sábado, 16 de febrero de 2019

"Ser Felices en Cristo Resucitado" Homilía de Monseñor Angelelli




Evangelio según San Lucas 6,17.20-26.

Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!»

Mons. Angelelli Misa Radial  14 de Febrero de 1971 

6°  Domingo Tiempo Ordinario

Jeremías 17, 5-8 1 Corintios 15, 12 .16-20   Ev. de San lucas 6,17. 20-26

Saludos: A las delegaciones de la Chaya. A los enfermos. A los presos. A los que han perdido algún ser querido.

Estas lecturas que acabamos de escuchar son tan hermosas y llenas de sabiduría que bien vale la pena dedicarle el tiempo que sea necesario para profundizarlas. Ustedes continúen la reflexión personal. Nosotros tomaremos algo de ellas para dialogar este domingo.

Jeremías nos hace dos afirmaciones lapidarias: "Maldito el que pone su confianza en los hombres y busca su sostén en lo puramente humano...apartando su corazón del Señor...es como un cardón en el desierto. Bendito el hombre que pone su confianza en el Señor y encuentra su seguridad en Dios. Será como un árbol plantado junto al agua que nunca dejará de dar frutos".

El Apóstol Pablo nos da la clave para descubrir en quién debemos poner la confianza y apoyarnos para realizarnos y ser felices: CRISTO RESUCITADO, fundamento de nuestra FE. Él es el HOMBRE-DIOS en Quién encontramos la plenitud de la Vida y en Quién nos realizaremos con plenitud de Vida. En Él descubrimos que "todo hombre es mi hermano" tiene sentido.

Cristo nos dice en el Evangelio: las actitudes para lograr ser un hombre realizado en Cristo resucitado, es vivir las llamadas Bienaventuranzas, es decir, el camino que debemos recorrer interiormente para lograr o ir logrando él ideal de hombre que es CRISTO.

Es condición indispensable reconocernos interiormente heridos, sacudidos y en desorden para emprender el camino de la reconstrucción interior; es cambiar la vida en la de CRISTO, es hacer realidad en nosotros todo aquello que se nos describe en cada bienaventuranza. Es no sentirnos satisfechos y establecidos en la vida, pero cuando la paralizamos es signo de muerte.

Aquí tenemos elementos para hacer una reflexión muy sincera los adultos y los jóvenes. Es mirar, nosotros los adultos, nuestra propia historia personal con mucha sinceridad y dejarnos guiar por el Señor para no detenernos en la vida, para reconocer todo lo negativo, la cuota de culpa que tenemos, y con humildad y pobreza de espíritu saber a tiempo romper muchas ataduras que nos hacen ser cristianos poco testigos del Cristo Resucitado por falta de verdadera conversión.

Porque pudiera ocurrir que con nuestras actitudes contribuyéramos a difundir una imagen de Dios, de cristianos, tallada a la medida de nuestra torpeza y odiosa aquellos a quienes pretendemos inspirar nuestra Fe cristiana. No permita el Señor que ciertas personas acaben rechazando el cristianismo por verlo identificado con quienes no somos lúcida y auténticamente cristianos. Esto no significa decir que todo lo anterior no tiene valor, que lo realizado es totalmente inauténtico, que todo estaba equivocado. Afirmar esto o creerlo, es tener actitudes de adolescentes e inmaduros en la propia Fe, desconociendo lo que es la Iglesia de Jesucristo. Es también una reflexión para los jóvenes que miran al futuro: no se lo improvisa, no se lo hace con frases hechas, no es para los mediocres sino para los esforzados y desde los que de esta hermosa edad de la vida saben ir conquistando la verdadera plenitud de la vida, los que desde el comienzo de esta primavera descubren que a Cristo es necesario descubrirlo, conocerlo y vivirlo. Así como hay adultos que son interiormente jóvenes también hay jóvenes que son interiormente viejos, ya no son signos de vida nueva.

