sábado, 21 de noviembre de 2020

"Fiesta de Cristo Rey" - Homilía de Monseñor Angelelli




Saludos: a los Músicos de la banda y a cuantos se dedican a este noble arte, a las Enfermeras de toda la provincia que con abnegación sirven nuestros enfermos en hospitales, clínicas y casas particulares, a los chicos que han finalizado su primaria.

Hoy celebra la Iglesia la fiesta litúrgica de Cristo Rey y pone fin a todo el tiempo llamado ordinario, después de Pentecostés, que nos ha llevado a meditar sobre la Iglesia y su misión en el mundo hoy. En los textos leídos en la Biblia nos da el alimento para nuestra meditación dominical, Jesús le dice a Pilato que él es Rey que anuncia el Reino de Dios entre los hombres, que el Reino ya ha comenzado con Él desde su Encarnación en el seno de María, la Vírgen. Conocer a Jesús es conocer el Reino del Padre de los cielos. Este Reino es: Reino de Verdad, de Vida, de Paz, de Justicia, de Amor. No es de este mundo ¿por qué?, porque su contenido lo trae del Padre, es la misma vida de Dios participada a nosotros los hombres. Es la Vida, la Comunión, el Amor, la Misión salvadora que Jesús trae del Seno de la Santísima Trinidad. Es para todos los hombres y para cada hombre, sin distinción alguna. Para eso vino al mundo, para ser Rey, no para dominar, sino para servir.

Amigos: el Papa Pablo VI nos decía a más de seiscientos obispos latinoamericanos el 24 de noviembre de 1965, sobre nuestra Misión Pastoral: "América Latina presenta una sociedad en movimiento, sujeta a cambios rápidos y profundos. En el Pastor se determina una primera actitud: defender lo que existe; pero esto no basta, ya sea porque lo que existe no es adecuado a toda la población y todas las necesidades, ya sea también porque aún lo que existe está compenetrado y arrastrado por el movimiento y la transformación. El Pastor debe advertir -continúa el Papa que no faltan lamentablemente, quienes permanezcan cerrados al soplo renovador de los tiempos y que se muestran faltos no sólo de sensibilidad humana, sino aún de una visión cristiana de los problemas que se agitan a su alrededor".

...Se diría que la Fe del pueblo latinoamericano debe alcanzar todavía una plena madurez de desarrollo...
"El Pastor debe advertir que el momento es propicio; el Concilio ha suscitado un fuerte despertar de energías que hay que saber alimentar y poner en acción; ha producido una esperanza ardiente que es preciso no defraudar; deberá tener siempre abiertos los ojos sobre el mundo, porque la observancia y la vigilancia evangélica deben continuar, porque el mundo cambia y es necesario satisfacer las crecientes exigencias e interpretar las nuevas necesidades. El sabrá servirse de la ayuda de especialistas en la reflexión teológica y sociológica. El Pastor hará uso amplio e inteligente de los datos sociológicos y elaborados acerca de las condiciones religiosas de su diócesis.

Invitará a sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos con espíritu de fraternal entendimiento a la renovación querida por el Concilio partiendo del exacto conocimiento de las situaciones y de la urgencia del trabajo... 
La conciencia de ser y de querer ser hombre de nuestro tiempo nos hará conocer también la necesidad imperiosa y la medida exacta de nuestra participación humilde, pero sincera, en la solución de los problemas humanos y de la hora actual". Y como decíamos el domingo pasado, el mismo Pablo VI nos despedía a los Obispos aquel 8 de diciembre de 1965 para que cargados cada uno con el fruto de las deliberaciones conciliares, lleváramos la doctrina católica auténtica del Concilio, confirmada por la asistencia del Espíritu Santo, a nuestras diócesis para que fuera alimento y fermento de un nuevo rejuvenecer de la Iglesia en el mundo actual.

Mediamos y medimos la responsabilidad de sucesores de los apóstoles y de maestros auténticos de la Fe, en comunión con los demás obispos y con Pedro. Toda la Iglesia, por fidelidad a su pasado, a su historia y a la Tradición Viva a través de los siglos, debía entrar en una profunda, equilibrada y madura revisión y renovación interior en todos y cada uno de los cristianos, sus hijos, para que aparezca como Signo de Salvación puesto por Dios entre los hombres. Este hecho auspicioso y cargado de esperanzas, traería y trae consigo el precio de toda verdadera renovación y rejuvenecimiento: la CRUZ, el Dolor purificante de toda redención capaz de engendrar vida nueva, que es la VIDA DE LA PASCUA DEL SEÑOR.

