Lecturas del día: Libro de Habacuc 1,2-3.2,2-4. Salmo 95(94),1-2.6-7.8-9.
Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1,6-8.13-14.
Evangelio según San
Lucas 17,3b-10.
Homilía Diácono José Torres, LC
El poder
escondido de la Fe
¿Alguna vez has sentido que tus oraciones
rebotan en el techo? Como si mandaras un mensaje de WhatsApp y ni siquiera te
llegara el tilde de "entregado". Habacuc lo sentía así: "¿Hasta
cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me oigas?" (Hab 1,2).
Es el grito que mucho podemos llevar dentro
cuando vemos las noticias, cuando un familiar está enfermo, cuando el trabajo
no llega, cuando la relación se rompe. Rezamos, pedimos, suplicamos... y el
silencio parece ser la única respuesta. Y entonces viene la tentación:
"¿Para qué rezo si nada cambia?"
"Señor, súbeme el volumen a la fe"
Los apóstoles tampoco la tenían muy clara. Como
leímos en el Evangelio de hoy le dicen a Jesús: "Auméntanos la fe"
(Lc 17,5). Básicamente o en otras palabras: "Jesús, súbenos el nivel,
porque con este tutorial básico no alcanza".
Y Jesús les responde con algo que parece sacado
de un meme: "Con una fe del tamaño de una semilla de mostaza podrían
decirle a ese árbol que se arranque y se plante en el mar".
Momento. ¿En serio? ¿Estamos hablando de la
semilla más microscópica que existe en ese tiempo? Sí. Jesús no está pidiendo
una fe tamaño catedral. Está diciendo: la fe no se mide en kilos, se mide en
autenticidad.
No se trata de cuánta fe tienes, sino de
qué tan real es. Como el wifi: no importa que tengas 5 rayas si la
contraseña está mal. Una conexión débil pero real es mejor que una señal falsa
de cinco barras.
La fe no es para hacerte famoso
Pero aquí viene el giro inesperado del
Evangelio. Justo cuando los apóstoles están imaginándose, moviendo árboles con
la mente tipo Jedi, Jesús les cuenta la parábola del siervo que trabaja todo el
día y al regresar no espera aplausos, sino que sigue sirviendo.
"Hemos hecho lo que teníamos que
hacer" (Lc
17,10). Auch. Bajón de expectativas.
Jesús nos está diciendo: la fe verdadera no
es para el Instagram espiritual. No es para coleccionar likes divinos o
para que todos te vean como "el súper creyente". La fe auténtica se
vive en lo cotidiano, en lo que nadie ve:
- Cuando perdonas aunque todavía duela
- Cuando
te levantas a trabajar aunque no tengas ganas
- Cuando
cuidas a tus padres mayores sin quejas
- Cuando
eres fiel en tu relación aunque nadie te esté vigilando
- Cuando
haces bien tu trabajo sin supervisión
Ahí, en esos momentos de servicio silencioso, la
fe deja de ser teoría y se vuelve vida.
Por otro lado, vemos como San Pablo le escribe
a Timoteo (2 Tim 1,6-8) y le dice algo clave: "Reaviva el fuego de la
fe". Como cuando tu celular está en 2% y necesitas cargarlo urgente. La fe
no es algo automático que se mantiene solo. Hay que cultivarla, alimentarla, cuidarla.
Y Pablo añade: esta fe no nos hace cobardes,
sino que nos da amor, fortaleza y templanza. La fe verdadera no es un
sedante que nos duerme ante las injusticias. Es una fuerza que nos capacita
para amar cuando cuesta, para mantenernos firmes cuando todo tiembla, y para
tener autocontrol cuando querríamos explotar.
Entonces, ¿qué hacemos con esto?
El Evangelio de hoy nos deja dos verdades que
parecen contradictorias pero que en realidad se complementan perfectamente:
1. La fe es súper poderosa – Puede mover lo imposible, cambiar
situaciones, abrir puertas cerradas.
2. La fe es súper humilde – Se vive en lo ordinario de
nuestras vidas, cumpliendo promesas, siendo fiel en lo pequeño.
Es como tener un auto deportivo último
modelo... y usarlo para llevar a tu abuela al mercado. El poder está ahí, pero
se usa para servir.
El desafío para esta semana
Tal vez hoy no necesites pedirle a Dios más
fe. Tal vez necesites preguntarte: ¿Estoy usando la fe que ya tengo?
- ¿Estoy
siendo fiel en lo ordinario?
- ¿Confío
en Dios incluso cuando no veo resultados inmediatos?
- ¿Sirvo sin esperar reconocimiento?
Porque al final, la fe no es un superpoder
para impresionar a otros. Es un estilo de vida que nos transforma por
dentro y transforma todo lo que tocamos. Es semilla pequeña, sí. Pero que da
frutos enormes.
Como dice Habacuc: "el justo por su fe
vivirá" (Hab 2,4). No dice "por sus milagros", ni "por
sus logros espectaculares". Sino por su fe. Esa fe sencilla,
diaria, humilde, que confía incluso en la oscuridad.
Esa fe que no siempre mueve montañas, pero que
siempre, siempre, mueve corazones.
Terminemos este momento de reflexión con una
oración que salga del corazón algo así como:
"Señor, ayúdanos a vivir con fe auténtica.
No la fe que busca aplausos, sino la que se hace servicio. No la fe teórica,
sino la fe que transforma nuestra vida ordinaria en algo extraordinario. Amén."
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