Pero debemos pensar que "tener confianza en la juventud es una forma de tener confianza en Dios" (Jacques). Es al fin Dios quien los envía a ustedes detrás de nosotros, así como nos mandó a nosotros detrás de quienes nos precedieron. Y los manda para que forjen y construyan el mundo y la sociedad mejor, el mundo nuevo, el mundo del porvenir que es el mundo de ustedes. Todo lo demás que les pide es que conviertan el "riesgo" en "oportunidad" por el empleo responsable de las fuerzas de la vida.

Estancarse es lo más grave que le puede ocurrir a uno, particularmente si es joven. Estancarse es detener la marcha de la vida. Es feo no poder dar un paso para salir de esa mediocridad de muerte: vivir sin ambiciones, sin ideales, sin objetivos. Eso es solamente vegetar, es existir apenas, es ocupar un lugar, no es vivir verdaderamente, vivir como seres llamados por Dios a crear y obrar.

Cristo nos dice: "El que guarda su vida la pierde. El que la entrega, la encuentra". Guardar la vida es reservarla para sí, encerrarla bajo un caparazón, deseos que inventamos frecuentemente los hombres para no hacer aparecer lo que realmente somos; es una manera de mentir, se acaba desperdiciándola como don de Dios, se la atrofia, se la hace infructuosa.

En cambio,  ENTREGAR LA VIDA es darla, gastarla para los demás, ponerla al servicio de los otros; quien así lo hace, engrandece su vida la potencia, la desarrolla según el plan de Dios. Pienso en nuestras madres, por ejemplo, en nuestros padres para afrontar las necesidades de la casa, en tantas maestras perdidas en el interior de las provincias, en tantos samaritanos que gracias a Dios no faltan en el camino de nuestras vidas.

Convocar a la juventud a que sean artífices del futuro, junto a los adultos y para los adultos, es convocar a la esperanza y a la vida nueva que todos queremos construir. Pero es una grave responsabilidad nuestra de los adultos, el no salir de nuestros egoísmos, de nuestros intereses, a veces inconfesables, de nuestras actitudes escandalizantes, de nuestras injusticias que piden y traban todo esfuerzo generoso para lograr una sociedad mejor; es nuestra autosuficiencia de pretender construir una sociedad prescindente de Dios.

Si Dios no edifica la sociedad, en vano la edifican los Hombres. A veces nosotros los adultos miramos demasiado el pasado y nos sentimos heridos porque los signos de vida nueva se nos meten por todas partes. Estos signos de vida nueva o aspiraciones a una vida nueva vienen mezclados de tensiones, de riesgo, de lodo, de miseria humana; no asustarse, es signo alentador, significa que la vida no ha muerto, que busca encausarse y liberarse de tantos precios a veces dolorosos. Es la lucha permanente que se juega en el interior de cada hombre entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte.

Ustedes jóvenes, traten de no caer y de liberarse de aquello que nosotros los adultos aún no lo logramos y que escandalizamos y les hacemos daño: me refiero a la perniciosa costumbre de prejuzgar y condenar al prójimo. Cuánto daño se ha causado a personas inocentes por esta perversa costumbre, cuántos dramas, cuántas reputaciones destrozadas. Y mientras seguimos con estas pequeñeces y culpas contra la justicia, la verdad y la caridad, el mundo sigue en cambios acelerados que ya no nos es posible seguir; lo que hoy es muy actual, mañana es necesario cambiarlo; difícil tarea-de estar permanentemente oteando el horizonte para caminar con el ritmo que nos exigen los tiempos en que vivimos. El tiempo que tenemos es también un don de Dios; empleemos nuestras energías en aquello que reclama vida nueva; que no es renegar de la que traemos sino mejorarla y hacerla brillar ante nuestros hermanos los hombres para que glorifiquen a nuestro Padre del Cielo.

Amigos, que Cristo, nuestra esperanza, nos dé las energías necesarias para seguir construyendo juntos, sumando esfuerzos, nuestra comunidad riojana sin cansarnos. 

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