El Concilio no trae sólo cambios de métodos sino algo mucho más profundo, cambios de mentalidad, de actitudes, actitudes nuevas, que respondan mejor a un genuino espíritu evangélico, actitudes que lleven a una Fe adulta, responsable de los compromisos asumidos en el Bautismo. Porque la Iglesia no sigue los criterios y los módulos humanos, sino aquello de Pablo: en la debilidad y en la escoria construye su Reino. Doce hombres pescadores, son elegidos para hacerlos fundamentos de su Iglesia: son débiles, el que será cabeza le negara tres veces; esperan un Reino Temporal; son miedosos ante el escándalo de la Cruz, huyen, son incultos. Pero para hacer brillar la fuerza que viene de Dios, los confirmará con el Espíritu Santo y hará de ellos, testigos, hombres comprometidos, que sellarán su testimonio de anunciadores de la Muerte y Resurrección del Señor con la propia vida.

Se necesita, amigos, ser muy sencillos de corazón para entender a Jesús, que se proclama Rey, este Jesús no condena a la pecadora si los otros no le tiran la primera piedra. Acoge a Nicodemo y le habla que tiene que nacer de nuevo en el Espíritu Santo; no teme echar a los mercaderes del Templo; denuncia la hipocresía de los fariseos. Alaba al publicano; siente todo el peso de la Pasión que se avecina. A Pedro lo reprende como hombre de poca Fe; a la Samaritana le describe toda su historia personal pero al mismo tiempo la llama a que tome el agua viva que salta hasta la vida eterna. ¿Qué les dice a los de Emaús?, que son tardos y duros de entender las Escrituras y que ¿no entienden que el Cristo tiene antes que morir en la Cruz para resucitar? Que si el grano no muere no da fruto. Que a quién a vosotros escucha, a Mi me escucha. Quién a vosotros persigue a Mí me persigue. Que llora sobre Jerusalén porque no recibe al Señor, le sobrevendrán ruinas y destrucción. Que condena a quienes cuelan el mosquito y por dentro son sepulcros blanqueados y lobos rapaces. Que nos describe la Paternidad de Dios y su gran Misericordia en la acogida del hijo pródigo y no aprueba la conducta arrogante, mezquina y cerrada al hermano, en el hijo mayor de la parábola. Que deja a las noventa y nueve ovejas para ir a buscar a la perdida para que sea acogida con gozo y alegría por quienes están en el corral.

Así Jesús anuncia su Reino. Reino de Verdad y de Vida, Reino de Paz y Justicia. Reino de Amor. No teme hacerse hombre, mezclarse con los hombres, tomar todo lo nuestro menos el pecado, pero cargará el pecado de los hombres, que lo acusarán de endemoniado y amigo de juntarse con pecadores y publicanos. Es decir hombres mal vistos por quienes creían tener el monopolio de la verdad y de la virtud. Y por amor al Hombre, para y por el hombre herido por el pecado, irá hasta la muerte y muerte de Cruz. Esta es la prueba más estupenda del amor y el servicio al amigo. Nos convoca a ser perfectos como el Padre de los cielos.

Amigos: las características del Reino traído por Cristo, debe hacernos reflexionar seriamente a todos nosotros. No podemos construir el Reino del Señor, hacerlo crecer entre nuestros hermanos, si excluimos, condenamos, nos alimentamos con el comentario fácil, superficial. "Temo al Señor que pasa" decía San Agustín. Es hora de despertar de nuestro letargo, si la Fe nuestra ya no nos hace hacer opciones en la vida. La Fe es operante, transformante, comprometedora, signo de contradicción. Mientras muchos hermanos nuestros riojanos se debaten en la extrema necesidad material, espiritual y moral, no escandalicemos con nuestras actitudes que contradicen a la Verdad, a la Vida de Dios, a la Paz, a la Justicia y al Amor, característica del Reino de Dios.

Padres y Madres de Familias: piensen en sus hijos cuando asumen determinadas actitudes ¿son verdaderamente cristianas, justas, fruto de la caridad? Démosle a nuestra juventud y a nuestros niños el testimonio de que vivimos una Fe sincera y madura.

Amigo, usted que me escucha, si ama a su Iglesia y la quiere de verdad, no mezclemos criterios puramente humanos y personales con los criterios que da la FE CRISTIANA para discernir cualquier acontecimiento de la vida diaria; escandalizamos y cerramos la puerta de quienes con corazón recto y comprometidos con la suerte de sus hermanos buscan descubrir el rostro y la Voz de Dios en el clamor justo y legítimo de los que sufren, de los que tienen hambre de pan, de cultura y de Dios; abramos los ojos y dilatemos el corazón para saber percibir que una sociedad nueva se está gestando y que la Iglesia, nosotros los cristianos, debemos acompañar este doloroso alumbramiento para que nazca con el sello de Dios. ¿No le parece, amigo, que no hay tiempo que perder?

Homilía de Monseñor Enrique Angelelli, 22 de noviembre de 1970


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