domingo, 17 de septiembre de 2023

Meditamos el Evangelio del Domingo XXIV con el P. Martin Nacusi




Eclesiástico 27,33–28,9 / Sal 102,1-2.3-4.9-10.11-12 / Romanos 14, ,7-9

Evangelio del día según san Mateo 18, 21-35:


En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

Homilía del P. Martin Nacusi

Querido hermano/a, en este domingo, donde volvemos a escuchar la parábola del rey que perdona la deuda a su servidor como imagen que usa Jesús del perdón de Dios, es importante que podamos dimensionar ese perdón. 

Como los talentos y los denarios no son monedas que usemos en nuestros días, es importante saber lo que implicaba para aquella época. Un denario equivalía al salario de un día de trabajo. Pero un talento, equivalía a 6.000 días de trabajo (lo que significa más de 18 años de trabajo). Por ende, cuando Jesús busca enseñar a Pedro la dimensión del perdón, y que la invitación es a perdonar siempre, lo que pone de ejemplo, es que no se compara el perdón que recibimos de Dios por nuestros pecados, al perdón que podemos ofrecer a quienes nos han ofendido. 

El ejemplo será ese: un servidor no podía pagar las cuentas con su rey, ¿Por qué? Porque debía ¡¡10.000 talentos!!, ¿sabes cuantos denarios o jornadas de trabajo equivaldrían?... 60 millones de denarios. Lo que es igual a 189 años de trabajo. Si, estás pensando lo mismo que yo, te darás cuenta, que no le alcanzaba la vida para pagar su deuda. Por eso tenía que ser vendido él, su esposa, sus hijos, sus posesiones. Pero no, el rey decidió perdonarlo, gratuitamente. Sin que este servidor perdiera nada, absolutamente nada. Sin embargo, lo escandaloso del rencor, y la falta de perdón, es que sin caer realmente en la cuenta de tanta misericordia recibida, este servidor no quiso perdonarle la deuda al compañero con el que se encuentra, que apenas le debía 100 denarios. ¿Era plata? Por supuesto. Pero ¿qué eran 100 denarios a 60.000.000 que él debía?.

El salmo 102 nos recuerda que Dios rescata nuestra vida del sepulcro, y nos corona de amor y ternura. Dejémonos amar gratuitamente por Dios, volvamos una y otra vez a traer a nuestra memoria esas experiencias profundas de reconciliación con el Señor, y será mas fácil perdonar. ¿Tu hermano te ofendió?, perdónalo. Acordarnos de las realidades ultimas nos ayuda a esto. Esa es la enseñanza del Eclesiástico: “acuérdate del fin, y deja de odiar, piensa en la corrupción y la muerte, y se fiel a los mandamientos. Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo, piensa en la Alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa”. 

Quien se sabe profundamente amado y perdonado es capaz de repetir estos gestos, aunque siempre a menor escala, porque no se compara el perdón que podemos dar, al que recibimos. 

Que Dios te bendiga y vivas con un corazón liviano y pacificado porque vas bendiciendo y perdonando a todos. 

P. Martín Nacusi
 Arquidiocesis de San Juan de Cuyo 



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