cárceles, cuentan con una presencia suficiente de cristianos que compartan la Palabra, la oración y la experiencia comunitaria de fraternidad.

En este Mes de la Biblia, no solamente debemos considerar cómo la Palabra de Dios nos beneficia a nivel individual, sino también cómo puede brindar luz y esperanza a aquellos que necesitan un encuentro con ella.

Les dejo la última reflexión: si muero y no hay nada, nada perdí, pero si muero y hay todo, cielos, tierra nueva, DIOS… entonces todo lo gané. Entonces hasta creyendo salgo ganando, nunca pierdo.  

BENDICIONES, Y QUE EL AMOR DE JESUCRISTO ESTÉ CON USTEDES.

Redacción: Seba Iako

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2 comentarios:

  1. Conmovedor testimonio. Descubrir, conocer y amar a Dios en la mayor miseria.

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